Figuras de fronteras borrosas, representantes de lo confuso parlamentando de horrores lejanos han acabado conmigo. Cuestiones de perspectiva, dicen al cabo. En lo inmediato, lo cercano, lo cotidiano y familiar hay brotes astigmáticos, miopía o presbicia en distintos grados. Nunca, ¿nunca?, los tres a la vez. Digan lo que digan, no hablamos el mismo idioma. Y quizás, un silencio incómodo sería la mayor comodidad. Por eso los auriculares y las ininteligibles abreviaturas, vacías por completo de sentido para ambas partes. Se me olvidó acabar con el tono y el signo de interrogación. Esa rotonda incompleta, como de haberse comido el presupuesto algún responsable de la subcontrata para Resolución y Dudas del Ministerio de Obras públicas, Lenguaje, Ahorro y Familia. Y hablando de fronteras, ya cerré mi puerta, y apagué el móvil, reventé la tele y enmudecí radios y familiares. Esto es un templo soberano de seguridad física y mental. Donde los misterios de la infinita masa de microscópicas heces verbales y visuales no penetrarán. Esta no es una frontera dudosa, discutible como la historia, como las noticias, como vuestras verdades-mentira. No. Hice acopio de papel higiénico, que no soy nueva. Esa puerta verde es el límite donde se queda todo el material tóxico, de posturas y revisiones. Donde te quedas tú y tus razones y tu lógica aplastante y tus puntos suspensivos, recogida de firmas, a favor o en contra, tus cuentas y estadísticas, tus consejos y órdenes y contraórdenes, tu odio esto y amo esto otro. Tu conmigo o contra mí. Yo también soy la que calla y no para de hablar y debería callarse y es maravillosa conversadora. Pero no me puedo dejar fuera. Moriría de sol, de pasodobles, de reguetón, de polémica, y de ti, que eres todos.
1 comentario:
No sabes cómo te entiendo,
No te voy a entender.
Y como envidio tu templo
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