domingo, 25 de septiembre de 2022

Nuevo y mejorado: SI LO SÉ NO VENGO

Del autor del Clip y La viuda, un no-tan-corto-como-debiere canto existencialista al desarraigo y el vacío que se podría haber escrito hace 20 años (y, de hecho, se hizo)
Existen lugares enormes, ciudades en crecimiento exponencial, robando a los páramos y colinas de alrededor el espacio natural, haciéndose más y más sitio con bloques y barriadas donde en cada calle se puede olvidar la diferencia entre el día y la noche, el verano y el invierno, con locales que echan persianas llenas de grafitis y montones de basuras en cada esquina y pivotes para que los vecinos se metan el coche en donde les quepa,... Se hacen una idea. Allí no hay geranios. Sí hay museos. Muchos. Y cines y teatros y exposiciones, actividades de varietés, prostíbulos, afters, vida cultural, social, política, administrativa, institucional, con embajadas y ministerios, senado y tribunales, cada cosa con su sede y, en algunos de esos sitios, fotos de geranios. Andando no llegas ni al final del barrio, así que vas en un transporte público, invento de una mente desquiciada: abajo, abajo y más bajo, muchos metros bajo el suelo, en trenes subterráneos atestados de fantasmas. Como en una mina polaca, donde tras media hora en un ascensor, bajas a lo que imaginas que es el infierno y en el que, por supuesto, Belcebú, hermoso, reparte trípticos y da instrucciones a los turistas. En la luminosa y próspera ciudad, todo son prisas, empujones y codazos y ni perdone ni buenos días. El buzón del apartamento de 20 metros, atestado de publicidad, te avisa de que estás más sola que la una y que más lo vas a estar. Así que te pasas por la exposición de arte moderno de la acera de enfrente de tu bloque para no tener que asfixiarte (o congelarte) de pena en aquel nido compartido que solo tiene la ventaja de estar frente a un local transgresor que se atreve a abrir sus puertas en un lugar sórdido. A ver si lo ponen de moda y suben el caché de un asco de barrio muy, muy, muy lejos del centro, que podría convertirse en un paseo lleno de starbucks y restaurantes veganos. Decides que, o esperas a tan esperanzador futuro, o haces las maletas y sobre ellas duermes un último día de aventura, contenta de que no te hayan robado demasiado. Vuelves a "casa", básicamente porque la galería ha cerrado, y el espectro con el que compartes gastos sigue ahí. Coño, te habías olvidado. Te enamoraste hace un año. Tu pareja te mira, tuerce el gesto y sigue con lo que estaba haciendo. En la nevera, solo cerveza barata. En el baño, toallas mojadas en el suelo. Me voy a la cama, amor. No hay respuesta. Bueno. Casi mejor. Todo lo que se dice suele empeorar lo peor.

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