jueves, 9 de enero de 2014

Navidad en Tony2 (VI)

―¡Ajá!, dije, jodidísimo.
―¡Te dije que cerrásemos con llave!―, añadió el maléfico puritano.
―Michel, hombre, no seas borde, es un compañero y puede disfrutar de nuestros cigarros y nuestra charla...

Allí estaban los malditos. En una sala divina, diáfana y bien decorada. Un salón de estar con varios sofás floridos de relajantes rosas y beiges y una barra americana con bancas altas que dividían la estancia de la enorme y mejor equipada cocina Plankblaunt. Ellos, sentados en torno a la cocina vitrocerámica con el extractor encendido para absorber el humo de los Habanos, deferencia seguramente de los falsísimos cubanos, se regodeaban en su fumar y charlar y confabularse contra mí mismo. Entre ambos, sobre la vitro, un ingenioso cenicero de Jabba the hutt, ancho, asideros y con tapa. ¡16! Los americanos habían estado aquí, al menos 16 veces! Cuestión interesante que podría ocupar mi mente, ¡si no, estuviese tan ofendido! ¡Oh, Dios! ¡Cuántos misterios te guardas en la manga y qué pequeño me siento y qué ganas de reventar a Michel y escupir a Yuri! ¡Oh!



martes, 7 de enero de 2014

Navidad en Tony2 (V)

Un apretón bestial... Dos apretones, ¡tres! Parto raudo a la Stuxnet. Nadie sabe lo duro que es ser astronauta. Maldito salmón. Jodidos suecos. Mala es el hambre...

Pasadas un par de horas de dificultades intestinales, floto ante la réplica de la Capilla Sixtina y caigo en la cuenta. Ya sé dónde está Yuri. Ya me salen las cuentas. ¡Maldita sea, maldita sea, maldita sea! Me aproximo lo más velozmente que puedo a la base estelar y paso una estancia tras otra, hasta llegar a la #1, el compartimiento de gravedad artificial, la sala de Michel. Tras la descompresión de rigor, me saco el casco, las perneras, los guantes y el tronco, para acceder sin molestias ni estorbos... Y ¡ahí están! Como lo había sospechado. La gran cocina americana, la barra, los taburetes altos, el humo y el olor...
La traición y el deshonor me dejan paralizado.




jueves, 2 de enero de 2014

Navidad en Tony2 (IV)


       Después del salmón, me debatía entre las muñecas taiwanesas y el vodka. Con las manos sobre ambas cosas, me sorprende con sus chillidos el negro pájaro de mal agüero: Michel.
―¡Ladrón! No hay vicio que no tengas...
Esto estaba aquí abandonado, desperdiciado. No lo querías, era solo la acumulación propia de tu extirpe corrupta. ¿Y dónde has metido el satélite?
―¿Es que ahora no respetáis la propiedad privada? ¿Habéis vuelto al comunismo? 
...
¿Qué satélite? Ya estás totalmente ebrio...
―No he abierto ni una botella, Mikhail, puerco mormón, secuestrador lleno de ira. Solo he tocado el salmón porque me moría de hambre al ser tú el peor anfitrión de la Historia y el más rácano de los luterianos.
―¡No soy mormón! Y tú, lujurioso, perezoso y ladrón, saca tus manos de mi propiedad y no me llames así. Hace mucho que no somos parte de vuestra URSS y bien que os dio igual entonces.

           Las razones no valen nada contra la soberbia, así que no hay discusión posible. Aprovecho que no está Yuri por aquí para no frenarme, y me lanzo a su cuello. Para estar tan delgado, devuelve con fiereza y fuerza los golpes. Sonrío. Poco me gusta más que una pelea. A él, no. Sonrío. Dos directos al gaznate, en el centro, justo donde sobresale esa nuez de pajarraco sin carne. Miro con satisfacción cómo se asfixia. 

―¿Dónde está Yuri?
―¿Quién demonios es Yuri?

          Me desmayo.

          Despierto y no sé cuánto tiempo he estado sin conocimiento. No ha habido pelea y sí que había abierto el vodka. Es imposible una pelea así en gravedad cero; y es imposible asestar dos golpes en el cuello de Michel (ni en el de nadie) con los trajes puestos.
          Me voy, dando tumbos antigravitacionales, a buscar a Yuri... Qué significan los sueños.


Motor antigravítico en una nave (Pedro Gómez-Esteban).