lunes, 30 de mayo de 2011

Nuestro entuerto. Nuestro legado

Testamento

Doy fee que Anton el Viejo y vos, Bartolome, fezistes carta de compromiso, de arrendamiento, de compañía, de fletamiento, de traspaso, de tributo e censo. E prometistes e os obligastes. E a la postre ninguna amas a dos las partes ovistes fiança del destino.
E vos, Bartolome e yo nos ayuntamos en razon de desapoderarnos de todos nuestros bienes muebles e raizes avidos e por aver. E mas, obligamos nuestras presonas e nuestros herederos, por quanto feneçeremos cada vno de nos. E yo, Fernando de Herrera, vos, Bartolomé, y el susodicho Antón el Viejo disponemos que nuestros herederos porvenir desfagan el entuerto o se muevan a pleito y tomen la voz en defensa de las abçiones nesçessarias e tengan cargo de pagar las costas, intereses e daños e monoscabos que sobrello recresçieren.
En la muy noble cibdad de Vetusta a veinte e nueve dias del mes de diçienbre del año de Nuestro Señor Ihesu Xpisto de Mill e ochoçientos e veinte años.
Testigos que fueron Fernando de Herrera, procurador. Bartolomé, mercader. Jvan de Mora, escriuano.

jueves, 26 de mayo de 2011

Miriam y el escritor de relato breve



1. Proceso metaliterario y nacimiento de Miriam

Ayer fue una espesa niebla. Mañana una muerte segura. Hoy acaba de empezar con angustia, decepción y miedo. Así, como todo maniaco depresivo he decidido explotar mi hipersensibilidad a las mundanas cosas y hacerme poeta o, en su defecto, novelista o si, al cabo, no tengo paciencia ni doy para tanto, cuentista o, en ultimo caso, ya en el colmo de la falta de fuerzas, autor de relato breve. Ahí estoy yo, delante del teclado. Escribo.

La naturaleza muerta entra por la ventana a ráfagas / y me alcanza como la furia de la metralleta; / no todo son hojas secas empujadas por el fuerte Poniente, / algunos proyectiles parecen insectos vivos / que se estampan como balas en mi pecho desnudo.



Menuda porquería. Esto no es poesía. No sé distinguir la poesía de una receta de pollo al chilindrón, con sus comas y sus tildes, pero sé que esto no es poesía. Ni rima ni emociona ni tiene ritmo ni nada. Pienso que, como ya sospechaba, yo de poeta no tengo madera; no estudié ni leí poesía, ni conté sílabas y apenas sé distinguir un verso de una frase acabada por un enter. Asonante mejor que consonante, libre mejor que cualquier otra cosa. La métrica no está de mi parte. Los símiles y las metáforas tampoco son lo mío, nada me sugiere nada. No hay un ciego polvoriento de aliento fétido y seguramente borracho soplando a mi oído cual musa hecha a mi medida. No hay belleza efímera y relativa que yo pueda cantar, ni amor que yo haya sentido, ni deseo carnal que me hubiese dejado una huella tan profunda que por días no pudiese ni respirar. No. No era poeta. Pero quizás pudiera ser prosista. Mil historias eran posibles motivos para sentarse ante un teclado, fumando y tomando cinco mil cafés, ausente del mundo; excusa más que suficiente para no salir como el resto de vecinos, para no acudir a entierros, bodas y bautizos; ahorrar en regalos y en ropa nueva. Alimentar mi fotofobia y mi agorafobia y mi misantropía. Comienzo de nuevo:
 
La entrada del metro estaba atestada de gente, casi era imposible avanzar pero ella iba tarde. Aquella era una cita a la que no podía faltar. Comenzó a empujar a los que la rodeaban, perdón, disculpe, paso, que mancho, disculpe... Llegó casi por milagro (¿de o por?, es "de milagro", seguro, segurísimo. Bueno, sigo; ya lo corrijo más tarde). Llegó casi de milagro. Y ya cerrando las implacables puertas del vagón, entró justa para llenarlo por completo. Dentro lo de siempre a hora punta. Multitudes multicolor y olores variopintos en que se mezcla el sudor ácido, el perfume barato, el aliento a alcohol mañanero y quizás un levísimo y afrutado aroma a ámbar. Entre el calor y las náuseas, Miriam salió de allí despeinada, lívida y mareada. Pero no tenía tiempo: debía llegar a donde tenía que ir a una hora que se aproximaba más y más rápido.
Paro a descansar. Estirar las piernas. Fumar, tomar café y pensar dónde diablos va esta tía y qué va a pasar después. Ahora que lo pienso la poesía es más fácil. Al menos podría acabar aquí y nadie lo notaría. Vale, vale, no me quiero desconcentrar. Mujer de treinta y tantos años, con prisas, en una gran ciudad, hora punta, desesperada por llegar a... ¡Claro! En época de crisis, esta va a una cita laboral. Nunca ha trabajado, de ahí los nervios; es ama de casa y tiene hijos y se encarga de todo, de ahí que vaya tarde. Pero por qué ahora, a esta edad y con tanta desesperación necesita el trabajo. Su marido se ha quedado en paro. O ha muerto o, mejor aun, se ha suicidado por lo que no cobrará ni un duro del seguro. Está sin blanca y tiene hijos. Sí. No es muy original ni interesante. La enésima historia de "mujeres contra el mundo". Y además esto acaba antes de empezar: me aburro.

Vamos Juan, no te puedes dar. Síguela, hombre. Vamos. A ver ¿el trabajo? No sé de qué va a ir el trabajo. ¿Secretaria administrativa de una filial de Telefónica? Sí, puede ser. Un empleo entre un millón, mal pagado, requiere conocimientos de informática y algún título de empresariales, cartas comerciales. Un empleo que probablemente no va a conseguir, porque no está cualificada, porque tiene hijos y porque hay competidoras a patadas, más jóvenes, mejor formadas y más guapas. Abreviando, no consigue el trabajo. Vomita en la papelera con el olor a ámbar agarrado en la garganta. Sale de allí y en el ascensor ve cómo la mira un tipo bajo, gordo y calvo, sudoroso para más inri. A Miriam se le enciende una bombillita en su interior (¡metáfora!) y le sonríe con picardía. El señor pulsa el botón de emergencia y se baja la portañica y en un decir: "No es una pelusa porque se mueve", la mujer consige 100 euros y un cliente fijo.


Leila Ourzik
La verdad es que así me gusta más. Se hace prostituta pero no es tan sórdido como pueda parecer. A ella le va bien. En cualquier caso, a mí esto no me da para una novela. Quizás un relato y más bien cortito. Podría alargar con las rememoranzas de la mujer, mientras hace felaciones por doquier en ascensores de todo Madrid. Las rememoranzas de... de... de... deee las causas del suicidio de Fermín, su difunto esposo. Sí. Justo porque la pilló, --¿demasiado evidente?--, chupándola a su querido amigo y vecino recién enviudado en el rellanillo del portal. Cosas que pasan todos los días. Lo que interesa aquí es que esta acción concreta de nuestra protagonista determina su futuro y la culpa hace que lo asuma con tal naturalidad y serenidad que la historia se abre con angustia y se cierra con placidez. Sí, sí. No da para una novela. Eso seguro, pero un cuentito podría salir. No largo, mediano, bueno un par de páginas. Quizás solo una. Pero eso ya me justifica ampliamente como escritor, creador, artista, persona digna de ir a la radio y hablar sobre Literatura. Mi Literatura.

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2. Después de crear. De la satisfacción a la frustración  

Les contaré lo que ocurrió con posterioridad a lo arriba narrado. Lo que podríamos denominar postproducción o cuando el texto literario se convierte en target.
Conviene advertir que ante todo es una sincera reflexión en la que desnudo
cuestiones que siempre quedan silenciadas por una especie
de pudor del que carezco.


Solo restaba escribirlo. El resultado se lo ahorro: no es ni más ni menos que un leve desarrollo de la historia que antes les conté. Mandé el relato que, al fin abarcó tres páginas, a concursos, revistas y publicaciones on line, que son menos exigentes. Pasaron meses y meses y meses y meses. Y nadie me contestó; se fallaron los concursos y ni me mencionaron; se publicaron las revistas y nunca me incluyeron; se cambiaron los blogs de lugar y las mismas personas publicaban siempre sus historias entre las que jamás tuve el honor de ver mi cuentito.

Yo no me rendía, no me rendí. Ni me rindo ni me rendiré. Sé bien lo que pasa. Somos más los que escribimos que los que leen, hay una cierta endogamia en este mundo, y, sobre todo, me falla el nombre. Juan Fernández. Es que no dan ganas de leer. Necesito un pseudónimo, algo llamativo e intrigante. Y un título que atraiga a los lectores, perdidos entre las miriadas de relatos, relatitos y relatillos que les llegan por doquier además de las crónicas periodísticas que empiezan a cruzar todo límite con otros géneros y levantarnos lectores de manera infame y descarada.

La verdad es que el título es importante, pero lo es más el nombre del autor. Jardiel Poncela, no podía ser; Marco Denevi, tampoco; mejor algo extranjero. Fate, me gusta ese nombre, se lo tomo prestado a un personaje de un libro que leí entero (no sé ni cómo). ¿Fate García Márquez? No. Fate Rulfo. No, eso queda fatal. ¡Fate Jackson! Sí. Me gusta, parece que estuviera emparentado con Michael.

Ahora el nombre del relato: "De cómo Míriam acabó comiendo cientos de...". No, no, no. Eso es una vulgaridad. Atraería a lectores, no digo yo que no, pero me encasillaría demasiado en un género que no estoy seguro que pudiera continuar. ¿"El talento de Míriam"? ¿"Mil modos de ganarse la vida"? No, no. Demasiado cínico. No pillarían el chiste. Me pondrían verde todos, los progres, las organizaciones de mujeres, los colegios católicos. Mejor algo poético: "Míriam y el interminable campo de nardos". O pretencioso: "Crimen y castigo" (creo que ese ya está cogido). O misterioso: "Del sorprendente final de una triste ama de casa". ¿Moralista?: "La redención de Míriam". O benevolente: "Maté una vez a un gato...".

Demasiadas posibilidades y una ligera astenia primaveral me colapsan. Si alguien tiene una idea, por favor, sugieran. Yo ya estoy agotado de tanto pensar.

miércoles, 25 de mayo de 2011

Muerte de un golfista

Andrés Villamandos tendría 31 años cuando consiguió su mejor juego. Desde entonces hubo en él una especie de estancamiento. Antes, todo fue ir a más; después, durante años todo quedó igual. La víspera de su cuadragésimo aniversario, tomó una decisión irrevocable. No dormiría ni comería, no descansaría ni yacería con mujer alguna, hasta bajar su hándicap, lo que le era posible solo por vivir en EEUU donde se rigen por el sistema USGA, que –como todos saben– permite registrar vueltas también fuera de las competiciones.
Con la mente en blanco y aspirando el aire perfumado por el césped recién cortado, comenzó al amanecer de un día 17, lleno de confianza y motivación. Su fuerza de voluntad le permitió pasar veinte días y veinte noches en el green. También se lo permitió el dueño del club que era amigo de su tío Alberto. Dios mediante, el sol se ponía y salía. Salía y se ponía. Andrés no desfalleció, pero no mejoró su swing ni bajó su hándicap ni comió ni bebió, ni descansó ni yació con mujer alguna, cosa esta última la única que, curiosamente, no lamentó.
Durante la puesta de sol de la vigésima jornada se le acercó una empleada del club, donde andaban preocupados por la mala estampa que se ofrecía y, por supuesto, también por la salud del estimado Andrés. La sueca bilingüe, relaciones públicas, se dirigió a él con amabilidad y habló con voz dulce. De sus labios carnosos salieron palabras suavitas que Villamandos no entendió y, la verdad, yo tampoco, absorta en la visión que a través de los ojos del maltrecho protagonista estaba teniendo.
Ante él se alzaba un ángel de alas albísimas, los brazos abiertos, cuyo corazón palpitaba visiblemente desde su boca. Un haz de luz deslumbrante proyectaba su sombra hasta más allá del tee de salida. Andrés alargó su mano, trémula, hacia la hermosa visión, farfullando una plegaria ininteligible. Y acaeció que, al rozar los rubios cabellos de la milagrosa aparición, la imagen celestial mostró su verdadero rostro. El ángel se transformó en demonio alado, de cuerpo ígneo y ojos como rajas de vacío. El ruido se adueñó de la situación, el maligno ante él daba alaridos como de bestia rabiosa o como de lechales a los que van a sacrificar o como de cientos de sirenas aullando. Acertó tan solo Andrés a sacar el driver, acero forjado, 170$, y lo alzó tan apenas unos centímetros cuando sintió unos empujones como de dedos en su abdomen.
Caído en la blandura del verde suelo, pudo ver como el demonio se alejaba y miró arriba al limpio cielo donde ya las estrellas se colocaban lentamente en su apropiada configuración según esas otras reglas que debían ser parecidas a las del Juego pero que a él le eran desconocidas.
Allí murió el golfista, desangrado. Fue rápido, muy rápido, pues estaba debilitado. Los ocho, o puede que nueve, disparos le alcanzaron pecho, estómago y vientre, dibujando un círculo perfecto en su inútil cuerpo. Hay que reconocer que los guardias de seguridad del club tenían una magnífica puntería. Quizás pasaban el día en la galería de tiro practicando quién sabe si para mejorar ellos también su habilidad y bajar su hándicap.

domingo, 22 de mayo de 2011

Una casa encantada o Génesis de una pop star

Francisco García tuvo que desmantelar su negocio. Cosas de la crisis. Mala suerte. El hombre en un gesto desesperado cometió una ligera ilegalidad sin importancia cuando decidió utilizar como almacén temporal una casa, abandona desde hacía décadas, en las cercanías de la vivienda de sus suegros a los que, todo hay que decirlo, adoraba. Empaquetó con cuidado la ropa que tenía en stock, así como los sombreros, paraguas y calzado. Sobre las cajas, dispuestas en una de las habitaciones con menos humedad, colocó unas 40 capas de plástico para aislar el contenido y evitar que se estropease su mercancía. Esperaba el bueno de Paco poder pagar pronto los plazos pendientes de la hipoteca y recuperar su local. Entonces volvería a por sus cajas y dejaría todo como los chorros del oro.
En un gesto de última hora, decidió conservar el maniquí. Al principio no se lo pensaba llevar, pero después, incapaz de dejar nada atrás, volvió a por él, lo cargó en la furgoneta y regresó a la casa. Aunque era tarde y en aquel barrio no se solía ver ningún transeúnte de noche, pues era una urbanización tranquila de personas de bien que nada tenían que hacer a esas horas en la calle, Paco percibió un par de sombras al fondo que se acercaban. Por eso, tuvo que darse prisa y lanzó el maniquí en la entrada del salón y salió disparado.
Una tarde, pocas semanas después, el pobre Paco fue arrollado por un camión de SEUR que iba a 180Km/h en una zona de 40. Nada sorprendente. Nada extraordinario. El conductor, un temerario muchacho de 18 años con contrato basura, explicó que era una entrega urgentísima pero aun así lo encarcelaron sin fianza. Después pasó una eternidad esperando el juicio. Hasta ahí puedo contar. Tras ser atropellado, Paco se murió absolutamente aunque no en el acto. Sin embargo, sé cierto que, cuando se lo veía venir, en su fuero interno sintió un inmenso alivio y vio en ello una solución a tantos problemas que lo acuciaban, acosaban y angustiaban.
Pasaron varios años. La casa seguía abandonada y empezó a mostrar un aspecto algo lúgubre y sospechoso, al menos para el imaginario colectivo y principalmente para los chavales del barrio que se dedicaban a rondar y apedrear jovialmente los cristales y hacer deliciosas pintadas que ellos orgullosos denominaban grafitis.
Un día, envalentonados por unos litros de algún tipo de sustancia cuya etiqueta rezaba GIN, decidieron entrar. Algunos podríase decir que estaban ciegos perdidos, otros solo borrachos y los menos tenían un alegre puntillo. Así que como una escuadrilla de guerrilleros urbanos, los chicos forzaron sin dificultad la oxidada cerradura y la puerta cedió con un chirrido.
Como era de noche y la casa no tenía electricidad tardaron un poco en hacerse a la oscuridad. Pero al cabo de un par de pasos, se toparon con un ser mitológico que de haber estudiado habrían entendido como Medusa pero como se pasaban el día con los video juegos y ante el televisor y jamás habían leído un libro, pensaron que era una de Resident Evil. Los chiquillos como es normal salieron despavoridos, dejando la puerta de la casa abierta. Y a la mañana siguiente, como también es normal, se lo andaban contando a todo quisque en el barrio, el instituto e incluso en casa, siempre evitando la mención al botellón previo a los hechos del día de autos.
Por fin, a petición de una de las madres más chillonas que uno se pueda figurar, la policía con la preceptiva orden de registro, visitó la casa. Ni rastro del zombi, mucho polvo, telarañas y unas cajas llenas de ropa en el cuarto trasero. Ni ratas había. Ni una triste cucaracha. Los chicos se lo habían inventado, sin duda. O bien habría ocurrido un fenómeno de psicosis colectiva que causó una alucinación momentánea. Dos visitas semanales al psicólogo, para cada chico. Tranxilium 50, para la mamá. Y caso cerrado. Así será el futuro: psicólogos y Tranxilium, Tranxilium y psicólogos. Y barrios tranquilos. Normalidad. Paz. Concordia. Orden. Buenos modos. Aunque siempre podía haber alguna excepción. De hecho, algún tiempo después de ese incidente, uno de aquellos muchachos viendo en la MTV un vídeo de una tal Lady Gaga sufrío un ataque de nervios, una crisis de ansiedad y un episodio de histeria tras el que sin remedio se le tuvo que internar. Lamentable. Insistía a voz en grito en que había visto al zombi de la casa encantada en la tele, cantando fatal.

sábado, 21 de mayo de 2011

Sobre la identidad sexual en el Universo

Lo que se sabe de Marcus D. es poquísimo. Cursó estudios en la Universidad de Tubinga donde conoció al fantasma de Hegel con el que sabemos que tuvo importantes desacuerdos. Fue abducido por vez primera cuando aún era un niño lo que marcó indudablemente su vida personal y profesional.  Sus investigaciones tuvieron una repercusión nula entre los científicos contemporáneos que lo despreciaban abiertamente y son absolutamente desconocidas en la actualidad. A esto se debe que ahora aquí recuperemos la síntesis de las conclusiones ofrecidas a lo largo de su carrera investigadora y recogidas en la publicación de su tesis "Sobre la identidad sexual en el universo" (Augsburg, 1934).

"El Universo es grande y está plagado de formas de vida inteligente. Esta afirmación la hago desde el conocimiento personal y un estudio de campo realizado a lo largo de las múltiples abducciones que he sufrido en mi vida.
Tras una primera impresión deplorable, hubo un tiempo de adaptación indeterminado en mi contacto con los alienígenas. No obstante, mi carácter curioso y mi innata condición de hombre de ciencias me empujaron a aprovechar el dudoso honor de haber sido elegido como conejillo de indias universal para hacer yo otro tanto con mis particulares y eventuales raptores.
Tomé la decisión de estudiarlos en una vertiente que me pareció harto interesante, la sexual, pues fui comprobando a lo largo de los años que sus extrañas apariencias se derivaban siempre e indefectiblemente de la particular manera de reproducción de cada especie. Asimismo, pensé que mi experiencia sería de gran provecho a los seres humanos a quienes pudiera parecer inverosímil la cantidad de modos sexuales que operaban con efectividad por el universo circundante.
De este modo, cual naturista accidental del s. XIX, fui tomando nota de lo que observaba al mismo tiempo que interrogaba disimuladamente a los seres más receptivos e incautos con los que mantenía los encuentros hasta serme posible redactar una lista con los que he dado en llamar "Sexos del Universo".
A continuación, hago referencia a algunos de ellos, con sucintas explicaciones sobre cuestiones no del todo obvias para los legos. Para ayudar a la inteligibilidad de mi explicación, parto de los modos reproductivos terráqueos y los dos sexos por excelencia del planeta tierra: hembra y macho. Aunque es cierto que esta dicotomía es una combinatoria ideal que se repite en gran parte de las especies, no reflejan en absoluto la variedad de la naturaleza en tan importante misión.
Como era de esperar, sobre todo en las hembras, hay formas diferentes que, en muchos casos, facilitan el coito; así los cefalóginos y los ginópodos. Y, si bien se trata de un tipo de modo reproductivo excepcional al hibridar condiciones vegetales y animales, los fanerógamos, los cuales usan bien de la visibilidad de la preciosa flor que en las hembras es reclamo inconfundible para los machos de la especie y cuya fecundación se hace esencialmente en los meses cálidos a la caída de la tarde.
Algunos tienen un tipo de reproducción menos sofisticado aunque igualmente eficaz: protocelulares, citoplasmáticos,...
He de señalar que encontré numerosos seres polisexuales y multisexuales, lo cual en principio me pareció un modo muy irónico y antieconómico de ir contra la lógica natural y, no obstante, pasada mi primera reticencia, comprendí que el que sus entes pudieran ser ora machos ora hembras ora alguna otra cosa aumenta las posibilidades de desarrollo de una especie. Precisamente por ello hay en la naturaleza una admirable propensión a lo que entendemos por hermafroditas, aunque no como anomalía sino sistemáticamente. Paralelamente, el sexo neutro existe en los seres que son macho o hembra dependiendo del contexto.
Sin embargo, los polisexuales comprenden otras posibilidades que, en principio, no tienen situación análoga en nuestro planeta. Muchos utilizan la anastomosis (unión de los seres que entran en contacto sexual, y fusión de ciertas partes de sus cuerpos, por las que los gametos se encuentran). Y tras producirse la fecundación y -lógicamente- la separación de cuantos seres (que llegan a veces a los doce) se hayan ayuntado, todos se reproducen a partir de la clonación.
En este punto destacaré que algunos de los que se reproducen a partir de la clonación natural tienen morfología amebal, y suelen ser poco interesantes intelectualmente.
De otro lado, también me sorprende el mimetismo de los entes epicenos, que en apariencia son masculinos cuando se trata de hembras o viceversa, sin excluirse la posibilidad de coincidencia entre la apariencia y la realidad. La confusión de sexo de los epicenos hace que la interacción reproductiva de estos seres se haga entre un conjunto bastante numeroso de entes con la finalidad de que las posibilidades de fecundación sean mayores. En esta manera actúan tanto ovíparos como vivíparos de la galaxia de Andrómeda, por ejemplo.
He de mencionar en esta síntesis la imposibilidad de etiquetación sexual de algunos entes cuya forma de reproducirse me es absolutamente desconocida y, sin embargo, me consta que lo hacen; así, la denominación "sexo por determinar" recoge esta parte de seres cuya extraña forma de comunicarse y la total falta de interés y respeto hacia mi investigación hizo imposible sacar ninguna conclusión.
Para el final he dejado a los entes asexuales. Su existencia me era del todo desconocida hasta hace poco por lo cual los incluí milagrosamente en este estudio. Las consecuencias de la existencia de seres asexuales en el Universo tiene unas repercusiones ontológicas sin precedentes y por ello procedí en mi investigación a la exploración detenida y personal de cada uno de estos sujetos para asegurarme de que efectivamente no tenían sexo ya que, como se les habrá hecho evidente, esto quiere decir --nada menos-- que son ángeles y que este estudio científico ha de conceder un espacio al misterio de lo inexplicado entre las realidades innegables de nuestro universo, i.e., un ser omnipotente anda detrás de la vida estas criaturas.
Para acabar, y como no podía ser menos en un estudio bien redactado, coherente, serio y científico, he aquí las conclusiones más destacadas: a) he de admitir, no sin cierto disgusto, que la monogamia no existe fuera del planeta Tierra; b) el sexo en (gran) grupo es la práctica más habitual del Universo; c) la mayoría de los entes realiza el coito de modo intuitivo con seres cuyo sexo desconocen antes, durante y después de haber realizado el acto; d) con este mi estudio la Ciencia ha logrado probar, al fin, la existencia de Dios".

lunes, 16 de mayo de 2011

Memorias de una empirista

Semper liberis

Hace muchos años pasó por aquí un barco de la Argentina. En aquella época, yo era joven y flexible y andaba en búsqueda del Conocimiento y la Verdad. Consciente de no saber quién era, me entregué a lecturas y viajes; indagué; estudié a los filósofos y pensadores; leí a Sócrates, Platón y Aristóteles, a Marco Aurelio, a Boecio, a Santo Tomás, a Maquiavelo, a Descartes, a Hegel y a Kant, a Kierkegaard, a Marx, a Wittgestain, a Sartre, a Ortega. Menudo lío tenía ya. Cambiaba de opinión y convicciones continuamente, débil como era entonces: ahora pesimista, ahora lógica; ora racionalista, ora comunista; ya pragmática, ya idealista. Pasaba del estoicismo al misticismo y la masturbación.
Estando en mi etapa de budismo zen, llegó el barco de bandera albiceleste. Trabé amistad y contacto con los marinos, extrovertidos y bonaerenses en su mayoría. Paseaba por el puerto, inmersa en mis divagaciones y ligera de ropa, y se me acercaron por decenas. Me cepillé a todos excepto al cocinero, por falta de tiempo dada la apretada agenda de ambos.
De aquellos extenuantes días me queda una gran sabiduría y paz interior, además de una cierta propensión al psicoanálisis y un dolor de espalda crónico muy molesto, aunque lógico por otra parte. 85 tíos en 12 dias no es parco esfuerzo, y no solo físico sino también, y mucho, mental. Mañana, tarde y noche en loca orgía. A punto estuve de desfallecer en alguna ocasión pero aquellos marineros, fueren del rango que fueren, tenían el don de la retórica, y con unos argumentos y explicaciones ciertamente enrevesadas, si bien irrefutables, me levantaban la moral y la libido hasta ayudarme a cumplir con lo que ellos denominaban mi desafío vital, un reto conmigo misma, una búsqueda existencial dentro de mí que ningún ser humano que aspire naturalmente, y sin fundamentalismo, a la perfección espiritual y al autoconocimiento puede renunciar. "Renunciar es errar. Renunciar es fracasar. Renunciar es desconocerse y ya esta nave nunca va a regresar", me aconsejaban sensatamente entre jadeos y suspiros.
Mi periplo vital a partir de aquel mi autodescubrimiento físico-emocional fue intenso y relevante. Dejé de ser una hojilla que flota a merced del viento. Sustituí la fe por la razón, el camino transitado por la pasión, la casi inevitable lectura de Paulo Coelho por experiencias sensoriales a ser posible con entes humanos de cualquier sexo, condición social, raza, religión, edad y peso. Obtuve gran riqueza espiritual, gran satisfacción sexual, gran reconocimiento social (vaya, que me conocían todos) y lo más importante me encontré a mí misma. Sin leer a Coelho, sin ir al desierto, sin coger una insolación, sin beber absenta ni hablar con un tótem que solo Dios sabe por qué encontraríase en el Desierto del Sahara.
Así fue como hallé mi mismidad. Estaba ahí, ante mis ojos violeta, una calurosa tarde de agosto, levando anclas, rumbo a algún lugar por el que nunca quise preguntar.

viernes, 13 de mayo de 2011

Sensatez borderline

Roberto Matta

Para no desconocerla diré mentiras, fingiré, trataré de ignorarla. Para no dejar de ser algo suyo, para reconocerla en su carne, en su alma, en sus labios, en sus ojos, olvidaré lo que pasa. Lo que sé que ocurre. No lo sabré.
Haré que no la veo en su ordenador; no miraré siquiera sus ojos cuando sonríen levemente y su semblante cambia y se sonroja. Saldré de la habitación, cerraré las puertas, daré volumen al televisor cuando la oiga decir “sí” y note esa franqueza en su voz. Y de nuevo “sí”; ese "sí" que alguna vez yo oí. Y otro último “sí” que ya sabe a sexo. Me dominaré para no preguntar qué pasa, si es que de nuevo la veo cerrar el portátil y llorar.
Para no desconocerla, la desconoceré. Saldré de casa. Volveré tarde. Dormiré en el sofá con la excusa de no despertarla. Olvidaré su tacto, por un tiempo. La evitaré. Forzaré una sonrisa solidaria. Buscaré consuelo en otra cama. Para no perderla y no olvidarla. Para poder perdonarla. Para no matarme o matarla.

domingo, 8 de mayo de 2011

For the later parade




Hoy de nuevo las nubes parecen las hojas de un libro que se derrite entre llamas azules. ¿Cuántos libros quemaríamos tú y yo para calentarnos del frío? Y sé que no piensas en mí ahora. Sé que no piensas en mí casi nunca. Que tu rutina es una realidad aplastante con la que briegas y los juegos de palabras son solo eso. Juegos.

La brisa cálida me hace daño. Y el atardecer tan largo de la primavera. Parece que el día no acabe. Los colores son suaves, indescriptibles, alegres y dulces. El mar se va tragando el celeste, el azul, el rojo, el naranja; puede con todo: nubes y cielo entran por la línea de plata que cada vez parece más un hilo azabache de hielo.

El Este es una oscuridad plena de luminarias. El Oeste, un hilo de hielo. El tiempo se escapa por esa línea, pesadamente, como un recluso con una cucharilla, que hace un túnel por el que se escurre como gusano. Lo que ocurre es que cuando sale al otro lado, el tiempo ha pasado. El tiempo tremendo ha pasado. Una hora, cinco minutos, dos días. Diez años. Veinte años. Ahora todo está oscuro, el sucio galeote mira el cielo estrellado y ve lo mismo que yo veo.

La luna como una sonrisa que te escupe su eternidad desde el cielo. La sonrisa del gato de Cheshire que se lame sin prisa ni escrúpulos encima de un árbol. Invisible. Inmortal.

Y él, viejo y dolorido, polvoriento. Desorientado, asustado, arrepentido.

Y yo, sola y culpable, te recuerdo. Desorientada, asustada, arrepentida.

Oigo un levísimo crujido: alguien pasó página.

miércoles, 4 de mayo de 2011

poema para quien lo quiera

Necesito magia.

Conjuros. Amuletos.

Alquimia y música perfecta.

Necesito un susurro

que me hable,

que me vuelva caramelo,

que sea como el viento.


Necesito una cura

Una cura y un consuelo.


Mojarme ahora que llueve.

Pararme a la intemperie.

Quedarme horas, calada y fría.

Y aguantar aun más tiempo.

Tenerme ahí hasta verte

en la suave forma de una nube

que cruce por mi cielo.

cómo se roba un cangrejo

Después de estar en un recital de poesía

después de escuchar poesía

después de preguntar si eso era poesía

y que nadie supiera o quisiera contestar

dejé de tener hambre, frío y me sumí en el insomnio

Me sumí en el insomnio que me obsesiona

en la ortografía que me autoriza

en las pequeñas cosas que importan en la vida

telediarios, noticias de última hora

verdades de las que todos dudan

series americanas de hospitales

juegos de rol

novelas de amor

En mi esfuerzo por comprender

no paré de beber cola con ron-ron con cola

hasta descubrir que la poesía es un chiste

una tía en bolas

una buena escena de sexo

una excrecencia, un exabrupto

una chaqueta cómoda que cuesta un huevo

un dedo que igual sirve

para señalar, para hacerse una paja

para llevar un anillo, para hacer un gesto al Papa

un gesto obsceno de esos con un solo dedo

de tal elocuencia y perfección semiótica

que la policía del Vaticano te ofrecerá una visita

una visita privada por estancias privadas

aposentos privados que nadie más que tú verá

donde te explicará cómo se roba un cangrejo