domingo, 18 de diciembre de 2022

Hoy estoy insultona, pero es que la vida manda un montón de güevos

Y yo que pensaba que estaba loca... Un ejemplo que lo ilustra: me hice con una escoba que no uso para barrer. Y todo lo que tengo se lo doy a los demás, más que nada porque me agobia la acumulación y me fastidian las cosas y lo material me da un poquito de asco. Loca, ya digo. Siempre veo colorines que se mueven, dondequiera que mire. Achacable, desde luego, a una patología mental, pero igual es que soy súpermiope, que es una patología de otra índole, digamos, menos lírica. Hay diversidad de opiniones, todas en mi cabeza. A lo que iba, que siempre me pasa igual (deben estar ustedes hasta los cojones). El otro día, pensando yo en mis cosas, previas navidades pascuales y eso, por un paseo marítimo pleno de sol y familiares alegrías, testimonio  (yo, que es verbo, idiotas) una bronca muy violenta entre gente de distintas edades, alturas, complexiones y acento, pero con la coincidencia única de ser, hasta donde conozco, tíos, vaya de género no neutro, tirando a género masculino, es decir, una panda de hombres varones. Y yo que tenía como única cosa segura en este mundo de postverdad absurdo que comandaba la nave de los locos, la stultitia navis, en una traducción demasiado amable, y era (yo) merecedora de capitanear tan insigne barco, lleno hasta los topes de torpes, a resulta de mi estultez, voy y me percato de que no debería pensar que estar loco es poco sano y que igual debo cambia el nombre de mi barco, porque esos congéneres nuestros (los de la pelea) de ese sexo concreto parecían, a todas luces, a otras horas y en otros lugares, gente de fiar, normales, sanos. A ver, casi todos van al gimnasio y tienen novias con abrigos caros. Y yo, con mis manías, siempre creí que ellos eran mejores que yo, no por ser tíos, que eso sí que es una gilipollez (y siento tener que aclararlo pero hasta aquí hay tontos), sino por no estar comiditos de la cabeza, me doy cuenta de que menos mal que la que comanda este manicomio navegador soy yo. Acojonada del todo, me vine para casa, saqué la escoba y me fui a dar una vuelta por los cielos, viendo todas esas luces que han puesto, borrosas (e invisibles para los otros) guías de antiguos telégrafos. Ya se me ha pasado el susto, pero espero que mi nave de la estupidez no se convierta en algo tan asquerosamente violento, aunque los piratas tengamos que jugárnoslas con mucha gentuza, al menos los de esta nave, solo hacemos por ganarnos deshonestamente la vida, siempre sin violencia.

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