jueves, 23 de abril de 2015

Maldita sea mi suerte, maldita mi estampa, maldita insoportable gravedad del ser y malditas letras

Me pasé al lado tenebroso de la fuerza y viajé en primera clase, comí langosta, dormí largas siestas y me deleité en interminables masajes. A veces, me dolieron los pies a causa de los calzados elegantes y las fiestas, pero nada que impidiese, tras un providencial descanso entre almohadas a la carta y las sábanas más ligeras y suaves, disfrutar de mis alturas de esos momentos festivos y leves y veleidosos.
Después, como suele ocurrir, vino un hada a mí en sueños y me recordó que debería escribir, escribirte, escribirlo, escribirnos. Y las estrellas del hotel fueron cayendo una a una hasta quedar en tan mal estado que fuera un B&B destartalado donde despertase para acabar de nuevo en este lado.

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