miércoles, 24 de julio de 2024

El día que no me comí a Ígor

7:30 a.m., 37° Celsius , 95 por ciento de humedad, miércoles (creo). Año del Señor de 2024. Mes: julio. Entre mesidor y termidor, aprox (sic). Levanto como Nosferatus, rígido el cuerpo, blanco, seco, dolorido. Tengo unos abdominales que te cagas. En verdad. 

Hambriento, mas sin fuerzas para ir al frigorífico a por las bolsas del desayuno. Ígor (AKA Renfield) no aparece.  Me lo voy a comer y buscaré otro esclavo más eficaz. Se ha puesto muy gordo y debe saber a pollo (definitivamente tengo hambre). Además, no me despertó y ahora es de día.  Puto inútil.

Aparece un humano por la cortina de la derecha (para el público; la izquierda para mí; importa porque giro la cabeza para mirarlo y he de saber dónde mirar). Dice: "¡Madre!, ¿Qué hace usted levantada?". Pienso: "¿Cuándo cojones he tenido yo un hijo y de qué matriz...?". Me interrumpe: "Madre, no diga palabrotas". Juraría que lo he pensado y no dicho, pero no he desayunado,  soy un vampiro, este joven hermoso y sonrosado, y jugoso, me llama madre y quizás, por consiguiente,  sí que lo he dicho. No hay que negar la mayor.

Departimos brevemente. Lo llamo hijo, por seguir la corriente, que es lo que más conviene para conseguir lo que uno desea. Le insinúo que estoy famélica. Y digo y repito, transmito, emito, afirmo y me confirmo en mi necesidad y deseo de ingerir MIS alimentos. En mi fuero interno, cerciorándome de tener la boca cerrada, sé que si no lo pilla, definitivamente no es hijo mío, ni de palabra ni de obra ni de pensamiento, ni de coña. 

Viendo que el rollizo y blando muchacho no se mueve, paso al acto ilocutivo-perlocutivo. Y grito, por si su problema es auditivo: "Niño, que traigas una bolsa de la nevera del sótano. La de la contraseña". "¿Qué contraseña?". "La que tenemos en todo, infeliz! 1, 1, 1, 1". "Ah"... 30 segundos eternos y una pelusa gigante después: "¡¡¡La bolsa!!!". Se marcha por fin. Espero. He de admitir que lo mío no es la paciencia. Así que me pongo a trepar por el techo, me convierto en a) gato. b) murciélago.  c) rata. d) madre. Entra, ¡gracias a los dioses mayas!, el zagal con las manos vacías. "No tenemos sótano, madre". "¿¿¿Qué???". "Que no pagó usted al contratista y el albañil se fue dejando solo un cavernoso hueco de 3x3". Odio las referencias espaciales. No las entiendo. Me jode cuando leo que una casa tiene no sé cuántos metros cuadrados de jardín, no sé para cuántas tumbas da eso.  Y quiero desayunar.  Me acerco al trozo de comida parlante que me llama madre, sonrío y lo hipnotizo para que no oponga resistencia, me acerco al latido de su blanquísimo cuello, pienso esto se llama yugular como se podría llamar yogur. Y desayuno.

Mucho mejor, más ágil y rejuvenecido, llamo a Ígor para que se desahaga del cuerpo. Aparece a los dos segundos, lo cual me complace. Me notifica que se está poniendo el sol. Pienso "Joder, el tiempo vuela". Oigo al esclavo desde la izquierda (para ustedes, derecha para mí): "Y que usted lo diga, Maestro".  Este Ígor, qué boss: Me lee el pensamiento. 

Voy a cambiarme. Es la hora de salir. Hoy tenemos reunión del comité y no puedo llegar tarde. 

Telón. Silencio sepulcral.

...

Un aplauso (de Ígor, seguro).



lunes, 22 de julio de 2024

Versos escitas

 Podría escribir los versos más tiernos esta tarde-noche. Pero no quiero. No quiero tiernos. No quiero versos. No quiero tarde. Esta tarde hora taurina, hora de siesta, ora pro nobis. Esta tarde poemas de amor y cristalmina. Antes de las 10, hora en que los vecinos apagan la Wi-Fi y salen a pasear. Y yo quedo mirando la pantalla página en blanco sin bolis ni mina en el.lápiz, sin papel higiénico que robar ni paredes blancas que grafitear. Antes, pues, de las 10. Versos hermosos con palabras de melancolía, esperanza, fe, deseo, perdón, calaveras y resaca. Subjetivamente hermosos, subjetivamente versos. Subjetivamente subjetivos. Funcionalmente,  míos.  Pragmáticamente tuyos. Pero es que, de verdad, no quiero. 

Podría escribir los versos más bellos esta tarde, a 40°. Hermosos y sonoros como el goteo del sudor de tu nariz que no es tan fea y asquerosa, como el resto de narices, llegada cierta edad. Tampoco es que sea la nariz perfecta, ni dan ganas de rozarla con la mía, mirarla, besarla, quizás, mientras duermes un día de invierno en que no tengas cascadas de sudor. Igual que la frente, igual que los labios, igual que la risa, sudada, igual que el conjunto que compone tu cara no tan odiosa ni anodina, ni tan intercambiable.  Versos que podrían ir resbalando, bajando lentos y tristes e inconformes por la piel morena y pequeña de esa cara tuya, que es de quien la mire, que es de quien la quiera. Sudor que huye y baja buscando en la camisa blanca los dichosos versos esos que quiero pero no puedo, puedo pero no quiero.

Podría sin versos ni palabras sentir ternura, hermosura, amor. Podría reunir invisibles frases y componer un estado de ánimo, un ardor, compasivo e inspirado. Pero no quiero.

Podría escribir versos verdes contaminantes pútridos,  donde los gusanos repten hasta tus ojos de los que no he dicho nada. Versos radioactivos. Versos lanzallamas, versos víricos para los que no haya vacunas. Versos asesinos. Versos sin rima que salgan del papel de la pantalla de la pared con forma de machete y destruyan todo y arrasen esta tórrida tarde-noche. Que no dejen nada para el enemigo. Tierra quemada. Versos escitas.

Eso es lo que quiero.

domingo, 14 de julio de 2024

Independentismo dominical

 Figuras de fronteras borrosas, representantes de lo confuso parlamentando de horrores lejanos han acabado conmigo. Cuestiones de perspectiva,  dicen al cabo. En lo inmediato, lo cercano, lo cotidiano y familiar hay brotes astigmáticos, miopía o presbicia en distintos grados. Nunca, ¿nunca?, los tres a la vez. Digan lo que digan, no hablamos el mismo idioma. Y quizás, un silencio incómodo sería la mayor comodidad. Por eso los auriculares y las ininteligibles abreviaturas, vacías por completo de sentido para ambas partes. Se me olvidó acabar con el tono y el signo de interrogación. Esa rotonda incompleta, como de haberse comido el presupuesto algún responsable de la subcontrata para Resolución y Dudas del Ministerio de Obras públicas, Lenguaje, Ahorro y Familia. Y hablando de fronteras, ya cerré mi puerta, y apagué el móvil, reventé la tele y enmudecí radios y familiares. Esto es un templo soberano de seguridad física y mental. Donde los misterios de la infinita masa de microscópicas heces verbales y visuales no penetrarán. Esta no es una frontera dudosa, discutible como la historia, como las noticias, como vuestras verdades-mentira. No. Hice acopio de papel higiénico, que no soy nueva. Esa puerta verde es el límite donde se queda todo el material tóxico, de posturas y revisiones. Donde te quedas tú y tus razones y tu lógica aplastante y tus puntos suspensivos, recogida de firmas, a favor o en contra, tus cuentas y estadísticas, tus consejos y órdenes y contraórdenes, tu odio esto y amo esto otro. Tu conmigo o contra mí. Yo también soy la que calla y no para de hablar y debería callarse y es maravillosa conversadora. Pero no me puedo dejar fuera. Moriría de sol, de pasodobles, de reguetón, de polémica, y de ti, que eres todos. 

miércoles, 3 de julio de 2024

Hablando gallego

El último gorrión 

Un húsar desperdiciado 

Tiempo perdido en absurdos afanes fronterizos

Para después comer huesos y secuestrar Europa

Una revolución: el videojuego

La última vez que llegas a fin de mes

Y un hilo conductor entre

      Episodios, capítulos, parágrafos

Las líneas de las manos

Y la cabeza parlante en la pantalla

Nos van contando 

Extinción,  historia repetida,  

desesperación y misiones suicidas.

Podcast.

Discursos vacíos que mueven masas.

Hambre y otra vez Europa.

Un nombre con sede en Atenas 

Todos tras el último ruiseñor

En Finisterre, la cumbre. 

Tratando de tenerlo todo listo

Las cortinas limpias y planchadas

Los cristales, impolutos

Las gaviotas,  amordazadas

Un sitio ventilado, con frío y eco

El farero será Willem Dafoe

Hablando gallego