viernes, 23 de marzo de 2012

Nefertiti, Jung y el gitano José Manuel: Alquimia, misterios y predicciones

-A ver, José Manuel, ¿quién era la madre de Tutankamón?
-Nos ha jodío: la Nefertiti. Tú te crees que porque sea medio gitano, no sé ná.
-¡No! ¡Ja!
Carl siempre estaba con esas cosas. Resulta que, según entendí yo, Nefertiti no era la madre de Tutankamón porque hay pruebas genéticas que dicen que el gachó era hijo de hermanos, o una cosa así, y ella al parecer no era hija de su suegra. Conclusión a la que se llega porque no la tragaba (fíjate la novedad). A mí, ya ves tú. Para mí que se lo inventaba todo. Como el rollo de los complejos y el inconsciente.
Pero Carl gozaba con esas anécdotas. Además había llegado a un dominio de la precognición  tal que predijo que un inglés gili irá diciendo que ha descubierto la momia de Nefertiti: dará ruedas de prensa y uno de los peces gordos de Egipto, probablemente director del Consejo Superior de las Antigüedades de allí, le dirá que no y el inglés que sí y el otro se cabreará y le prohibirá la entrada a Egipto. Hala Dr. Fletcher: a hacer egiptología en el condado de York. Y se puso a reírse como un loco.
Eran los primeros sesenta cuando Carl apareció por Torremolinos a tomarse una caña. Yo que andaba por allí con mi guitarra ganándome honradamente la vida cantando por peteneras y dándole a Valderrama, vi su dificultad para explicarse y le eché un cable. Y él que era, como todos los alemanes, un manirroto me invitó a unas cuantas cervezas y unas tapas.
Después resultó que el Carl no era alemán sino suizo y yo me acordé de las novelas de Agatha Christie y de que el gordo aquel no era francés sino belga y que importaba una mierda: todo el mundo lo tomaba por francés y por francés quedaba: “Asín que Carl entre el acento tan basto ese que tienes y el nombre y la afición por la cerveza, tú para mí siempre serás alemán”.
Aquel día, nos hicimos compadres ya de por vida, de la suya, claro, porque cuando Carl llegó aquí ya estaba viejo. De hecho, se quitó de en medio y dejó dicho en Zurich que se había muerto. Eso fue en el 61.
Con más de ochenta tacos tenía un saque que daba susto. Un día se comió media docena de espetos con veinte cervezas, mientras traían la paella. Lo pasaba bien yo con mi compadre Carl. Lo recuerdo con cariño. Aquellas cosas que decía. Y tengo que admitir que me ha venido de perlas lo de la psicología profunda: inducir al personal a situaciones concretas era un don innato en mí, según Carl. Yo, arquetipo del héroe por antonomasia y con una vena mística innegable que hace de mí portador de una personalidad extrovertida y absolutamente sana, además de capaz como pocos de alcanzar la alquimia como estado que no actividad. Mi absoluta negación de los cánones racionalistas y materialistas me hacen un ser espiritual y lleno de posibilidades: un líder poseedor de las cualidades psicológicas relativas a las cuatro etapas del erotismo todas al mismo tiempo y sin deslindar. Un ejemplar inigualable. Un ser que sin buscarlo posee la intuición sobre las artes mágicas. En fin que, sin rollos raros, el compadre me apreciaba.

Durante los cinco primeros años, más o menos, invitaba siempre él. Y esa fue la razón de que en principio no me despegase del guiri ni un minuto. Pero después se ve que no calculó bien o se pasó con la vidorra que se pegó o aprendió de un servidor o qué sé yo, que ya era una cuestión de suerte e ingenio ver quién pagaba o si nos pirábamos disimuladamente sin pagar siquiera. Y de correr, nasti. Que el Carl estaba ya en noventa y aunque flaco no iba a llegar a doblar la esquina. En fin, viejos tiempos. Ahora, ¡cualquiera se va sin pagar! y mira que hay gente en los bares, joder. Pero es que hay más paranoia. Ya ves tú qué gasto pueden ser dos medias. Pues no se imagina la gente cómo se ponen los de Torremolinos si te vas sin pedir la cuenta. Más si se te ve medio gitano. Racistas. Racistas y agarrados. Todos los malagueños, que yo soy de Cádiz y allí no somos así. Aquí están todos alterados y con una gana de liarse a mistras... 
Siempre recuerdo lo que dijo mi compadre Carl el día antes de su muerte, tras unas docenas de quintos y unas papas bravas: "Sig tenía razón: el mundo está plagado de chiflados mamones. Anda, paga tú". Y pagué. Después se murió mientras decía: “Y Sig creía que yo quería morirme, pues no, ni siquiera hoy con 103 años. Es que no daba una el viejo enano. Lo que me jode, compadre, es que él sea tan famoso y yo no”. Ya no me dio tiempo a preguntar: diñó y lo enterré según instrucciones precisas, en un sitio donde iba ser más difícil encontrarlo que a la momia de Nefertiti, aquella egipcia mandona que hasta se travestía para gobernar.
Ahora, me he montado un localito de esoterismo en La Carihuela y no me va mal. Siempre que tengo dudas lo invoco y allá que viene del más allá. Preguntando siempre lo mismo ¿Soy ya más famoso que él? “Sí, compadre, todos saben quién eres tú y nadie recuerda al puto Freud”.

jueves, 22 de marzo de 2012

Hombres de almas inconquistables: Invictus

INVICTUS

Out of the night that covers me,
Black as the pit from pole to pole,
I thank whatever gods may be
For my unconquerable soul.

In the fell clutch of circumstance
I have not winced nor cried aloud.
Under the bludgeonings of chance
My head is bloody, but unbowed.

Beyond this place of wrath and tears
Looms but the Horror of the shade,
And yet the menace of the years
Finds and shall find me unafraid.

It matters not how strait the gate,
How charged with punishments the scroll,
I am the master of my fate:
I am the captain of my soul.

Invictus, William Ernest Henley (Long John Silver)





Hombres de almas inconquistables

Desde algún recóndito lugar les llega una fuerza sobrehumana que, no obstante, es la más humana de las fuerzas. Contra la adversidad y el dolor; contra la constante amenaza de la muerte; contra los golpes injustos e inexplicados; contra la salud frágil como una triste llama que se apaga; en el encierro, en el destierro y el abandono; en el olvido. Sin miedo. De parte de la verdad. Traen luz a sus hermanos. Iluminan este caos con su constancia y dignidad.
Qué poder, qué virtud, qué voluntad se les ha otorgado y dónde se hallan ahora mismo; qué ha sido de los poetas, de los guerreros. En qué momento de la historia desaparecieron los dueños de la inspiración, señores de su destino y el nuestro. Los que guían en la eterna noche oscura del tiempo. Por qué han desaparecido.

Hastío y esperanza

Escribir sobre nada, pensar nada, comer y vomitar, consumir hasta el hartazgo y la somnolencia. Grandes siestas, todos dormidos, encerrados en la cueva. El hombre apedreado. El estado de las cosas. El estado del hombre acobardado que vegeta.
Necesitamos despertar, renunciar al banquete, al desvarío del consumismo idiotizador. Del televisor y las telenovelas. De los best sellers y su mensaje. Publicidad y pestañas más largas. Bolsos y absurdas polémicas. Propagandas del sistema.
Cuando no discernimos dónde está el camino sin mácula, estamos tan perdidos que renunciamos a nuestra humanidad. Y cómo hallar el camino en medio de la falta de dignidad humana. En el pasillo de iluminación artificial donde la corriente engañosa nos hace pensar que estamos al aire libre recorriendo un camino. Sin un ápice de curiosidad, con las manos atadas.
Con los ojos vendados, no habrá mirada nueva. Y necesitamos una mirada nueva.
El pecado de hoy es la pereza: nos conformamos, nos engañamos porque es más fácil dejarse llevar.
No obtenemos conciencia de lo espiritual, incapaces de pensar, educados en la mediocridad, hiperespecializados. Alejándonos de una visión completa, se nos idiotiza, se nos convierte en un rebaño manejable y encantado de haberse conocido. Y cuál es la respuesta ante la poca exigencia de los que nos gobiernan: el agrado por la facilidad con la que se nos regala la ignorancia.
Está “de moda” ser vanos, superficiales, chillones, ambiciosos. Todo se justifica si se triunfa, lo que se traduce en ganar mucho dinero. Purgamos nuestra culpa además siendo falsamente solidarios. La lágrima fácil del culebrón, una vulgar y breve pena por la desgracia ajena. Un comentario en el patio de vecindad. Anécdotas.
Necesitamos parar. Tener la mirada atenta contra la dosis diaria de noticias insignificantes. Informaciones que no revelan nada de la realidad. Confusa y contradictoria, la pasarela de la vida que acaece fuera se nos desdibuja en la mente tras ver una buena dosis de televisión. 
Necesitamos ser conscientes de que la propaganda y la publicidad son solo eso: propaganda y publicidad. Vivir esos mundos de alteridad nos impide luchar contra la falta de ética y nos atrae a la indolencia: ¿Qué más da lo que les pase a los demás?

Necesitamos una mirada nueva. Una mirada amable pero implacable, una ardiente pasión que nos mueva. No quiero vivir tanto tiempo. No deseo una estéril vida longeva. Quiero vivir. Vivir la pasión y el entusiasmo de una mirada nueva. 
Esperanza. Lucha y entusiasmo.
Necesitamos con urgencia girar a ambos lados la cabeza y observar lo que ocurre a nuestro alrededor. Con la energía de la fe en una humanidad efímera pero verdadera.
Si llegase algún loco, algún poeta. Si el sitio de los hombres justos floreciera. Si una voz se elevase para contar una historia eterna. Recontar las estrellas, los mitos que dieron nombres a las elevadas praderas, a las cumbres nevadas, a la marcha hacia un sistema de ideas, caótico pero con sentido. Un nuevo orden, que girase en torno a las personas. Para conocerlas y comprenderlas.
Una mirada justa, sanada de la enfermedad de avaricia, nihilismo, codicia salvaje y aspiraciones insustanciales. Algo se salvaría, algo volvería a su lugar sobre esta tierra.

miércoles, 21 de marzo de 2012

Un mundo sin mácula

En un mundo sin mácula, todo es albo y cautivante. Caminos sin obstáculos en pos de una luz brillante. El Amor o la Muerte esperan al fondo.
Sin dejar de dar pasos, vemos a ambos lados las matas de frutas silvestres, el almendro en flor, margaritas y amapolas. No hacemos caso a los insectos ni al sol que palidece: no hacemos de ello un objeto de nuestro amor, solo los disfrutamos al tiempo que soñamos con un mundo antiguo y mejor. No hay destello que nos distraiga, ni cavilación detestable. El pensamiento nos ensimisma y, al cabo, somos humanos.
El mundo sin mancha es la perfección del hoy. El tiempo presente que nos toca vivir. Abrigarnos si hace frío. Circuncidarnos. Hacernos la manicura. Sacrificar un cordero. Toda resistencia parece inútil: solo tenemos el aquí y el ahora.
No hay causa para luchar contra lo que no nos es dado por la época. Vivimos una vida. Un sola vida. Caminamos. Caminamos.
Pero, en ocasiones, provocamos un torbellino si deseamos otra vida. Es antinatura: no podemos vivir dos vidas. Nos debemos a la sincronía. Luchar contra el ahora es algo marginal, pecaminoso, criminal y ridículo. Todo por un mundo sin mácula donde lo que hacemos es lo que debemos hacer. Sin pensar en ningún caso en salir del camino, hipnotizados por la luz del final. 

domingo, 18 de marzo de 2012

Hojas sueltas

Cuando se rompe el poeta queda, desarmada, su mirada perpleja

Como hombre prescindible y molesto para el devenir del mundo, vive al otro lado de una roca gigante, junto con otros inadaptados. Náufragos sin isla en un mundo de arena y barro. 
El artista pasa el tiempo solo. Es pobre y se afana en consignar la herejía, el sufrimiento, recrear el caos.
-¿Qué caos?
-El del otro lado.

El escritor perece entre roca y barro, ennegrecido del sol, vestido de harapos. Ya no se le acerca nadie. Los insectos son su alimento hasta que nota que no desea perder el tiempo comiendo. Escribe febrilmente, tampoco siente sueño. Después muere.

Entonces, los recolectores de palabras, hacedores de autopsias literarias salen de habitáculos sombríos como oscuras  bocas que de repente se han abierto, bocas negras sin dientes, bocas que exhalan un hálito fétido al tiempo que vomitan desconocidos.

No sé en qué pared se hallaban las cuevas. Nunca me importó que la piedra imperfecta tuviese labios. Labios tan finos que parecían meras grietas.
-¿Y toda esa gente?
-Del otro lado de esa pared de piedra.
-¿Entonces están todos ahí?
-Parece que sí. No lo sé. No me importa. Déjame mirar los trozos de papel volar hacia la nada.

-¿Sabes tú por qué no estamos en el otro lado?
-Somos una generación inexacta. Una transición fallida, un experimento que prefieren no recordar. El paso que se dio, pero no se llegó a dar, fue con estos pies. Ahora, el pasado recuperó el terreno y la generación ha sido desterrada.
- ¿Y el escritor?
-Un fallo diferente del sistema... Pero ahora veamos cómo vuelan las hojas mientras los gentiles saltan con esas ridículas redes y recogen hojas sueltas como piezas que después montarán mal.

sábado, 17 de marzo de 2012

Die sinfonie der stadt


Le habían cortado el cuello de oreja a oreja. Le metieron una esponja, lo dejaron por muerto.
A la mañana siguiente, se levantó como siempre: amarillo, quejoso, sucio y somnoliento. No recordaba que lo hubiesen matado: estaba tan dormido y bien dormido de la borrachera que ni se enteró. Ahora tenía que salir y seguir el viaje, el viaje por el paisaje de la ciudad extraña y extranjera, un paisaje de enanos con halitosis, con apartamentos cochambrosos; un paisaje de cientos de cucarachas y chinches; un paisaje de ruido de tripas y dignidad. El camino se estrechaba a veces y él quedaba atrapado en un angosto pasillo del que no podía salir ni adelante ni hacia atrás; tenía que esperar un tiempo indefinido hasta adelgazar. Durante aquel viaje había encontrado compañía: hombres que le parecían como él, libres y extranjeros, a los que dejaba hablar en busca de buenas historias con las que amenizar el camino, a los que al cabo detestaba, de los que tarde o temprano se despedía.

Tras el degüello, sintió que estaba más vivo que nunca. Nadie a su alrededor le parecía estar tan vivo y atento, ser tan libre y estar tan pleno como él mismo en ese instante. La plenitud con la que oía sonidos de gotas que caen, vientos lejanos que levantan la hojarasca, el borboteo de la cisterna del cuarto vecino, el crujido de la cama de la prostituta; todos los orgasmos, los orines, los pasos de los insectos, el reptar de los gusanos, el chasquido del órgano al masturbarse, la trituradora del camión de basura digiriendo el hediondo fruto de la vida de la comunidad. Todos esos paquetes de cigarrillos y las cajas vacías de trastos sin sentido. Todas esas cáscaras, mondas, espinas y huesos, piel de pescado y de pollo, tocino agrio, botellas de vino barato, latas de cerveza de marca blanca, compresas usadas, pañuelos de papel con viscosidades repugnantes, los condones arrugados pringosos de semen, saliva, flujo y sangre, el brazo de una muñeca, pilas gastadas y contaminantes. Todo a la panza del camión que rechina. Todo a la boca del destierro de la ciudad que se deshace de su mierda para avanzar un día más. El motor del camión que arranca y se marcha saciado suena a amanecer, canto de mirlo, adagio para órgano deglutidor, la sinfonía della cittá. Estremecedora comprensión. 
Delirio.
Decidido a recolectar anécdotas y escribir su viaje, caminaba alejándose sin percatarse de ello. Y así se topó con una riachuelo de aguas que le parecieron frescas y apetecibles. E inclinose a beber. Y en el esfuerzo de estirar el gaznate, la herida invisible se abrió, cayó la esponja al arroyo y un río de sangre manó de su cuello enrojeciendo el agua. Azufre. Fue lo último que vio: el color de la sangre, aguada, borrosa, viajando por las afueras de aquella ciudad.

miércoles, 14 de marzo de 2012

Del diálogo con el recién contratado encargado de una funeraria y las mentiras que este tuvo que prometer a una enajenada con agorafobia inversa perpendicular obtusa


-Embalsamamiento, 5000; incineración, 1500.

-¿Entierro?

-Depende del féretro, del piso; a más alto más barato, excepto la planta baja: nadie se quiere agachar y los que quedan son los que pagan...

-Qué bonita profesión la suya, ¿tuvo que opositar?

-Ataúdes los hay desde 500000 a 1000.

-¿500000?

-Hombre: aleación de acero y kriptonita con revestimiento de maderas nobles y acolchado por dentro en colores relajantes (efecto cromoterapia).

-No me gustan los ataúdes. ¿No tienen fundas de materiales biodegradables? Así como un saco reciclado que pueda traer yo de casa.

-No.

-¿No?

-No.

-¿Por qué?

-Está prohibido meter a la gente de cualquier modo en cualquier lugar.

-Pero ¿y si es mi última voluntad?

-No.

[...]  

Toses, ruido de tripas; el muchacho mira el reloj; ella se coloca y recoloca el bolso; cruza un caracol con brazalete negro en una de las antenas. Más toses. El hambre le puede a él antes que a ella y rompe el silencio:

-Le recomiendo la incineración. Es lo último: ecológico, barato. Ahorre a su familia esas incómodas visitas. El momento del sepelio es siempre desgarrador para los seres queridos. Eso les evita. Y además su seguro lo cubre. Lo que no cubre es un entierro en el suelo, con lápida de piedra y una fuente conmemorativa.

-¿Está usted siendo sarcástico?

- En modo alguno, solo le constato una realidad de la que parece mostrarse ajena.

- Vale, sé que son las dos de la mañana y llevo aquí desde las cinco. Que tenemos hambre y estamos cansados y hostiles pero deje que le cuente que me preocupa mucho algo y desde hace un par de días no puedo dejar de pensarlo:

»El sábado conocí a un tipo en un bar. Me invitó a un número indefinido de cócteles de componentes indefinidos. Me llevó a su casa. Acogedor hogar. Allí sobre la chimenea había una colección de jarrones y ánforas de tamaños y colores similares, justo debajo de un enorme cuadro manierista con quizás un abusivo empleo del claroscuro cuyo motivo principal eran unos perros de caza jugando al póquer, con naturaleza muerta y una réplica de Velázquez frente al lienzo reflejado en un espejo.

»Entre las ánforas destacaba una, colocada en el centro del poyo, de color dorado y relieve grabado con una secuencia de ángeles, en su centro una placa de oro blanco rezaba: “Aquí, los restos de Doña Fernanda de las Angustias Robles Aguilar, viuda de D. Roque Sánchez de Cea, notario. Madre de Enrique, Frasco, Julita, Rosario, Fernanda y Cuqui. Abuela de Sagrario, Hortensia, Gundisalvo,...”.

»La letra iba menguando y menguando. El tamaño se achicaba conforme el parentesco se iba alejando hasta el punto de necesitarse una lupa de filatélico para desentrañar los nombres de los parientes políticos, sobrinas solteras y bisnietos. Al final, una nota diminuta, obra del más grande orfebre de esta Tierra, decía algo así como te recordaremos con admiración y cariño, dadora de vida, generosa y alegre hasta su última hora».

-¿Y?

-¡Desde luego! ¿Hace falta que lo diga todo? ¡Que no quiero que me incineren! Quiero una tumba, en el suelo, rodeada de césped, con una lápida enorme en mármol negro y letras doradas y quiero entrar en la tierra a pelo, sin acero ni acolchado ni música ambiente, ni las otras sandeces del catálogo. Y, de acuerdo, sí que podría admitir una fuente pequeñita y cantarina para amenizar las visitas. Ah, y no quiero misa. 



-¿Es usted hebrea o pertenece a algún credo minoritario que requiera ofrecer algún rito de despedida?


-No, soy atea. Atea perdida. Pero, oiga, se podrían organizar unas jornadas de algo, un concurso de relatos, un ciclo de cine fantástico,...

[...] 



(El caracol pasa acompañado de la que razonablemente podría ser su esposa).


-Está bien, señora, veremos qué podemos hacer. Si fallece usted entre el miércoles y el sábado, yo mismo la atenderé y ya me encargo yo de prodigar todos los cuidados necesarios, dentro de las posibilidades que probablemente excluyan la fuente y los actos conmemorativos, hágase cargo ¡por Dios! Perdón, que es usted atea. 


-Nada, nada, respeto todas las expresiones de nuestro idioma. Entonces, podría prometerme lo del saco en tierra firme, que me he pasado la vida en pisos y no quiero un apartamento diminuto para la eternidad, hombre.


- Haré todo lo que esté en mi mano, tiene usted mi palabra de contratado temporal a media jornada en prácticas. Pero recuerde: entre miércoles y sábado.

-Pues me voy mucho más tranquila.

-Entonces ¿se va?

lunes, 12 de marzo de 2012

Me llamaron los gusanos y acudí




Qué ha sido del recuerdo,

del verbo esculpido en piedra,

el trabajo del orfebre,

flores y marchitas hierbas.

Es como una faena antigua:

morir ya no es lo que era.




Me llamaron los gusanos y acudí




domingo, 11 de marzo de 2012

Apoteosis del alacrán

Como dijo mi compadre Carl tras unas docenas de quintos y unas papas bravas: "Sig tenía mucha razón: el mundo está plagado de chiflados mamones. Anda, paga tú".

Klimt - Sirenas y serpientes marinas




Mentiras y más mentiras. Se viste alegre con suaves faldas, se maquilla mientras mueve sus caderas al son de una música sensual cepillando su larga melena de diosa. Zapatos de 400 euros, más de la mitad de mi sueldo. Si sumo todo lo que cuesta lo que lleva puesto para salir un momento a tomar algo con una amiga no lo pago ni con tres sueldos.
Misterios; todos son misterios. Nada de lo que se nos presenta ante los sentidos es de fiar; son solo indicios de una verdad que va más allá de la realidad. Por eso no me fío de ella.
Después están los telediarios. Los periódicos. Las ediciones críticas. Los poemas pretendidamente crípticos. El expresionismo abstracto. Los idiomas eslavos. El Servicio Andaluz de Salud con todos esos psiquiatras. Todo tan incomprensible, tan indescriptible, tan absurdo, tan falso como ella.
Nos medican para que estemos menos atentos. A los que nos hemos olido algo nos medican. Pero a pesar de todo, vemos las mentiras. Distorsionadas y turbias, como una nube de polvo que se aproxima, que parece espesarse, que ya tienes encima. Dice que va a un lugar, pero nunca está allí. Paso buscando su coche, me asomo por las cristaleras, pregunto incluso por ella. Nunca está donde dice que va a estar. No sé dónde va.
Renuncié a preguntar. Dónde están mis cartas perdidas; dónde vas cuando te vas. Qué hacéis con el dinero que “retenéis” de mi mísero sueldo, sueldo que viene con un plus de hemorroides e insultos: baja autoestima inducida por el trato vejatorio por el hecho de no ser rico e importante; bello e imponente; delgado e influyente.
Soy un eslabón de la cadena, una deforme pieza de metal con conciencia. Hablo con las demás pero son solo círculos sin vida, perfectos aros de metal, orgullosos de su perfecta hechura.
Entre la confusión de la falsa realidad y las sustancias preventivas, sé que soy algo más: algún día me descolgaré de esta serie misteriosa de la que no sé dónde empieza y dónde termina ni cuál es su finalidad. Ese día se romperá la cadena y la maquinaria parará unos segundos. Presenciaré como los otros anillos se transforman, dúctiles, y penetran unos en otros para restituir la falta del “eslabón perdido”. Será como el truco del mago. Como ver cascar un huevo sin que se rompa. Sabré cuán misteriosa es la realidad y testimoniaré lo que en un mundo de imbéciles se podría considerar un milagro o un imposible.
Cómo me desencadenaré y para qué. Es fácil responder. Soy un alacrán que se aguanta curvado para picar pero no estoy en situación de picar. Si este estúpido cuerpo mío cede a mi inteligencia, me estiraré y saldré caminando en mi color negro brillante y mi venenoso y rápido ser. Entonces iré a buscarla. Recorreré calles empedradas por las que me deslizaré veloz y cauteloso, atento a cada mujer de cabello suave y olor a mendacidad, caderas curvas, piernas largas, ojos pintados de azul. Una de ellas será la mía. Y la reconoceré.
Me temo que la escena que encuentre no me va a gustar: me la figuro echada en nuestro coche sin pagar, siendo besada y acariciada por un tipo todo manos, todo labios; dos cuerpos calientes y bien pegados, ella alzando un poco la pierna para acercarlo más. Y si, como he imaginado tantas veces, al acercarme oigo suspiros y pequeños gemidos, no podré evitar que mi aguijón sufra una erección bestial y desahogue su excitación en el cuerpo de ella. La miraré caer como si fuera una serpiente enhiesta de la que el hipnotizador se desentiende. Yo cerraré la cista y la llevaré a un lugar donde nadie podrá tocarla otra vez.
Piensan que la serpiente puede devorar al escorpión, pero ella se descuidará. Y seré yo, sí yo, quien la colocaré en el Lugar. Donde no estará muerta pero del que no saldrá jamás. Ninfa dionisiaca, grandísima zorra, ya lo verás: los misterios se desvelarán.




REUTERS - Athar Hussain

jueves, 8 de marzo de 2012

Hitler y su distorsión de la realidad o Todos somos como el asno de Apuleyo pero sin su inteligencia

Las desventajas de no tener doble personalidad: no tener la enajenación exacta y necesaria para salir al mundo y saquear; hacer de las cosas una extenuante materia receptora de tu violencia. Hoy, atacar el mundo y sufrir un desgarro por un orgasmo intelectual. Cuando el anuncio de un Audi 6 es mejor que cualquier película y cantamos borrachos en los atestados campos de fútbol donde se dirime la historia...
La desventaja de no sufrir una metamorfosis, de no ser asno para que la gente, descuidada de tu presencia, hablara y actuara con la libertad y el albedrío siempre oculto de su vulgaridad, de su odio, de su debilidad; y todo esto se abriese paso hacia el cielo. (Un momento: ¡es lo que hacen!)
Como el perro que se relame cuando se cae al suelo un trozo de bistec, damos las gracias por las migajas de los demás.
Si la esquizofrenia no fuese moneda habitual. Trastorno dismórfico corporal. Trastorno obsesivo-compulsivo. Conductas violentas. Hitler y su distorsión de la realidad: se miraba al espejo y se veía como el cantante de Rammstein. Quién le podría culpar. 
Si el Holocausto hubiese producido un efecto mayor que la creación de un Estado judío moderno, un mero cambio de papeles donde un judío no será ya más la víctima. Nada que desde las alturas de los cielos, desde el Olimpo, el Paraíso,  el Valhalla, el Jardín del Edén o algún Spa no se pueda entender con la sabiduría y la distancia necesaria. Frótame aquí y te lo explico en checo. El mundo no es algo que se pueda cambiar. La Historia ya está escrita así que vive y deja vivir: sufre y déjame en paz. Además podéis elegir, ¿qué más quieres, tía? Elije pasar la vida de vigilante de un museo o en una cárcel de Colombia. Es fácil.
Todo es tan fácil que dan ganas de emborracharse con cicuta. Si no se justificara todo según leyes de la retórica. Si el orden jerárquico se pudiera quebrar. Si el tiempo se pudiera parar.
Todo va demasiado rápido. La media de documentación para una novela de 500 páginas es de treinta minutos (siempre olvidan dar las gracias a la Wikipedia en P&J). Los cuerpos se estilizan y las arrugas se planchan en un par de horas. Antes te pasabas la vida con hambre y haciendo deporte para que al fin la carne colgante te dijera: “Oye, es el camino hacia abajo donde los gusanos nos esperan, para de retenerme, perra estúpida”.
Todo ahora es muy rápido y, si no lo es, queremos que lo sea. Leer un libro en cinco minutos: que nos den el resumen o ver entre cabezadas la película. Unos segundos bastan para convencernos de comprar cualquier cosa. Unos minutos diarios para crear en nosotros el espejismo de pensar y tener una ideología. Y hablando de ella podemos enloquecer como si defendiésemos los colores de nuestra bandera en el nuevo campo de batalla, la guerra que acaece siempre en un campeonato de alguna mariconada. 
El deporte es sano. La democracia es la quintaesencia de la modernidad. Todos somos iguales. No se debe gritar. No merecemos protestar.
Afortunados los sumisos hijos de papá porque de ellos serán los Audi 6 y las camisas de Prada.
Bienaventurados los justos hombres cautos que nos avisan de que lo que callamos nos hace libres y lo que decimos nos esclaviza. Sí, es así, todo lo dicho, puesto en un cartel con una tipografía y una estética adecuada es una gran verdad.
Si nos permitieran volar, me lanzaría desde el piso treinta del edificio negro y me estamparía contra el cartel de la Semana Fantástica de El Corte Inglés.

lunes, 5 de marzo de 2012

Hermenéutica de la cotidianidad

Mi  vecino es un asesino en serie.
Yo ahora voy a que me planchen la cara.
Nos cruzamos. 
Yo no le dirijo la palabra. 
Lo respeto como asesino pero pone la televisión muy alta.

Sola en Kyoto

Lo que queda atrás
mientras cada cual sacude su dolor:
lo que no dijimos,
lo que dijimos,
lo que nunca pasó.
En estos días de absolutas verdades,
de absolutas mentiras,
de publicidad y basura,
de reciclaje y rearme,
tú sufres como pocos.

Ahora mismo el reloj no da las horas;
acabo de colocar un cubo que recoge
el caldo del tejado goteante.
El ruido de mis tripas ahoga el llanto
del televisor, la pelea de los de arriba.
Y de la telaraña y la pelusa 
salen circulitos de energía.

Pocas cosas se salvan:
los largos cinco segundos
antes de constatar
que se está tan solo en Tokio
como en la desierta isla.


                 ***


Las palabras hoy son jarrones
llenos de porquería
y el mundo gira esquivando
los desniveles de la vida.


viernes, 2 de marzo de 2012

Escape Myself




Estoy cansada. El mundo me pesa, la verdad se me escapa. No hay día que no busque fuera y dentro de mi alma. Pero qué voy a encontrar mas que vacío. A veces, logró evitarlo, vencer la oquedad del camino, el vuelo suspendido y el vértigo de la caída. Es por amor. 
En la idea del amor, se aparece el oasis que me calma. Pero esto es un desierto y hay espejismos. Espejismos de vida, espejismos de sentido. Es siempre una imagen que tiembla, y se escapa pues su esencia es furtiva. Así como la vida se va, ella se va hacia algún lugar. Y yo la sigo porque es lo que deseo. Seguir la estela que me guía, que me alivia. Es esperanza y es fe y yo creo en ella. Es un sueño. El sueño de la vida.
¿Estamos dormidos y queremos despertar? ¿O es solo el deseo de soñar?
Hay bálsamos y conozco pócimas, oigo música y leo poesía. Ensordecedora poesía, cantos, profundas ideas que admiro. Y en la estela, en el temblor que persigo exhausta los veo, los oigo, los leo. 
No lo entiendo, pero la pócima me libera. Me ayuda a perseguir la verdad. A soñar que camino sobre deslumbrante y ardiente arena, sobre dunas de ideas y tragedias. Sin pasado, me embriago de presente y la sigo. Trato de asirla, de aprenhenderla. Alcanzo a vencer mi agotamiento y por fin duermo. En el calor y la sed sin límite, descanso abrazada a ella, en brazos de ella, protegida por ella. En sueños rezo para que la pesadilla pase de largo. Una plegaria atea, una plegaria terrenal, supersticiosa, infantil, una plegaria pagana, milenaria que me llega desde los dioses del aire, la tierra, el agua y el fuego. 
Árboles y animales pueblan el suelo que torna verde. Una alfombra cubre el desierto y se hace césped. Se da que el sol ya no quema sino que tiempla los cuerpos que me arropan. 
Ya no estoy sola. El silencio se aparta bajo el hechizo del rumor del río que ronea y los pájaros que se cortejan. El sueño dentro del sueño se vuelve promesas.