viernes, 10 de septiembre de 2010

El caso de la casa con fantasmas y muebles

Notas de Vicente Márquez Lagos, reportero del Periódico Condal.
Barcelona. 1973.


10 de marzo. 1 de la tarde.
Mansión de Sant Feliu de les Flors. Barcelona.

Me persono, por encargo de mi jefe, en la famosísima mansión y comienzo mi trabajo de campo sobre el caso Mansart. Procedo a la investigación in situ, así como a estudiar los antecedentes de la casona y sus habitantes. No puedo más que reconocer que un incalificable canguelo se apodera de mí cuando llego a la estancia donde los tétricos hechos acaecieron.

El testigo dice haber visto cosas inquietantes aquí. Las lámparas de tres ojos de cristal iluminan levemente la estancia y algún espíritu ha encendido unas velas que aumentan el calor y el color del cuarto.
La sensación mientras converso con la puerta es que la habitación y su contenido tembliquea y se derrite suavemente. La conversación se torna cada vez más críptica y pronto no puedo seguir el razonamiento de aquel producto malpensado que asegura haber conocido a todos los propietarios de la mansión y haber sido testigo de cada una de sus muertes, todas acontecidas de modo violento e inesperado en aquella misma sala donde un desvencijado mobiliario delata la falsedad del testimonio de la blanca e impoluta puerta. La muy fanfarrona.


10 de marzo. 10 de la noche.
Habitación nº 131, Hotel Trento. Barcelona

Tan solo una de las historias que relató se me representa verosímil ahora que lo pienso; los detalles parecen ser cabalmente ciertos porque quién, animal, persona o cosa, podría inventar algo así. Los objetos tienen vida, eso es bien sabido, pero las relaciones que entablaban entre sí son algo absolutamente desconocido; por eso, cuando me habló con todo lujo de detalles del bellísimo encuentro sexual de la daga y el paraguas, allí mismo, donde lady Mansart había sido destripada por su segundo marido, supe que la verdad empezaba a emerger.


13 de marzo. 10 y cuarto de la noche.
Habitación nº 131, Hotel Trento. Barcelona

Tras varias jornadas dedicadas a indagar en la hemeroteca de la Biblioteca Sant Pau-Santa Creu, para mí una de las mejores de la ciudad, adjunto las copias de las páginas de los diarios con información sobre los crímenes y diversas fotografías de muy mala calidad. Cualquiera que vea esto sabe de inmediato que esa casa es una puerta al Infierno. Hoy más que nunca estoy convencido de ello.


14 de marzo. Mediodía. Café de la Mot.

No acudiré a mi cita en la Mansión de Sant Feliu de les Flors hoy. No he tenido buena noche. Entre la fiebre y los sueños no he pegado ojo. Con excepción de un agradable sueño erótico con una daga turca, el cual no relataré, el resto han sido unas pesadillas terroríficas que me han dejado agotado.


15 de marzo. 10 de la noche.
Habitación nº 131, Hotel Trento. Barcelona

Me encuentro algo mejor. La jornada de hoy día ha sido muy productiva y esclarecedora. Tengo que madurar ciertas impresiones que estoy seguro de que tienen bastante relevancia para el caso. Mañana actualizaré mis notas, pues hoy he bebido mucho vino.


16 de marzo. 10 menos cuarto de la noche.
Habitación nº 131, Hotel Trento. Barcelona

Después de varias visitas, empiezo a discernir algunas realidades de vital importancia para recomponer la historia y de las que soy consciente casi súbitamente cuando regreso a mi habitación, donde me permito relajarme y descansar. Los fantasmas de los propietarios no desean hablar y nada de lo poco que dijeron tenía sentido, excepto por el entrañable señor August que explicó cómo tras la primera semana la casa empequeñeció y los ruidos se le hacían intolerables en la noche. Al parecer, según palabras del pobre hombre, estuvo treinta días completos sin dormir y percibió claramente cómo su esposa e hijos se habían alejado de él y se identificaban con la casa y sus sonidos y su angostura. Después de cuarenta días de insomnio, dijo no recordar más. Cayó una buena tarde como un muerto al suelo y despertó nunca supo cuánto tiempo después. Tras un periodo indefinido en prisión, conoció lo de su familia: los habían degollado en la sala del piano, a todos, y por alguna razón lo culpaban a él... Lo culparon a él, lo condenaron y lo ajusticiaron según la ley que entonces disponía un ahorcamiento público como castigo para tamaña atrocidad. En conclusión, la historia de August es como la de casi todos los que allí vivieron.


17 de marzo. 9 y media de la noche.
Habitación nº 131, Hotel Trento. Barcelona

He tomado declaración a muchos de los objetos de la mansión y ahora creo saber qué está ocurriendo allí.
El comportamiento de la propiedad y sus componentes físicos se me representa demasiado misterioso. Igual impresión tengo del mobiliario que fue obtenido en subasta por el primer dueño de la villa y traído en 1895 desde París. El ajuar --que incluye vajillas y ropa de casa, camas y mesas, sillas y espejos-- es muy esquivo y poco colaborador. No presta la debida atención a la investigación que mi periódico, con los permisos necesarios, está llevando a cabo desde la muerte de la antes mencionada lady Mansart, esperando un desenlace benigno del juicio del marido y la absolución de este, dados los antecedentes de la casa y los dieciocho asesinatos que en la misma sala se concentran.


19 de marzo. No estoy seguro de la hora (se me ha parado el reloj)
Habitación nº 131, Hotel Trento. Ciudad de Barcelona

Según mis pesquisas de los últimos días, siempre que alguien moría el techo se acercaba a tan solo dos metros del suelo, dejando una sensación de angustia que acrecentaba el recuerdo de los gritos y alargaba la sombra de las víctimas imprimidas en la memoria de sofás, cuadros y cortinas. Todos se confesaban atormentados por los recuerdos, que se tornaban imprecisos y borrosos a causa de la horrible impresión.


20 de marzo. 10 y media de la noche.
Habitación nº 131, Hotel Trento. Barcelona

De todas las dificultades que encuentro para realizar esta investigación, la peor es, sin duda, mi concepción apriorística de la situación y mis prejuicios contra lo sobrenatural, en general, y los bienes muebles e inmuebles, en particular. Sin desearlo, he juzgado la situación y, para más inri, creo que todos mienten. Algún cuadro llegó a afirmar no haber visto nada, no haber oído jamás una discusión ni un grito. Habrase visto descaro. Y, en cierta ocasión, una mesa camilla, con el brasero delante, me espetó que todo era causado por los maridos, malos hombres, maltratadores y borrachos.
-¿Dieciocho veces? -pregunté algo irritado.
-¡Y más! -me replicó la muy...

Lo que más me molesta es la falta de continuidad en las cosas, pero eso ahora no viene a cuento.


22 de marzo. 10 y media de la noche.
Oficina del Periódico Condal.

Han sido unas semanas de mucha tensión; por eso, me he sentido tan aliviado al acabar el informe que resolverá la cuestión y ayudará al pobre Friedrich Mansart a probar ante el tribunal su absoluta falta de culpa ya que el día de autos se hallaría bajo una forma de alienación denominada comúnmente posesión demoníaca, aunque está por ver si es necesario un exorcismo, pues, una vez fuera de la casa maldita, las víctimas dejan de mostrar el comportamiento maligno y las manifestaciones sobrenaturales.

Me marcho satisfecho del trabajo realizado y, por qué no decirlo, de la exquisita factura del texto que presento al redactor jefe del periódico.


28 de marzo. 6 de la tarde.
Valencia.

Me encuentro merendando en el Café Louis Aragon a dos calles de mi residencia, en la cual no me apetece nada estar en estos momentos, y retomo la redacción de estas notas muy abatido.

Todo indicaba que la casa era una manifestación del mismísimo Belcebú y que los asesinatos allí cometidos no fueron obra de las personas que los ejecutaron, pero me equivoqué de plano.

He de reconocer que no estuve muy fino. Al menos, debí sospechar que, como en toda historia policiaca, el final se haría de rogar y el detective (en este caso yo) se equivocaría de culpable y un giro en los acontecimientos desvelaría al verdadero criminal.

No sé cómo no lo vi venir, de verdad. La inesperada confesión del señor Mansart ante cierta presión policial ha sido determinante en el esclarecimiento de los hechos.

Los muebles se habían confabulado con el susodicho monsieur Mansart y -lo que más me ha dolido- el fantasma de mi apreciado August D'Alambert estaba en el ajo. Los canallas confundieron mi investigación con una fabulosa sarta de mentiras que, coherentemente, yo asocié a las historias que corrían sobre la mansión y todos aquellos asesinatos. La casa nunca produjo aquel efecto en las personas. Al contrario, era otra víctima: durante aquellos años atestiguando esos crueles hechos y conteniendo a esos pervertidos. Cómo no presentí que la puerta blanca orquestó aquel engaño magistral. Sí. Y mi deseo de que aquel hombre no fuese un vil asesino ayudó a los malhechores... Todos esos asesinos perturbados animados por los resentidos muebles de baratillo... ¡Pobre lady Mansart! ¡Pobres mujeres y niños! Encima, sus fantasmas nunca me perdonarán.

He caído en una depresión, desconfío de lo que veo y de lo que me dicen. Y no estoy seguro de nada ni nadie. No paro de darle vueltas a que los muebles tienen ojos y oídos, y les abrimos nuestros hogares. En ocasiones como esta, me pregunto si no deberíamos de recurrir a otro modo de vida. Habríamos de evitar confiar en los objetos y ponernos en manos de ellos tan ingenuamente. ¡Esta sofisticación de la vida moderna nos hace necesitar tantas cosas!

7 comentarios:

Unknown dijo...

Hermosamente bordado tu relato.
Provoca a la reflección en cuanto a nuestra relación con las cosas materiales.
¿Porqué defiendo a mi viejo escritorio antiguo al que mi mujer desea expulsar para cambiarlo por uno más grande? Ya era viejo cuando lo compré.

Pilar dijo...

En realidad, Carlos, estaba de broma, pero claro que lo sabes: ya he visto tus tendencias surrealistas.
Las cosas son más fiables que las personas y esos muebles asesinos son "como personas" :)
Y creo que si tu escritorio te sirve y es cómodo, debes seguir tu instinto y no caer en la tentación de comprar cosas que no necesitas: es una costumbre de nuestros días muy molesta eso de "renovar hogar", tener cada año más y más cosas nuevas pero no mejores, más grandes pero no más cómodas.

Chiarina dijo...

¡Fantástico, Cartaphilus!

Tu relato es a la vez divertido, interesante y misterioso. ¡Te felicito y espero leer muchos más textos tuyos!

Pilar dijo...

¡Gracias, Chiara! Yo también lo espero.
¡Qué bien debe estarse en Bérgamo ahora!
:)

Torcuato dijo...

Muy interesante tu relato. Bien escrito y original. Me lo he pasado en grande durante toda la lectura y al final me ha encantado la frase final.
Te felicito.
Un abrazo.

Pilar dijo...

Gracias, Torcuato. Me alegra que te guste.
Un abrazo.

Riforfo Rex dijo...

A mí también me ha gustado mucho. Sigo descubriendo cosas inesperadas. (a mí me mordió una vez una patata)