sábado, 25 de septiembre de 2021

Epístola al anónimo de siempre ( o a una nueva, que no me lo creo ni yo...)

Como entre todas mis virtudes, la de la pereza se lleva la palma, una de las cosas que no hago es asistir a casi nada a lo que no me empujen obligaciones contractuales por las que soy recompensada económicamente. Así que no voy a presentaciones de libros, homenajes, citas culturales súper originales (sí, lo sé, se escribe junto), tertulias, conciertos y un sinfín de ocurrencias que la gente tiene para reunirse y echar un rato, haciéndose (o no) los listos. A veces, por la propia vaguera de no decir que no, aparezco a una graduación de alguno de mis hijos sin mucho entusiasmo. Tantas puestas de largo, tanto celebrar nada... En fin. Cosas de esas. La excepción que... Eso. Dicho esto, sí que leo algunas de las cosas que me mandan jóvenes ingenuos, poetas en ciernes y otros no tan jóvenes ni tan poetas. La cosa es que de vez en cuando me da un puto vuelco el corazón. Yo ya no escribo justo por eso. De repente, sin levantar medio palmo un alguien compone maravillas de claridad deslumbrante y me jode el día o peor. Y eso ha pasado recién. Me dice un anónimo masoquista que escriba algo. Hombre, si no es más que eso, vale. Aquí escribe todo cristo y no pasa nada. Otra cosa es que lo que me pida sea que cuente algo, que pergeñe un relato, que me saque de la chistera un poema que no dé arcadas. Por ahí no paso. Este ya no es mi tiempo ni este es ya mi sitio. Hubo un sitio, distinto de este, que sí fue mío. Allí, me subí un buen día a un barco y disfruté de los gozos de pecados sin nombre. Otra vez, esas cosas pasan, se me arponeó desde un barco y salí como pude viva y bien masacrada. También me pasó que vi montañas de piedras azules y sentí una punzada de felicidad y amor que ya apenas recuerdo. Ahora me dedico a llenar cajas de cartón con recuerdos y ropa que se me han quedado pequeños o grandes y cuya ausencia es, al mismo tiempo, un alivio y una mierda, pero, siendo consecuente, las doy a alguien para que las aleje de mí y poder dedicarme a nada en la felicidad, la tranquilidad y la libertad que te regala no tener pasado ni futuro. La cópula para mí es ser, estar y, sí, parecer, sin mucho más que sintaxis de antigua escuela. A ver, no es que no tenga nada que decir. El que me conoce sabe que no paro de hablar y, a veces, con sentido y casi gracia. Pero los contrargumentos pesan más que yo y pasan los días, las semanas, los meses y las pandemias, las riadas de agua y lava, las generaciones de estudiantes, las jubilaciones de compañeros, los entierros de familiares, la compra, la colada, la relectura de Mio Cid, los mapas lingüísticos que esconden mil tesoros, las cartas de Octavio Paz, las intimidades de gentes de hace tres siglos o más, Christóbal y Valle, Juan de Dios, sor Dolores, Antoñico y su mal carácter, el cólera morbo, la mano del conde y el carbunco, el principio de curso, las visitas médicas,... todo, todo lo que es mi vida y, en lugar alguno, hay sitio para mí, tal como lo hubo. Y no es peor. Ni importa, obviamente. Ocupo espacio, eso es cierto. Sirvo para cosas, eso también lo es. No es poco. Que el tiempo es como un árbol milenario con raíces que se pierden en el centro de la tierra y se clavan en el corazón del planeta, como intentando decir algo a un trozo de piedra que da vueltas y vueltas, es un hecho. Otra cosa es que, para alguien que no sabe si trae más suerte un elefante con la trompa hacia arriba o un búho esculpido en piedra caliza, dé igual al tacto un zafiro o un soldado de Terranova y solo se conforme con no perder el sentido del tacto y seguir en esta parte del planeta sin molestar mucho, tendida panza arriba emulando a aquellos griegos inmortales a los que todo se la sudaba mucho.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Te entiendo. Soy otra persona que reniega de un pasado ya muerto y que no tiene futuro, a la que sólo le queda un presente entumecido, cansado y doloroso que sobrelleva con medicación. Lo que para otras personas es gozoso, para mí es un esfuerzo que ya no siempre estoy dispuesta a hacer. Busco un poco de felicidad en el presente intentando tragar la mariposa que se quiere posar en mi cara para que revolotee en mi estómago y no llego a conseguirlo. Este tampoco es mi espacio ni mi tiempo.