martes, 27 de agosto de 2024

Podcast

 Se me ocurrió hacerme una web personal, un sitio de esos con podcast que titulé "De todo un poco. De nada un mucho". El motivo: sin dedos no era viable desahogarme e inventar infames estupideces por escrito, ergo, el blog quedó en "buenas" manos, que, al menos, podían teclear. Mientras, como decía, yo y mi voz de ángel podíamos ir diciendo velozmente aquello que nos viniese a una mente bajo la influencia tóxica de ficciones inquietantes (uf Corrección), noticias terroríficas y un montón de fármacos que ya quisiera más de uno, más de dos y más de tres. Todo fue medio bien mientras ponía a parir el sistema (sic), la cosa esa intangible de cuya mierda de organización devienen todos los males del mundo. El sanitario, que conozco bien; el fiscal del que todos nos hemos nos hemos acordado en unos términos bastante soeces; el educativo, que mejor me callo. El electoral, que es un puto estercolero. Y así. Me vine arriba, qué puedo decir. Vi como mi válvula de escape e incontinencia verbal acumulaba seguidores y abrí una sección de comentarios. Sin filtrado. No lo he dicho, pero activé aquello de compartir en todas mis redes cada vociferante entrada, cual pescador de incautos entes aburridos que me prestasen la atención merecida y necesitada. Sí. Comentarios. Sí. Sin filtrado. Sí. En Twitter,  en Instagram,  en Telegram, en Facebook (!), en Snapchat, hasta en el WhatsApp, activando la opción de excluirte pues no estoy tan loca. En fin. Compartir. Hablar sin pensar y desparramar por ahí sin ton ni son inventos verbales sinfín. A veces, me inspiraba en hechos reales y, a veces, dejaba volar mi imaginación, pues a falta de vivencias propias y verdaderas, las inventadas pueden mitigar la frustración del enfermo y, si son contadas en indicativo, casi te las crees hasta tú. Bueno no sé si yo me las llegué a creer, pero mucha gente tan aburrida y obsoleta como yo, sí que lo creyó. Todo. Los comentarios están ahí, hablan por sí mismos (obvio), relatan un mundo de reacciones fantástico. Desde insultos (que ya ves tú) hasta amenazas contra mi integridad física y peleas entre los participantes. Largas parrafadas que alteraban el propósito subyacente e iban por derroteros ignotos, abriendo interminables hilos que me dejaban al margen. Algo intolerable. Hasta el bot de la batamanta se coló en cada ocasión. Aun así, como no podía dejar de ser quien soy, seguí. Inventé un tugurio clandestino aquí al lado de mi casa con sus parroquianos politoxicómanos y expresidiarios desde donde yo misma llevaba a cabo un negocio ilegalísimo de "intercambio" de vehículos en buen estado y venta de productos naturistas a precios que iban y venían según dijese el periódico que andaba el N225. El sitio abría tras el cierre oficial de locales de mi ciudad que está en el ranking de los 10 mejores lugares para morir de aburrimiento en todo el Universo, incluida Siberia y la Luna. Los oídos fueron prestados, hice una serie completa y no escatimé en detalles. Mis seguidores fueron multiplicándose, ahora que lo pienso quizás entre los buscadores de ocio de aquí y allá y los buscadores de buscadores de ocio, o policías, también de acá y allí. Lo importante. Lo importantísimo. Lo impactante. Lo alucinante. Y lo cuento sin problema y sin exageraciones ni aspavientos desde mi celda en un móvil que me han dejado un momentito unas colegas rusas. Es (lo increíble que estaba yo anunciando) que el local fue. Llamado precisamente el Tugurio de La Pili, abría a las 2 y media, justo en la cuesta de El Negro, a escasos metros de mi casa, con sus camellos, sus expresidiarios, su calvo esquizofrénico, su público fijo, su contraseña al entrar, su argentino comeorejas, su menda superguay que en los noventa fue el mejor, su tío pesado que noesdeningúnsitio, su exmilf, su escritor canario que no pensaba salir hoy, su garrafón y el parking de motos "prestadas" en la parte de atrás. Todo, todito, igual que en mis podcast. Y ahora dirán aquello de "poco te pasa..." y yo diré sí, es cierto, y merecido. Pero ¿es o no es acojonante?

3 comentarios:

Sin carné dijo...

Había oído hablar de ese sitio. Y puede que haya estado por ahí. Puede, no me atrevo a afirmarlo con seguridad, hay tan poca seguridad a las dos de la mañana. Decían que era mejor que las cafeterías de la cofradía de taxis, y más divertido que el bar de la estación de autobuses. Y como ya no me dejan entrar en ninguna de las cafeterías las cofradías de taxis y sigo amaneciendo en mullidos céspedes en barrios desconocidos (las mejores de las veces, que hay mucho solar abandonado todavía), pues es muy probable que haya estado. No puedo, en puridad, hacer una reseña para tripadvisor, pero es probable que haya estado.

Pilar dijo...

Lo oirías en mis famosísimos podcast, porque nadie que diga o escriba "en puridad" habría jamás recibido la necesaria noticia de boca de ninguno de mis compadres ni, obviamente, la contraseña para entrar en nuestro, por otra parte, presunto antro imaginario. Yo misma ingresé en prisión antes de poder constatar que era yo misma quien regentaba el local. Estamos igual, solo que yo comparto celda con dos rubias altísimas que me cuidan a cambio de clases de español. Tres comidas, ricas la verdad, aire acondicionado, telenovelas con tertulia, sus pelis, sus visitas conyugales con accesorios a costa del estado y clases de pilates tres días por semana y natación, dos. Sin impuestos, sin caravanas, sin hacer ni el huevo porque tengo un papel del médico que dice que lo que sea menos trabajar. No me mueve de aquí ni el papá Francisco, única autoridad que reconozco.
Y sácate el carnet y dp se lo vendes a la Silvia, que lleva un negocio de reciclaje de documentación muy seguro. Te pongo sus datos por privado.

Pilar dijo...

Es Papa, pero el corrector toca pelotas en todos laos.