Hasta tu salud mejora. Buena cosa vivir en el campo. Poder abrazar el pino y sentir la mágica curación cuando se te clava una astilla llena de paz y amor. Me dicen que estás mejor, lo leo por ahí, yo no puedo saberlo, pero me alegro, vaya. Imagino que la recuperación será dura y tendrás bajones cuando llegue el síndrome de abstinencia. Es lo que tienen las adicciones, todas, al amor, al vino, al casino. Uno se vuelve un poco loco. Hasta los padres nos cansamos. Hay madres que tiran la toalla. Padres que denuncian a sus hijos con tan solo 15 años. De todo. Cada caso es cada caso. Todos opinan y no hay dos versiones iguales. Como en las entrevistas de las docuseries. Y es nuestra vida. Y no nos acordamos. Pero ellos tampoco. Nadie se acuerda de lo mucho que quisiste y, según tu dieta, quieres a tu familia, a tus amigos, a tus novios, a tus novias. De los favores que hiciste, de lo mucho que los agasajaste, de toda la razón que les diste. Te evitan, te reprochan, te mienten, te olvidan. Injusto, desesperante y muy malo para la sobriedad. Tu tolerancia a la frustración se va quedando en números rojos. Un pinchazo con el coche y te ves en el barrio pitando al de la ventana. Y otro día con peleas, con subidas y bajadas, con empujones e insultos, con pedir prestado y olvidarlo. Ceniceros volantes, bicicletas lanzadas por el monte, patadas al mobiliario urbano, gritos a una que te molesta porque hay gente que es muy molesta. Al menos la suerte te dio esta segunda (por decir algo) oportunidad y mientras no mires mucho atrás, todo irá como la seda (crucemos también los dedos para que nadie te adelante por la derecha). Lo suyo es, por el momento, que te alejes de los bares y de tu ex, que dice el peluquero que es tóxica como ella sola, y, ya de camino, del ambiguo barman que te invita para no meterse solo y después te manosea. Toca acostarse temprano. Igual, ahora que la salud mejora y quizás pasa una semana sin incidentes, puedes hacer planes. Inventarte algo. Soñar con. Comprar un local. Ser tu propio jefe. Escribir un libro. Viajar a la luna. Casarte y tener Netflix. Arreglar la furgoneta. Apuntarte al gimnasio. Aprender coreano. Quizás un remedio casero para desintoxicarte estaría bien. Ve adonde la Mari, que sabe de yerbas. Después, recuerda no dar el asunto por zanjado en dos semanas, que la noche suele tener consecuencias y nos estamos quitando de eso también. De las consecuencias, digo. Así que haz una buena limpieza con romero, quita la cal de esa ducha, blanquea por fuera y empapela por dentro (el papel pintado con print vegetal está de moda y relaja muchísimo). Oblígate a no fumar, así ahorras, y lava los cojines si no te llega para comprar otros. Es tu casa (aunque no sea tuya), haz de ella un refugio. No dejes entrar lo malo. Aunque lo malo tenga pinta de bueno.
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