martes, 19 de julio de 2022

El mundo arde. Y yo ardo con él

Despierto. Aunque no estoy dormida, despierto. Sé que no estoy dormida porque, cuando duermo, me duele todo el cuerpo. Y ahora solo me duelen otras cosas. Él dice "lo siento", yo digo "no, no lo sientas". ¿Cómo no te iba a querer de un día para otro? Me cuesta decidir dónde van los puntos, dónde van las tildes, dónde encajo yo en esta marea de noticias desesperantes. En la fatalidad, -oh Leoncio-, de ver la montaña rusa que son algunas vidas. En el despropósito que es conocerme y olvidarme a un tiempo. Las cosas de esta época son, al menos, estimulantes, no como si lo estimulante fuera bueno, pero creo que tengo la suerte de vivir tiempos extraños. Y lo extraño es siempre interesante. Y lo interesante es siempre inspirador. Y lo inspirador hace que la vida tenga sentido, aunque se quemen bosques perfectos, aunque todo se desmadre, aunque hasta la protesta del más obtuso de los imbéciles que escribe en twitter (vaya tela de mundo) sea un motivo para cambiar el rumbo de un país, de un continente, del puto entero Occidente. En fin. Esta época. Con sus terremotos, sus escándalos, sus volcanes, su cambio climático, con su no saber si lo que lees es verdad o mentira, con pasar del telediario, con todo el mundo ardiendo del calor y la dejadez, con los drones grabándonos follando, con música clásica remasterizada horteramente, con un ejército de hormigas en las cunetas, como avisando: ¡Aquí! Con la vuelta atrás del pensamiento, ¿pensamiento?, humano, con la decisión constante y deprimente de dejarte todo el rato -a ti, mi amor-, de lado. Con la convicción de que algo peor vendrá y espero verlo para contarlo. Se nota que leí mucha poesía y muchas historias desastrosas y que todos somos Henry y Henry somos todos. Y me doy un poco de asco. Otra vez, siendo egoísta. Otra vez, pasando páginas escritas en ebriedad, viendo y pensando, sí, que es la mejor época para que alguien curioso por los cambios, por terroríficos y acojonantes que lleguen a ser, está aquí para dar fe, cual notario impertérrito, pero sin estudios ni imperterritez. Pensando, pensando, es que ser alguien transfronterizo en el tiempo es un lujo, pues si la hubiese diñado cuando debía, no habría podido ser. Que sigo viva y este desastre es mi algo que contar.

2 comentarios:

El de siempre. dijo...

Yo no he tenido nada que contar desde hace...puf . Casi te envidio. (El *casi* es mentira).

Anónimo dijo...

Somos como esas ranas a las que meten en el caldero con el agua fría y a las que van calentando lentamente hasta hervirlas. No saltamos fuera. No nos quejamos. Lo peor es seguir así cuando sabes lo que se avecina pero ya no tienes ni energía para saltar, ni esperanzas de salvarte. Casi parece que somos masoquistas que disfrutamos sufriendo. Pero no es así. ¿Queda alguien con energía y esperanza?¿Alguien que aún pueda sentir rabia e ira? Al menos tú puedes aún sentir deseo y amor. Yo creo que ya ni eso. Tal vez debería dejar de comer y beber para aligerar de una vez el futuro final que no augura ser más feliz que el ahora. Yo también te envidio por ser capaz de seguir sintiendo, aunque a veces sea dolor o miedo.