viernes, 4 de septiembre de 2015

la felicidad de los vivos y el inalcanzable don de la inmortalidad

Hoy, día tal del mes tal de 2015, ha muerto mucha gente. Niños mayormente. Niños pobres o de países en guerra o robados para solo Dios sabe qué horrores. Además, hoy también ha muerto gente que tenía que morirse. Gente vieja, con años felices (más o menos) a sus espaldas, con amigos, hijos, nietos, alumnos que los recordarán y todo ese jazz. Hoy es un día como cualquier otro. Para mí, lo diferencia del resto el mero hecho de que hoy precisamente no he muerto yo de enferma o de vieja; ni mi hijo, ahogado, ni mi hermano, en un accidente de avión o un atentado de aquellos y estos.
Así que hoy es hoy, un día menos para algunos, un día más para nosotros. La vida tic-tac espera de nosotros un algo que no llega hasta que llega y cuando llega es el final. Esto es un infinito no-final hasta que llega el final.
Lo siento, Paco. Lo siento, niños. Seremos inmortales en un museo de cera. Quizás.
Fdo.
El escrivano

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