lunes, 11 de marzo de 2013

Muerte entre las flores

Y restos de lágrimas en las mejillas como recordatorio de su vergüenza dieron a Bernie las fuerzas para recorrer el bosque de vuelta a la ciudad, 50 millas con la mente fija en el tipo que había perdonado su vida. 
Exhausto, Bernie subió al apartamento del hombre con quien compartía cama y talla, una altura y una delgadez extrema, manos finas y alargadas: le cambió la ropa, le condujo al lugar en el que unas horas antes había mojado los pantalones y le descerrajó un tiro en la cara. 

Ahora que era un fantasma, podía planear su venganza.



5 comentarios:

omar enletrasarte dijo...

un ingenioso relato, breve y bueno
saludos

Riforfo Rex dijo...

¿Y si el tipo se despertase en un hospital, sin cara. Sin ojos, sin nariz, sin boca. Un único hueco dejando ver parte del hueso y el agujero por el que entra el aire haciendo un ruido desagradable. Y si el tiro se llevó por delante un trozo de cerebro que le paralizó medio cuerpo pero todavía conserva movilidad y conciencia suficiente para repetirse: "Por qué lo has hecho, Bernie, por qué lo has hecho, Bernie", y una rabia que va creciendo a medida que pronuncia ese nombre?

Unknown dijo...

Ilustra bien el principio de no dejarse; propio de indivuos con instinto educativo.

Pilar dijo...

Saludos a los tres; Ricardo, esa historia sería totalmente tuya.

Riforfo Rex dijo...

En realidad lo copié casi todo de Johnny Cogió su Fusil.