sábado, 30 de agosto de 2025

Manchas de insecticida

 Y la piedra fue y, después, la hormiga. Nació, sin motivo, la mentira. La hormiga bajo la roca. La roca en movimiento. El viernes fue domingo. Y el domingo, lunes. Llegó el hombre y su ruido. Tomó una piedra y mató cientos de hormigas. No hubo duelos. Vinieron muchas más. Sin intenciones salvo prever no morir de hambre, porque, entre una cosa y la otra, fueron las estaciones. El verano. Las cucarachas. El invierno. Las chimeneas. El otoño. El bosque con sus setas. La primavera. Sin adjetivos. Los hombres hicieron casas de piedra. Las hormigas, guaridas bajo tierra. La roca observa sin ganas el cambio, la desesperación de las hormigas cuando acaba el verano, los hombres y sus abrigos y sus paraguas. El mar y su abismo. A la roca le gustaría no ver, no oír, no saber, no sentir cuando la pisan. Pero, como cada cosa, excepto quizás el hombre, no puede cambiar su naturaleza.

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