sábado, 8 de octubre de 2022

El afiladooooo

Coño con Nuria, de verdad, aprendió inglés y ahora no puede parar. Que vale que parle con los guiris, que escriba artículos internacionales y que farde de ello todo el rato. Pero por qué, Dios, me habla a mí y al resto de parroquianos del bar del pueblo en inglés. Es que no podemos con ella. Y mira que es hija del alcalde y que hemos jugado juntas en la calle y hemos ido al cole y celebrado cumpleaños juntos. Todos somos conscientes de eso. De que la apreciamos, de acuerdo. De que muchos, incluso, la queremos. Reunidos en su ausencia, cuando está en algún congreso internacional poniendo la cabeza como un bombo a guiris de distinta nacionalidad, aprovechamos y nos desahogamos. A ver, no me siento orgullosa, pero voté a favor. En cuanto volviese al pueblo, y solo si hablaba en plan gilipollas, la mataríamos. Y ocurrió. Habló la muy imbécil, y la matamos. Fue complicado. Principalmente, porque lo habíamos discutido y habíamos fantaseado, pero de planear, nasti. Así que fue feo. Una peli de terror tailandesa de bajo presupuesto llena de posesiones demoníacas se queda corta. Allí hubo tortas, primero, bofetadas y patadas, corridas a casa para buscar cuchillos mientras algunos la sujetábamos, después. Darse cuenta de que hay que apretar más el cuchillo contra la carne para hacer verdadera sangre, mucho después. Nos llevó cuatro horas matarla. Ya. Sí. Una crueldad y una cosa horripilante. Ojalá hubiésemos contemplado la idea de grabarlo y venderlo como snuff movie, pero no. Es lo que tienen los arranques. Fue sucio, lento, doloroso (para ella y para a los que ella mordió), comercial, seguramente. No estuvimos a la altura. Primeramente. Segundamente. Y terceramente. Al final, solo digo que no veas lo que cuesta limpiar tamaña barbarie, que, si bien me alegro mucho de que la pesada esa esté en el otro barrio, preferiría no haber formado parte del linchamiento. Que, si algún lector denuncia, diré que esto es un blog literario y que todo es ficción. Y que, para la próxima, me apunto el número del afilador ese que va en furgoneta por los pueblos dando por saco y que, por alguna razón, al nuestro ya ni se acerca.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Me gustaba más “el afiladoooo”, era más auténtico. (La tilde que se la pongan los que entienden de tildes).

Pilar dijo...

vale, lo arreglo