viernes, 28 de junio de 2024

Diagnóstico en sol mayor

 A veces, te cambian de asiento. Otras, te llaman por un altavoz y te has quedado frita y no veas la que te montan porque mucha gente va a perder el enlace y bla, bla, bla. Así es la vida. Una bronca tras otra. Y pagando los recibos de la luz. Siempre hay alguien enfadado, molesto, ofendido por lo que sea que otros hayan hecho, o porque llueve en sus vacaciones, o porque han retrasado su rinoplastia, o porque desentierran muertos, o porque no desentierran muertos. 

Hay otras veces que te sientas donde te dicen que te sientes, te bebes lo que te dicen que bebas, hablas poco, comes lo que no te apetece, conversas sobre estupideces y te toca bailar con el más feo. Y, encima, no te vuelven a invitar. Que en un homenaje, la estúpida trepa mandona te pone al lado de la persona que más odias en la otra punta de la mesa, donde no hay risas. Veces que se estrella tu avión, con la de putos aviones que vuelan cada día. Veces y más veces, hasta que no haya veces. El tiempo pasa. Íbamos en carruaje y ahora vamos en Ryan Air. Y protestamos más. Normal. Se puede protestar. Faltaba ciencia y ahora falta conversación (también falta ciencia, vaya, qué cojones). 

Aquí, sopla el viento de Poniente y me lo pone todo perdido. Las gaviotas se vuelven locas, hay microseísmos, llueve sin llover, lloro sin llorar. Deberían prohibir todo, calzarnos las bocas, amarrarnos las sonrisas, poner aun más cartelitos, flechas en los suelos, límites, tasas, multas, linchamientos. Debería haber aun más miradas de reproche a los fumadores, más críticas a los que ríen alto, a los que van despeinados sin ir a la moda, a los que no van al compás marcado por el tiempo que les ha tocado. Fanatismo y enfermedades raras. Un mar de mentiras, esperando en infinitas colas de aeropuertos, los ojos fijos en las pantallas táctiles. 

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