Aquel que tiene un tornado en el pecho
que aflora por sus labios y por sus dedos
ideando palabras, masticando versos,
que acaso no dicen nada, mas podrían ser
-pasó alguna vez-
tormenta feroz y lasciva,
lluvia fina que amansa,
brisa ardiente que inflama.
Solo en lo que miente dice alguna verdad.
El sol de la pena
y el sol de la esperanza
y el sol de la alegría le abrasan.
Conoce lo imposible y lo perfecto
que anidan en su alma.
El poeta toca una cuerda invisible
con su deseo.
No son palabras: es el corazón,
que de algún modo se arranca
y deja entre tus manos
como una amapola caliente
que palpita, que te mira,
que ahora ves y ahora no ves.
Dirá: te regalo mi corazón,
lo guardaba en mi pecho,
brillante, como el placer
que algún día te daré.
¡Oh, aquella está perdida!
El poeta necesita estar loco.
Así esa voz, díscola e incontrolada,
que tantas veces embriaga,
que inventa sueños y eleva almas,
viaja en un fingido navío.
Disfraces inventa el que simula,
cuando necesita sobrevivir
al amor o al vacío,
a su impulso
3 comentarios:
Me gusta. Las imágenes del poema son evocadoras. ¿Se te podría aplicar también a tí esta descripción como poetisa? A mi me parece que no, tus poemas transpiran verdad, no artificio.
todo eso hace, creando, el poeta,
pero muchas veces la poesía lo atormenta
saludos
Un abrazo, Antonio, Omar.
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