Hace poco supe que la lluvia de las películas es leche. Imagino litros y litros de leche sobre un Gene Kelly intolerante a la lactosa. Una caricia por los cabellos pringosos de la amada en una romántica despedida: el héroe (o lo que sea) de pie en un andén. Ella, repentinamente seca, lo observa desde la ventanilla que, en ese entonces, se podía bajar si tenías fuerzas para ello. Las lágrimas de él se mezclan con las gotas de una tormenta que arrecia como metáfora de alguna mierda de esas de diferencias de clase: no tengo un duro y tú mereces algo mejor o nuestros países se han declarado la guerra o ya le di el sí a mi primo antes de estas vacaciones. Él llora bajo la lluvia y se relame como un gato. Alguien grita: ¡corten!
Papá de mi alma. Llegué a esta el 27 del corriente. Estoy bien, aunque el viaje fue accidentado. Los caballos no tenían fuerzas y tuvimos que hacer una porción del camino a pie en plena Sierra. Cerca de Puerto Lápice, volcamos. Cuando, por fin, los postillones y escoltas lograron recolocar el coche en el camino de forma que las ruedas volviesen a estar abajo y nosotros dentro del carro, nos sorprendió una tormenta breve pero espesa que los mozos aprovecharon para merendar sentados en unas resbalosas rocas que, por lo visto, señalaban las millas que nos separaban del "kilómetro cero del mundo", según contó uno de los pasajeros que volvía precisamente del futuro. Lanzamos unas onzas de chocolate a modo de agujetas para que los muchachos repusieran fuerzas y hubo un ligerísimo alborozo que, obviamente, mi tía y yo afeamos con un gesto para evitar confianzas poco apropiadas.
Solo espero que esté usted sin novedad, padre mío, porque ya se sabe que cualquier novedad es de temer, y más con los tiempos que corren, cómo están los caminos, la plaga de cólera y la guerra, claro, también la guerra con... ¿los franceses?
Da mis finas expresiones a primos, hermanos, tu cuarta mujer y mis sobrinitos, y manda a tu obediente hija,
Galatea [rúbrica].
Amada e ignorante hija de mi corazón, Galatea. Siento que tuvieras un viaje tan poco afortunado. Es cierto que ese año llovía así: súbitamente, tormentas de pocos minutos y blancas como la nieve y cálidas como el Terral. Fue aquel un año extraño. Por aquí seguimos, a Dios gracias, sin novedad. Te escribe, a mi dictado, Rosa, con la que me casé tras la tristísima muerte de Carmencita a la que pude, a Dios gracias también, dar tus expresiones a tiempo. Pensándolo bien sí que ha habido alguna novedad. Te manda expresiones tu hermana Pilarica, la única que nos queda por colocar (mejorando lo presente). Sigue, claro, en casa. Si puedes y conoces algún joven de estatus y dignidad en aquella, da razón a Rosa. No dilates este encargo, hija mía Galatea, que ya sabes bien, tú mejor que nadie, que el tiempo corre en contra de las jóvenes y sus pacientes familias.
Siento mucho que falleciera tu tía. Las Clarisas de aquí rezan cada día por su alma y todos en la casa tuvimos una gran pena. Dios la tenga en su gloria y a ti te dé fuerzas para gestionar el patrimonio que tuvo a bien legarte.
Se nos llena la vida de muertos.
Tu padre.
2 comentarios:
Lo estoy, bien por la presente, espero que tú también, adiosgracias.
Siempre hay que decir que estás bien. Estés como estés, hacer lo contrario es de sumo malgusto.
Bs, Ricardo
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