jueves, 30 de diciembre de 2021

A la vuelta de la esquina

Como no me gusta nadita madrugar, pero me encanta ver amanecer, suelo pasar las noches en vela, mirando a ambos lados: al que suele y al que deseo, por ver el sol salir. Llámenlo trasnochar, si quieren. Es un modo de espera como otro cualquiera. La noche, aunque pueda parecer lo contrario, es corta y templada y te envuelve con humo y espuma y abrazos y risas o llantos pasajeros. Hay estatuas y soledad y felicidad que duele y, como todo, pasa rápido. Y el sol sale por el lugar de siempre, aunque yo no pierdo la esperanza de que un día de estos aparezca por la montaña de poniente y lo veamos solo los que miramos al cielo mientras los demás duermen.

martes, 28 de diciembre de 2021

El clavo ardiendo

Hace algún tiempo me preguntaba cómo sería estar tan desesperado. Durante mucho más tiempo, seguí esperando a ver si sentía esa necesidad de, antes de caer al precipicio, agarrarme a cualquier cosa por dolorosa y desagradable que fuera. Si yo podría sentir tanto vacío y tanto miedo para aguantar lo insoportable. Si me valdría la pena, si me daría por vencido. Y no. Nunca pasó. Quizás pasase y yo no me di cuenta: son muchos años y ha llovido una barbaridad. Lo que sí sé es que yo he sido y soy el clavo ardiendo de mucha gente. Y no es que me importe, ni siquiera me molesta, pero me doy cuenta. Y eso resta. Resta y no poco. Me resta a mí, me embebe hasta quedar hecho una minúscula mota de amor que nada importa, que se cambiaría en un abrir y cerrar de ojos, que un chasquido desharía. Una partícula invisible que baja y, al final, se barre porque no hay nada más asqueroso que las pelusas en el suelo, telarañas en las paredes, el graznido de las gaviotas, el aspecto de un roedor con alas; nada del otro mundo, pero desagradable y molesto. Las cosas pequeñas, igual que las grandes, han de ser deseadas sin necesitarlas, ser imprescindibles incondicionalmente, ayudar a la felicidad, o al menos dar alegría, y merecer recibir amor de vuelta. Si no es así, es de la otra manera. Una manera poco deseable, un presente sin recibo regalo que se pueda devolver para obtener algo mejor o, al menos, más apetecible en la subjetividad irresponsable y cambiante del receptor.