viernes, 23 de septiembre de 2022

Hay mucho que contar

Título: Son muchos datos y hay mucho que contar. Historia del orden y el autocontrol en el relato de cualquier cosa y en el cuento que nos contamos y en cómo ver las cuestiones más diversas desde tantas perspectivas hace que preferirías no tener inteligencia. Resumen: Tengo obligación voluntaria (olé, la retórica) de volcar en un escrito o en un cuento oral algo, lo que sea, que me parezca importante contar a otros o a mí. Tengo mucho en la cabeza, apuntado por doquier, en digital, en analógico, en imaginación o memoria o en potencial formato tangible. Vamos, un lío. Te acuestas y lo ves todo claro. Sueñas, y lo pones todo en orden y tiene sentido. Despiertas y al carajo el sentido. Otro título: Hay demasiado que contar y muy poca habilidad para hacerlo o De cómo se puede ser incapaz y, en lugar de reconocerlo y tomar el sol y beber cócteles, insistes en un imposible hasta reventar. Estado de la cuestión: Jodido. Nadie ha tratado nunca el tema como necesito que sea tratado. Mucho menos yo. Hay literatura a montones (y bastante despreciable, por cierto) que no sirve para un carajo. Alguna vez, entre los escritos de poetas o novelistas muy torturados, han quedado impresas impresiones de sufrimiento ante la impotencia y el hastío, ante el deber, la búsqueda de lo sagrado (entiéndase esto en voz de una incrédula) y el deseado placer porque sí, porque solo se desea ser y estar feliz. O sea, entre Whitman y el subidón y Miller y la destrucción pagana o reconocimiento de ser como todos y no tener más que hambre, sed, sexo y desencanto, vamos, derivando en un mar de locura perpetua y en el que lo físico es lo sobresaliente. El navegante en busca de su ballena blanca que flota en una charca con apenas unas desnutridas ranas. El enamorado de sí mismo que retiene la imagen de la bruja como alter ego inocente y sabio, pero encuentra que el espejismo le desborda. El deseoso de cumplir, que al final entre tantas voces en su cabeza, sucumbre al deseo de poder. La voz del loco contando nuestras vidas de modo desordenado y casi ininteligible. El marcado por una infancia, una madre, una época, un ansia de huir que revierte en un ansia de regresar. Y ese regreso, siempre teñido de falsedad literaria y sin final. Así que sin antecedentes claros. Método: Principiar por el principio, si es que lo encuentras, seguir por los derroteros de la vida que te ha tocado, ser de tu época, aunque no la entiendas ni la aprecies, ni haya nada en esa época que te dé motivos para persistir. Después, algo desencantado, fingiendo que has dado los dos pasos anteriores, el tercero: escribir, contar, contarte, ser mediante palabras lo que no eres sin ellas, vaya, lo que no eres. Tras esta farsa, el mirar cuadros, amaneceres, vivir amores, sentir placeres, comer mucho, beber más, tener experiencias (maravillosa excusa para pasarse a la locura). Y volverte loco. Hablar sin sentido de las cosas importantes y de las maravillosas, no creer en lo real sino en lo fantástico, mentir y mentir sin cargo de conciencia. Matar en verso. Cabalgar el pasado y perder la noción del tiempo. Saber que hay cosas que son, pero no distinguirlas de las demás. Pasito a paso. Darte cuenta de que te has vuelto a perder y empezar de cero. Echarte de menos y seguir haciéndolo. Dar forma a algo para descargo de tu conciencia. Escribir a un hombre sabio. Escribir para desconocidos. Decir insensateces para defecar el rencor, el aburrimiento y las mentiras. Y seguir y seguir y seguir, porque si no sigues es que, por fin, te has muerto. Y nadie en sus cabales resiste "la putada ontológica" que es no ser, después de haber sido. O sí. Yo qué sé. Conclusión: El dolor de estar vivo es señal de que lo estás. Haber nacido ya es una puta responsabilidad de mierda. No saber qué decir con tanto que contar es lo que se llama falta de talento. Hacer teatro cabe en cualquier lugar y vida y toca reconocer que fingir, ser alguien de mentira en lugares virtuales es lo que te ha tocado en la lotería universal, con boletos que encuentras en tus bolsillos a montones, llenos de polvo y arena, que están ahí y tú no los habías visto jamás.

2 comentarios:

Riforfo Rex dijo...

Yo no lo expresaría de mejor manera.

Pilar dijo...

Seguro que sí. Lo expresarías mucho mejor.