martes, 4 de diciembre de 2012

No es este un mundo para la nieta bastarda del Jorobado de Notre Dame

Por motivos ajenos a mi voluntad, ando explicando la formación de palabras en lugar de hablar del mucho más interesante tema de la deformación de palabras. Pero no es este un mundo para la nieta bastarda del jorobado de Notre Dame. Y así, ocupando mi tiempo en cosas banales, en cosas que hago con empeño pero sin ganas, en cosas que me permiten ganar algo de pasta, veo la luz y aclaro algunos términos del contrato que alguien, por poderes, firmó en mi nombre el día en que me escupieron a este basurero llamado Mundo. Oigo una voz cavernosa que me dice que entre un montón de dinero y la Verdad, entre un montón de dinero y el Amor, entre un montón de dinero y Dios,... no hay dudas en la elección. Y ahí, paro de escuchar. Tomo mi cuerpo flaco y lo llevo al congelador en que se ha convertido mi terraza, fumo para dañar mi integridad y mi salud y mi apariencia y me dedico a leer el destino de los tiempos en la forma de las nubes, que es la profesión para la que yo venía predestinada. Hace un frío de cojones. Las nubes están espesas y aisladas, sus límites como pocas veces marcados, la leyenda más clara que el I Ching en sus mejores días como de aquí a Júpiter y volver, e ir y volver, e ir y volver infinitamente. Diría lo que he visto y mis predicciones, así, gratis, porque sí, pero hoy no me da la gana, a lo mejor lo digo mañana. 

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