A un tal D., que insiste en que respire.
Y, por qué no, a J. C., que ha abierto la jaula.
Último día de julio. ¿Qué día es hoy? Jueves. Nada en la agenda. No me fío... Siempre hay algo en la agenda, aunque sea recordatorio de vitaminas, compra de 13:00 a 23:00 (o por ahí), llamar a la tita que es su santo, u otras cosas igualmente tontas o importantísimas de vida o muerte.
Así que hoy la agenda no vale para orientar a nadie. Bien, bien. Me alegro. Es solo que pasar la página y afrontar un entero mes de colorines y límites de entrega requiere de un valor del que carezco. Ni agosto ni vacaciones médicas. No me fío...
Hay en el ambiente un fondo de ondas eléctricas, un rumor de falso silencio, como un aviso de que algo hay, ocupando espacio, posiblemente traspasándome, invisibles intrusos espías cancerígenos. ¿Pasarán de largo? ¿Qué día era? Jueves, sí, sí, sí. Jueves. Es verdad. No hay nada hoy, último día de julio.
Querido diario (tradiciones textuales se imponen entre la libertad de pensamiento, palabra, obra y yo misma, creada carne por la inercia de la costumbre, venida a este mundo, donde lo primero fue el Verbo, hecha a la imagen y semejanza de un molde discursivo, como por decir).
En fin.
Querido Diario:
Ayer me olvidé de comer. Después me dolió mucho la barriga y dormí fatal. Quise escribir, pero me salía todo en portugués y no entendía bien bien lo que decía. Puse el aire acondicionado (a ver si era eso). Y nada. Me comí medio plátano y 4 arándanos sin lavar (a ver si era eso). Y nada.
Acabé de nuevo en la cama, consolándome con que no es Hans, es Miecszylaw y es Olga, no Thomas. Quién me iba a decir a mí que iba a regresar a Silesia veinte años después, entrar dócilmente por una puerta abierta un poco a medias por una tramposa traductora y sus compinches locos. La cosa es que no deja de ser curioso que la marea, el tsunami ese, haya echado el polvo venenoso y haya traído un bosque lleno de metamorfosis, como el que me lanza un salvavidas. Y todo por unas setas, -bueno, muchas- y por Irena y Emi y hasta por Alexis.
Fue un día, ayer, anodino y horrible. Ay, Diario. Y yo que pensaba que un día anodino sería la paz. Cómo se puede ser tan mema. El horror anda siempre detrás, en la sombra de una, haga sol o granice, te griten o te ignoren.
Perdona. Me he ido, porque increíblemente había olvidado tomar las pastillas. Y ha sido un poco lo de siempre de dudas y preguntar al I Ching y todo eso que tú y yo sabemos. Y, claro, se me ha ido el hilo.
Ya hoy. Muy hoy. Llevo pensando horas en que las nubes tóxicas, caóticas como son, se dirigen a alguna parte lejos, muy lejos de aquí. Espero que no se asfixie nadie, vaya esto por delante. Pero lo que llevo pensando horas es que ya puedo poner el modo respirar al 100% y no lo pongo.
Entra D. Le hablo del aire, que es menos denso. Ya lo sabe. Sale D. Se cierra el telón. Me quedo detrás del telón, pero es verano. El telón es como de terciopelo de algodón verde oscuro y te echas a sudar solo mirarlo, así que, como puedo, repto buscando la salida, evitando quedarme entre bastidores por mono que haya quedado el escenario de casa. No sé si lo conseguiré. Ya te contaré mañana (y, si no, mejor para todos).
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