El astillero (Luis Pérez Ortiz) |
Tan solo, no hay historia más pueril que la del suicida que encuentra sentido a todo, nada tan fantasioso como una mujer perdida, nada más tranquilo que un muerto recién amortajado.
El resto... el resto no existe hasta que no se cumpla. El resto es casualidad, torpeza y voluntad. Juego y más juego revestido de verdad, de mentira, de piedad, de humildad, de crueldad. Todos los disfraces que puedas imaginar.
Sí, no van a ningún lugar, no hay más final que la tumba porque lo demás nos lo hemos inventado nosotros para fantasear. Y no digo que no existamos, digo que no importamos; y no digo que no ocurran cosas, digo que lo normal es que no ocurra nada y los ríos desemboquen en el mar y el cadáver salga a flote sin más.
Otra cosa es que pongamos el punto y final aquí o allá.
8 comentarios:
Magnifica reflexión.
A veces cuando leo alguno de tus textos me siento como Harold Crick en "Más extraño que la ficción". Tu naturalmente, serías Karen Eiffel.
Si eso fuera así, al final tú morirías. No soy tan piadosa como Karen Eiffel.
La confusión queda y contagia. La indolencia ya estaba desde antes.
Saludos, extrañaba leerte, en mi caos de fin de año. Feliz 2012.
Ahi, estimada autora lo ha clavado. Yo sin embargo, al igual que Harold Crick, aceptaré resignadamente mi destino.
Yun querida, me alegra mucho tenerte por aquí. Un gran abrazo.
Vale, Calamardo, morirás.
Fdo.
Pilar
Leer a Onetti produce efectos secundarios que pueden permanecer largo tiempo. No es un tipo al que uno pueda leer y quedarse tan pancho.
Pues sí, Juanjo, después de Juntacadáveres ya puede decirse que me he metido yo también en Santa María. Mi adicción es tangible como el río, la iglesia, la casa azul de la playa y la intolerancia.
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