viernes, 27 de agosto de 2021

un poco de verdad

 La gente no sabe. No sabe nada de nada. No sabe lo que es luchar y luchar y persistir, aunque estés reventado. Y menos sabe que hay que clasificarse para todo. Para todo. Yo, sin ir más lejos, -para qué querría yo ir más lejos-, me clasifiqué. No una ni dos, en un montón de ocasiones. Me clasifiqué, honradamente y sin más aspavientos. Me clasifiqué para perder. Porque, ya ves, qué creen todos, ¿que hay competiciones en que todos aspiran a ganar? Pues no. Sí, pero no. Hay unos cientos de miles de millones como yo. Personas, digo, que se clasifican, sí. Pero en categoría de perdedores. Los que hemos de tener calambres, estar histéricos, sentir que un inminente infarto, un dolor de pecho que te hace pensar que te mueres,.... y si bien no siempre, por desgracia, ocurre (que te mueres). Aquellos clasificados para perder son mis hermanos y hemanas (no vayan a pensar que soy exclusiva). Y no crean, que son mucho ustedes de creer, opinar, parlotear y dar por culo verbalmente en las redes, no crean que es algo que pueda ser censurable. Porque no lo es. No estamos tan fatal, no tan tan fatal, pero un pelín mal sí estamos. Sin embargo, como están las cosas, esto es competir o no existir, pues competimos y competimos, coño. Lo hacemos. En una liga secreta. La de los perdedores. No tengan pena. Al menos llegamos a existir. Ahora digan ustedes si son ni remotamente importantes un solo minuto de su vida en lo que de veras importa ahora. En la sociedad digital y exhausta, en el mundo atestado o vaciado, entre los que ganan a base de ser gregarios o los que ganan a base de ser anarquistas. Esto último, por supuesto, es una guasa. Pero ustedes, dónde están. Frente a la pantalla de un móvil o un televisor, sin perder ni ganar, sin ser o no ser, sin nada de nada. Paseando a un gato con una correa, protestando por todo anónimamente, perdiendo también pero sin saberlo. Y se atreven a juzgarnos. ¿¿A nosotros?? ¿Que llevamos años entrenando para perder? Pues me disculpan, pero ahora que se levanta la liebre (gracias a la ONU), ya lo saben. En todo esto, hay perdedores bien motivados, gente que estuvo ahí y no tuvo más que agachar la cabeza y sonreír flojito. Y así sabrán que los que no han pintado nada son los que no han estado en la historia, por más que crean que sus protestas de imbéciles anónimos importen. Así, los perdedores vamos surcando el tiempo, aclamando a nuestros ídolos, siendo una legión invisible y vilipendiada. Somos. Existimos. Hay secreto en nuestro devenir mundano. Y la gente no sabe.