sábado, 22 de octubre de 2011

El destino de la Tiridium 26

Año 3045, la nave Tiridium 26 transita por Orión rumbo a la plataforma farmacéutica Viagra2000, sita en la órbita de Gliese 179, con un peligrosísimo cargamento de kriptonita en polvo. Es martes. Todos los martes toca bingo, barbacoa y sorteo de un barril de ron. Desde el año 2956, los directivos de la Compañía de Transporte Interestelar S.A. establecieron que debían planificar actividades lúdicas diarias para apaciguar al personal navegador en recorridos de más de diez años para evitar que ocurrieran motines y destrozos en las carísimas naves. De igual modo, las únicas armas abordo las tenían las mujeres, más prudentes, más de fiar y en basta (e indecente) minoría. 
Aquel martes, 26 de agosto, Socorro del Mar Holderlin cantó 5 bingos, se comió 23 pinchitos y ganó el barril de ron negrita Habana Club Gran Reserva. Socorro, ante la perplejidad e ira de algunos de los tripulantes, se metió con el trofeo y una caja de vasitos de papel en el camarote de las chicas, sacándoles el dedo a los tipos que quedaban atrás. Ese gesto fue muy mal visto por la parte masculina de la tripulación que llegó a la conclusión de que el sorteo estaba amañado, que en el bingo hubo tongo, que la Soco era anoréxica y/o bulímica porque con lo que comía no era normal que estuviese tan flaca, y, como es lógico, todos estuvieron de acuerdo en que la tía era lesbiana y una guarra. Lo cierto es que Socorro era un poquito correosa y un tanto provocona. Y, si bien no era lesbiana, sí era andrófoba. La cuestión es que era también muy inteligente y supo burlar a los infalibles psicólogos de ACME, subcontratados por Transporte Estelar S.A. para cribar a los aspirantes con forma de ser conflictiva, como precisamente Socorro del Mar, persona problemática donde las hubiere y que jamás debió embarcar. 
Socorro, que se creía Artemisa, consiguió montar un revuelo importante en la nave ya entrada en Orión. Todos cabreados, enervados y fastidiados, en la puerta del camarote donde las doce mujeres de abordo bebían y cantaban sin disimulo alguno de su felicidad. Unos no pudieron contener su rabia y empezaron a golpear con fuerza la puerta que, por otra parte, ni de broma hubieran podido derribar. Los insultos lanzados apenas podían traspasar el grueso metal. Sin embargo, Socorro tras cinco litros -decilitro arriba, decilitro abajo- de ron, tomó la MP5 para munición 40 S&W, mejorada en 2876 por The New Smith & Wesson Corporation. Ligero, con inmejorable equilibrio y una precisión del 100% en manos de cualquiera. Abrió la puerta y se dedicó a disparar a todo lo que se movía, que resultaron ser cinco y no seis como ella en principio pensó. Gran parte de la tripulación ni se enteró, porque el subfusil tiene un eficaz silenciador. Las chicas, aun ebrias, previeron el peligro y comentaron el patón que acababa de meter: “Mujer, Soco, o sea, ¡cómo te pasas!”. Socorro las tranquilizó. Nada más fácil que hacer desaparecer los cuerpos cuando todos dormían en mitad de Orión. Si la cosa se ponía fea, ellas tenían un arsenal y a algunos de ellos de su parte. Tendrían que ser más listas. Convertirse en las dueñas de la nave y pasar de la Compañía que las utilizaba por una mierda de sueldo. El tiempo en que estaban allí era una cuarta parte de su vida. Su edad más fértil, más capaz, lo mejor de su juventud. Desperdiciada en encuentros fortuitos con algún cosmonauta con eyaculación precoz. Ella lo hacía porque siempre quiso ir a Orión y morir en Orión. Su amor. Las otras se miraron encogiendo los hombros y sin querer preguntar. 
Tras una perorata de 25 minutos, se decidió que, acabado el barril, saldrían a lanzar los cuerpos por el garbage gate, limpiarían suelos, paredes y techos, y se prepararían para tomar el mando a la menor provocación. 

Dicho y hecho, los cinco cuerpos tratados como basura y Socorro, con insomnio desde los doce años, venga a planificar los subsiguientes movimientos que iban a conducirla a capitanear la nao tras ejecutar a tres quintas partes de la población masculina de abordo, previo informe sobre su actitud, sus aptitudes e historial personal. Sería la primera nave pirata espacial con tripulación enteramente femenina, para lo que ya había previsto obligar a travestirse a los veinticinco hombres con los que se iban a quedar, para hacer todo el trabajo y dar placer a la que tuviese necesidad.

Al día siguiente, el comandante hizo llamar a Socorro del Mar para interrogarla sobre las desapariciones. No necesitaba más. Sacó el machete Keras profesional. Negro. Ligero. Ignífugo. Con un filo como el de la Katana de Sasuke. Le hizo un único corte, en el cuello. La cabeza rodó al suelo y todo dio comienzo. Sus planes se iban cumpliendo. 
La selección de los 25 hombres que sobrevivieron, y quedaron a su entero servicio, se hizo, finalmente, en función de las prioridades sexuales de las amigas de Soco. Una gran jefa. Una líder nata. 
Los más serviciales, entregados y, ahora, agradecidos, machos de la nao, llevarían un collar GPS detector con chip Telcel Cuarto Milenio. Pelucas, tacones, wonderbras y minifaldas.


Era miércoles, pero dada la situación, se suspendieron los juegos de agua y el karaoke. 
Socorro dio orden al piloto de cambiar el rumbo y dirigirse hacia el Bucle Barnard, que rodea como una burbuja la Nebulosa Cabeza de Caballo. Al mismo tiempo, había contactado con varias embarcaciones piratas dispuestas a comprar el cargamento de kriptonita a cambio de oro, combustible y suministros alimenticios entre los que no faltarían cigarrillos y ron para unas décadas. 
A una distancia prudente de Alnitak, hicieron el intercambio con la astronave tudesca Spirit of Hermes, únicos de los que se podían fiar. Todo trancurrió de modo pacífico, sin conflictos ni trucos: los alemanes cumplieron, Soco y sus travestidos subordinados cumplieron. Se despidieron a la francesa como es el estilo pirata estelar y cada uno siguió su camino. Poco importaba a Socorro del Mar que la Spirit of Hermes en un par de años revendiese el polvo de kriptonita al partido nazi y, tras una sangrienta guerra, muy mal llevada por los alemanes, Europa fuese arrasada del mapa terráqueo, aquel lejano e irregular globo de agua. 
La Tiridium 26 se había deshecho de la Kriptonita y estaba en condiciones de seguir adelante en busca del Bucle de Banard. No sé si lo saben pero allí se esconde el mítico río de la eterna juventud que tantos alquimistas buscaron sin suerte. La pregunta es cómo Socorro estaba enterada de esto y cómo conocía su exacta ubicación en uno de los filos de hidrógeno puro en constante movimiento que a lo lejos se percibe de color rojizo como si fuera un efecto óptico translúcido, casi invisible, intocable. 
Tardaron relativamente poco en llegar a Banard, donde les recibió una brisa irisada y rosácea de partículas que les rozaban sin parar. Soco mandó a uno de los travestidos a que saliese y tomase una muestra. Cuando este volvió, ella se llevó la cápsula hermética a su compartimiento y, a pesar de que iba en contra de todos los manuales de seguridad interestelar, abrió el precinto y se llevó el recipiente a su boca, mientras su nariz aspiraba. Notó una quemazón y se desmayó.
Pasadas nueve horas, Socorro del Mar despertó en la enfermería como si nada.  
Despertó llena de energía, pidió un informe de la situación: viandas, alimentos, motores, agua, cigarrillos, ron. Comportamiento de los tripulantes. Bien, todo bien. 
Hizo sus cálculos mentales. Esta vez no necesitó sacar escuadra y cartabón ni las gomas ni la calculadora científica ni tan siquiera los mapas estelares. Tomaban rumbo a M78, donde se hallaba la masa de espuma cuántica más cercana. Huelga decir, por evidente, que la Soco buscaba un puente Einstein-Rosen lo que no está tan claro es para qué se arriesgaría nadie a viajar en el tiempo y en el espacio, con el consabido riesgo de disiparse en millones de partículas (o desintegrarse) cuando acababa, supuestamente, de adquirir el secreto de la vida eterna.

Socorro del Mar ordenó al piloto rodear la cosa para ver hasta dónde llegaba, si es que tenía final. Y efectivamente, no era gigantesca tenía como un culo de vapor tupido negro, como toda su figura excepto la gran boca. Entonces, recurrió a unas microcámaras insertadas en unas diminutas esferas hechas de una aleación de metal. Las fue lanzando con una catapulta, sí, una catapulta de puta madre, una catapulta de diseño, negra brillante hecha también de unos ligerísimos metales desarrollados por ACME en el tercer milenio. 
Las bolitas con las microcámaras iban entrando y la pantalla de abordo mostraba oscuridad y más oscuridad por un breve periodo de tiempo y después un crujido, interferencias y se perdía la señal. A la tercera bolita, se vio perfectamente, en medio de la oscuridad, una especie de raja de luminosidad, entonces de nuevo se perdía la señal. 
Tras varias bolitas más (carísimas pero como Socorro las había robado a la NASA, daba igual), se vio de nuevo esa rasgadura, como el ojo de la Virgen de Chiquinquirá, igualito que uno de los ojos de la Chinita. La Virgen verdadera que otorga a quien se lo pide un único anhelo.


Socorro sabía demasiado. En cualquier caso, precavida como era, mandó a uno de los travestidos al agujero en una pequeña embarcación estelar para asegurarse de que el acceso al milagro no era mortal de necesidad. Realmente, no quería morir, la muy zorra.
Los tripulantes se mostraron reticentes y no hubo voluntarios. Aunque, al final, atado, amordazado y aporreado, un tipo llamado Sergio Van de Hausen fue introducido en la cápsula exploratoria bautizada con su nombre como agradecimiento de todos los demás.
El corto viaje de Sergio fue seguido con atención, las almas de todos en vilo, por las pantallas de plasma que había en cada sala de la Tiridium. 
Salió, rodeó una niebla que despedía su nave, se dirigió --gracias al control remoto-- a la boca del agujero negro y allí penetró. Las sacudidas y quizás los efectos físicos de los millones de campos electromagnéticos hicieron gritar sordamente (por la mordaza) a Sergio, mas la nave siguió adentrándose hasta toparse con el haz de luz y la presencia de la Virgen. 
No sé sabe quién estaba más sorprendido si el pobre voluntario o la propia Chinita, que pensaba que jamás un humano se le podría acercar. Entonces para pasmo de ambos, la nave dio la vuelta y salió por donde había entrado: Socorro manejaba el joystick con un arte y una precisión insólita. 
Dio órdenes precisas a sus lugartenientes: dar ron a Sergio Van de Haussen, y preparar de nuevo la cápsula, mientras ella se cambiaba el vestido, se ponía rímel y rouge y se hacía un recogido italiano.
Al fin, la mujer estuvo lista, la nave estaba lista y ocurrió.
La nave volvió a penetrar en el agujero negro, la Chinita, aún la boca abierta, recibió a Soco con su solicitud preparada. 
-Ave, Virgen admirada. Vengo a hacerte la petición que por mandato de Dios estás obligada a conceder.
-Ave, ser humano, no recuerdo nada de ningún mandato. Llevo mucho tiempo aquí y las emanaciones radioactivas han mermado bastante mis capacidades cognitivas y la memoria ni te cuento. Y aunque, en principio, estoy tentada de creerte, no sé cómo hacer los deseos realidad.
-Usted... Tú ¿puedo tutearte, verdad? Tú solo óyeme y desea que lo que digo se cumpla para mi interés. Gran Señora, tienes que dejar de esnifar gases, te va a perjudicar seriamente a largo plazo.
-¿Aun más largo?
-Bueno, no sé. Chinita, admirada Señora. No puedo ayudarte. Y tengo prisa. Entiéndeme.
-Entiendo: no viniste a charlar. Dime lo que quieres.
-Deseo regresar al momento en que Orión en pura pasión se me echó encima y me empezó a hacer el amor. Justo antes de mi empujón; mucho antes de lo del escorpión. Virgencita, qué arrepentida estoy de lo del escorpión. 


La Virgen estaba confusa, pensando que esta era una de sus muchas alucinaciones. Pero, por si las moscas, se concentró hasta donde pudo y deseó que la tipa aquella volviese atrás en el tiempo y se encontrase bajo el cuerpo de ese tal Orión. Qué manera de flipar hoy, pensó. Y de repente, la cápsula, la impertinente humana del peinado raro y todo lo de afuera había desaparecido.

Socorro, en el cuerpo de Artemisa, se encontró súbitamente aplastada por su compañero de caza al que dejó saciarse a su costa con fruición. No hubo escorpión en la historia, ni en el cielo. Y ahora yo soy Sagitario (puto efecto mariposa).


Los tripulantes de la Tiridium ya habían puesto pies en polvorosa mientras Socorro hablaba con la Chinita. Descubierta la verdadera naturaleza de los agujeros negros, como los habitáculos de los dioses verdaderos, debatían apasionados qué podían hacer con tan importante información. Tras semanas de discusión, llegaron a la conclusión de que no era tan importante la información y se dejaron llevar por el nihilismo, las bacanales y el alcohol.


La Compañía de Transporte Interestelar S.A. puso una denuncia por la desaparición del navío y cobró una cuantiosa prima del seguro, que tras este incidente quebró.

Fin 

4 comentarios:

Unknown dijo...

Sodoma y Gomorra perduran a través del tiempo y el espacio.

F dijo...

Cómo se nos va la pinza últimamente, ¿no? Lo digo porque todo el mundo sabe que la virgen que mola es la de mi pueblo, que es negra, y que si escribes «basta» en lugar de «vasta» nos haces pensar y eso solo está permitido a los tertulianos, en especial a los de Sálvame.
Recuerda guardar lo que tomas bajo llave, que tienes hijos.

Pilar dijo...

Pues sí, Carlos, todo un despiporre. Un abrazo.
Depropio:
basto2, ta. (De bastar1). 1. adj. Grosero, tosco, sin pulimento. 2. adj. Dicho de una persona: tosca (‖ grosera) Te lo copio del DRAE. Nunca se debe salir uno de la frase hecha claro. En eso te doy la razón.

omar enletrasarte dijo...

Hola Cartaphilus, entretenido relato, te mando un abrazo