miércoles, 9 de febrero de 2011

Ponle título tú, si quieres

Cuando la política consiste en adular a la masa consumidora, obtusa, contante y votante, todo se vuelve turbio.

Esta semana he pasado de rellenar formularios y más formularios de los que depende cierta subvención y que consisten en dar cuenta de las actividades que se llevan a cabo en plataformas virtuales; en cómo, cuándo y con qué "herramientas" he planeado una asignatura, si esta está en el Campus Virtual; detalles, más detalles: cómo, qué, por qué, cuántos, cuándo.
También, claro, es pertinente explicar si he publicado algo, sea o no de interés para mi "labor docente", sea o no de interés (y punto). Y es que se impone publicar, publicar, publicar; publicar cualquier cosa: se valora de modo cuantitativo no cualitativo.
Se hace evidente, aunque nadie lo dice, que todo esto es un chantaje: si no publicas, si no colaboras, si no haces nuestros cursillos, si no haces "méritos", no te damos la acreditación, no te subvencionamos, no te concedemos la beca, etc., amparados en el término "calidad" y la palabra mágica "innovación". Si con la pasta que dedican a proyectos de innovación docente que reinventan lo habido (y no lo por haber) se hiciera algo útil, otro gallo nos cantaría.
Mientras evalúan a los profesores mediante parámetros falseables y que solo sirven para entorpecer nuestra tarea ahogándonos en papeleo, los alumnos de 1º se hacinan en un aula donde la profesora les enseña una Historia que no quieren aprender.
Yo pensaba que el Grado sería una adaptación realista a las necesidades del momento: grupos pequeños, enseñanza cuidada; tutorías y contacto con el alumnado; dar confianza y motivación: ayudarles y ser compensados con su interés. Verlos entender y crecer. Darles una guía y dejarlos comprender, porque si están ahí es porque quieren. Dignificar la Universidad y obligar a que algunos se renovasen y atendiesen a su profesión que hay mucho caradura y mucho vividor, y poquísimos trabajadores y luchadores que hagan esto por vocación de mejorar el mundo.
Pero, no.
Los que fueron los primeros defensores -acérrimos- del grado son ahora vice-esto de nosécuántos y vice-aqueso de noséqué y -qué cosas- se dedican a asentir con la cabeza mientras se mete a 140 donde tendría que haber, como mucho, 50. ¿Hola? ¿Y la calidad? Los desdoblamientos y las tutorías me suenan ahora a cachondeo. Corregir un trabajo semanal de 140 alumnos y darles un trato en condiciones así no es posible. Hubo la oportunidad de hacer dos grupos pero "no se financiaban". Claro. Todo lo gastamos en evaluaciones de la titulación, cursillos de sobre cómo rellenar un CV (sí, hijos) y financiación de proyectos de innovación.
¿Todo, entonces, era para la foto? ¿Para que lo que el grado y Bolonia significaban quedase en el papel , sin ninguna intención de llevarlo a cabo?
Encima los jóvenes no cooperan. Los más de ellos. Y así no hay quien crea en el futuro.
Le dicen los de Arte a B. (y me dice I. que ya viene del Instituto) que no quieren estudiar Literatura, que eso no es lo que necesitan, que no están aquí para eso. Y no sabemos cómo consolarnos mutuamente. Estos tienen suerte. Una suerte que desperdician de un modo infinitamente torpe.
La cultura no interesa a nadie. Los alumnos vienen (se les adiestra para ello) buscando una salida laboral. Todo lo que se salga de la estricta especialización profesional está fuera de lugar para los malenseñados espíritus posmodernos tan banales e insustanciales.
La mala educación va entrando por las puertas de la Universidad y viene de la mano de una reforma educativa hecha por políticos inútiles, asesorados por pelotas y cuya solución para todo es bajar el listón...
Aquí, como en casi todo, cuando algo no funciona, no hay reflexión sobre cuáles son las causas del fracaso ni -quizás- un intento sincero de darles una solución razonable que implique el esfuerzo de todos. Lo que ya, de camino, abriría la puerta a la responsabilidad individual y colectiva en todos los problemas que nos atañen y tan graves son. No, aquí la culpa siempre es de otro. Nadie recapacita sobre lo que podría hacer sino sobre lo que los otros no hacen o deberían hacer o no hacer. Y si algo no nos va bien a corto plazo, no dudamos en tirarlo abajo y levantar uno nuevo, más caro, más aparente. Y vuelta a empezar de cero.
No nos movemos.
Y, desde luego, no son solo los políticos y sus mentiras, y esta destrucción como fórmula mágica en manos de alquimistas ignorantes.
Algunos jóvenes se topan contra muros menos pasajeros. Ahora, dependiendo de la suerte, tienen que padecer a quienes no adaptan el temario a los requisitos de la titulación y el curso que "enseñan", con la mente más en afianzar su puesto de trabajo (publicar, opositar,...) que en cumplir razonablemente con su obligación de profesores. Tienen hipotecas, hijos y preocupaciones, lo sé; pero no somos oficinistas, reponedoras de supermercado ni trabajamos en una fábrica de Donuts.
De algún modo, tendríamos que dejar de ser corporativistas. Pero esto, decir esto, esta mera afirmación está mal vista.
La sensación es de un pesimismo agobiante y una decepción asfixiante. Estamos perdidos del todo. Nuestros políticos son unos ignorantes y unos cutres que van solucionando problemas con parches, y además prestan atención a los problemas equivocados (y me abstengo de decir nada a este respecto, que podría). Tal como lo veo yo, hacen el caldo de cultivo a los aprovechados y a los trepas y matan las ganas de hacer las cosas bien de quienes -cobardes y llenos de deudas- nos sentamos a observar cómo nos adentramos en una sociedad sin norte, y sin más deseo que el de enriquecerse, comprar la enésima gilipollez y tener una Visa Oro.
Medimos a nuestro semejante por la ropa que viste o por el coche que conduce. Medimos a las personas. No las escuchamos cuando tienen algo que decir.
El único reducto pensante de la sociedad esta consumista y endogámica que hemos heredado era la Universidad. Con sus defectos y sus virtudes, con su ser obsoleto, anticuado, lento pero -al menos- seguro. Y ajena o no a los alumnos (podría ser discutible), no ajena al conocimiento, a la cultura y a la superación del ser humano.
Ahora el pensamiento independiente, el individuo crítico está acorralado y moribundo. Dentro de unas lamentables décadas, esto será el campo de cultivo de hiperespecializados e ignorantes. Que solo saben del tornillo que les toca apretar y no quieren saber nada más. Esperando a su cheque a fin de mes para gastarlo en lo que diga la TV en ese momento. La primavera llegará cuando lo diga El Corte Inglés y algunos tendrán mejores coches, y sus hijos irán a colegios de pago y a universidades británicas mientras aquí la gente votará a quien diga Antena 3.
Decidme que me equivoco.

lunes, 7 de febrero de 2011

cienciaficción 1-religión 0


Desde el camino de fuego observo el Universo a mis pies. El mal por fin ha triunfado y ya nada me queda por hacer. De tanto en tanto aparece esa obtusa serpiente que no se entera de nada. Tratando vanamente de tentarme con manzanas, canciones, arcoíris perfumados y promesas pueriles. Qué triste.
Yo ni me digno a explicarle: es un ser irracional. ¡Qué va a entender que ya no queda nadie a quien corromper!

sábado, 5 de febrero de 2011

Kavafis-Ítaca

Cuando emprendas tu viaje hacia Ítaca
debes rogar que el viaje sea largo,
lleno de peripecias, lleno de experiencias.
No has de temer ni a los lestrigones ni a los cíclopes,
ni la cólera del airado Posidón.
Nunca tales monstruos hallarás en tu ruta
si tu pensamiento es elevado, si una exquisita
emoción penetra en tu alma y en tu cuerpo.
Los lestrigones y los cíclopes
y el feroz Posidón no podrán encontrarte
si tú no los llevas ya dentro, en tu alma,
si tu alma no los conjura ante ti.
Debes rogar que el viaje sea largo,
que sean muchos los días de verano;
que te vean arribar con gozo, alegremente,
a puertos que tú antes ignorabas.
Que puedas detenerte en los mercados de Fenicia,
y comprar unas bellas mercancías:
madreperlas, coral, ébano, y ámbar,
y perfumes placenteros de mil clases.
Acude a muchas ciudades del Egipto
para aprender, y aprender de quienes saben.
Conserva siempre en tu alma la idea de Ítaca:
llegar allí, he aquí tu destino.
Mas no hagas con prisas tu camino;
mejor será que dure muchos años,
y que llegues, ya viejo, a la pequeña isla,
rico de cuanto habrás ganado en el camino.
No has de esperar que Ítaca te enriquezca:
Ítaca te ha concedido ya un hermoso viaje.
Sin ellas, jamás habrías partido;
mas no tiene otra cosa que ofrecerte.
Y si la encuentras pobre, Ítaca no te ha engañado.
Y siendo ya tan viejo, con tanta experiencia,
sin duda sabrás ya qué significan las Ítacas.


Constantino Cavafis (1863-1933)