jueves, 7 de abril de 2011

La elocuencia del silencio

"Torturados y asesinados"



La elocuencia del silencio. Baja del cielo lentamente la oscuridad y el silencio. Una pena inmensa recorre el Océano Atlántico y se deposita y reparte por petroleros, cruceros de lujo y barcos de pesca. Queda en islas desiertas, rocas en medio de la nada. Como si del desierto se tratara, el mar cambia su fisonomía y las olas ora enormes ora diminutas, no dejan orientarse por el paisaje. Sin embargo, la pena sabe buscar, sobrevuela hacia el Este miles de kilómetros sin necesidad de oasis ni remansos de paz. Bajo nubarrones negros que presagian tormentas magníficas y devastadoras que amenazan con la explosión última que hará tábula rasa y nos pondrá a todos en el mismo lugar.
La pena llega. En forma de noticia, de comentario, de carta, de llamada telefónica. Siempre inesperada. Llega al primero que encuentra, como la Parca que deambula ociosamente por doquier y caprichosa elige sin razón ni motivo un quién y un cómo para cubrir su misión diaria. El cupo de la muerte.
Cómo debe ser eso, cómo debe ser vivir, ser padre, en México o en Colombia. Y cómo debe ser eso de morir acribillado a tiros tras ser torturado. Detalles sin importancia. 35.000 muertes violentas, --sentencia el periódico--, de tal a cual periodo. 9000 cadáveres sin identificar. 5.000 desaparecidos, con familias que temen lo peor, cuyas 5.000 madres, padres y hermanos o hijos van olvidando, yendo a sus trabajos de 12 horas, caminando para ahorrarse los pesos del autobús. Avejentados, entristecidos, aletargados. Aquí los gritos de rabia y dolor subirían hasta el mismo cielo; allí a duras penas se reclama justicia, venganza, explicaciones. Muchachos de 17 años, asesinados en plena calle; niñas de doce desaparecen cada día para no dejar más rastro que el de una zapatilla tirada en el camino o una hermana pesada que acude al comisario cada dos meses a preguntar. No me imagino cómo debe ser la bolsa de plástico en la cabeza, ser asfixiado para ahorrar balas, no puedo figurarme siquiera cómo los cadáveres no pueden ser identificados por los familiares y se entierran sin lápida ni nombre en fosas comunes. No entiendo cómo se toleran 5.000 desaparecidos y un panorama desolador donde jóvenes comunes y corrientes no pueden salir a pasear sin poner en riesgo su vida que allí, por cosas que no entiendo, vale mucho muchísimo menos que aquí.
La elocuencia del silencio. En nuestros noticieros, en nuestras conversaciones, en nuestras preocupaciones. En nuestros sindicatos y nuestra crisis, en nuestro no llegar a fin de mes. La pena llega a Europa y pasa de largo, dejando un atropello con fuga y dos enfermos de cáncer en estado terminal, subida de hipotecas y miles de parados, ruina económica, estado protector apoyado en la magia salvadora de la economía de la UE.

2 comentarios:

hugo dijo...

Vi salir de su residencia al presidente mexicano Calderón. De una de sus residencias a otra de su residencias. Primero salieron 3 tanquetas ligeras y rápidas, luego dos camiones con muchos militares armados y en posición de tiro. Luego cinco camionetas negras con policías con pistolas que sacaban el brazo por las ventanillas. 12 policías en motos, detrás 3 limusinas idénticas blindadas azules. Atrás de las limusinas iban 4 carros de asalto, dos camiones más con gente armada y cinco carros policiales. En una de las tres limusinas, idénticas y blindadas y azules, iba Calderón.

Pilar dijo...

La realidad siempre supera la ficción y la mayoría de las veces, por no decir todas, es peor.
Un beso, Hugo.