martes, 16 de agosto de 2022

Viajes

Me acuerdo de cosas. Recuerdo haber sacado la cabeza de la arena y escupir hasta recuperar el aliento, una vez que dejé de sentirme inmortal. Recuerdo. El dolor de mi mejilla derecha, tras minutos, segundos, de sol. El dolor. Lo recuerdo bien. Casi creo que es cierto que estaba ahí, mirándome,lamentándose por vivir tanto, pasándome un testigo que no entendí. Recuerdo el absoluto, durante un instante infinito. Recuerdo licores extranjeros y repugnantes. Helados parajes en los que no debí estar jamás. Desérticos emplazamientos a los que llegué, aventurero, y de los que no pude escapar. Y el regreso, soñado, ensoñado, embustero. Aquello que no es verdad, pero te ayuda a entender la verdad. Y, de nuevo, la tormenta calima, roja, arcillosa, húmeda. Algo que te convertía en estatua tanto tiempo que te creías realmente estatua y eras ciertamente estatua. Con esos adverbios tan poco elegantes, con esa asfixia y esa locura estática. Impedidos los movimientos. Rojos los ojos, rojo el pelo, rojos los brazos, hundidos en el rojo los pies, el torso y el resto del cuerpo. El pelo, larguísimo, como tras décadas sin salir de ahí. En un sitio sin fin, enormemente plano. Y algo en mi mente, supongo, que debería ser un sueño, que me impedía salir. Y, raro, el placer, también rojo, acalimado. Sensación mental de algo que no existe, o quizás existiría mientras habitaba entre el ocaso y la salida del sol. Un sol odioso. El sol deslumbrante, ardiente, abundante, doloroso, que embiste y te deja sin respiración, que no es sol, ni luz. Solo eso. Ardor. Es un sueño, me digo, esa fuerza que empuja como el viento loco de poniente, furioso, que te cambia de postura, que te hace girar y girar. Y, bajo tierra, sientes que estás flotando y disfrutas, sin disfrutar porque sabes en el fondo que, aunque recuerdes, nada es de verdad. Que hay que despertar. Escupirlo y despertar. Dejarlo marchar y regresar. Y olvidar. Sobre todo, olvidar. Echarte en brazos de la realidad y llorar y dormir acurrucada en los brazos de las viejas esperanzas que te expulsaron y ahora te dejan regresar.

2 comentarios:

Riforfo Rex dijo...

Me gusta ver amanecer. Da esperanzas. Ganas de vivir. Hola sol.

Pilar dijo...

Hola, Luna. Me ahoga tanta arena y me ciega tanto sol. Me voy a comprar un pinar. Bsssss