Es otoño.
Se nota por las nubes que se agolpan por poniente,
oscuras y aún lejanas,
acampadas ahí,
entre la silueta azul de los montes,
esperando como un general en el horizonte.
Y, mientras mis rodillas crujen,
mis ojos se habitúan a no sentir la punzada
del rayo que no cesa.
Ahora toca levantarse obedientes
y conducir hacia mañana a la hora ordenada,
rellenar los huecos de un Excel infinito,
limpiar felpudos oxidados de hojas crujientes
y volver, al tiempo que giramos,
un ojo puesto en donde el general gris aguarda.
2 comentarios:
El día que consiga ser alguien pondré mi nombre. Me gustó en particular ese verso que dice "conducir hacia mañana a la hora ordenada".
Eres mi alguien favorito. Si no fuera por ti, yo no existiría y, menos, estos torpes escritos. Así que calla e invéntate otro nombre, pero uno nuevo que ya te conozco varios. :*
Publicar un comentario