domingo, 26 de diciembre de 2010

instrucciones para no llegar a ninguna parte

Baja del autobús en alguna plaza, camina unos veinte o doscientos metros. Llegarás a una peluquería, que antes era un sexshop que antes era una iglesia episcopaliana. Entra o no entres, para el caso es igual.
Si entras, podrías ponerte extensiones, teñirte, hacerte la manicura. Pero no te demores. Acabamos de empezar y la noche es joven, la vida es corta, no somos nadie y dos más dos son cuatro. Y, ya sabes, a quien madruga, Dios le ayuda.
Si son las cuatro menos cinco, espera cinco minutos. Oirás las campanas de la Catedral. Si no, no importa. Será que no estás tan cerca de la Catedral.
Sigue caminando hasta llegar a una plaza con una fuente mediana de la que brotan unos hermosos y cantarines chorros de agua. Allí, unos amigos míos te podrán ofrecer una botellita cuya etiqueta reza: "bébeme". Bébela. Si tienes suerte te harás pequeñísma y podrás entrar por las grietas de las paredes en todas las casas y ver las vidas de la gente sin ser vista. Si no, te harás enorme y al menos podrás llegar en dos zancadas a cualquier lugar. Si mis amigos no te dan una botellita y te ofrecen alguna pastilla de colores, toma varias (o no). Llegado un punto indeterminado, verás un duendecillo verde. Síguelo.
Espera a que pase un conejito blanco. Si no, espera a que pase una chica con un tatuaje de un conejito blanco. Si pasadas un par de horas, no ha pasado nadie, baja la calle que es poco esfuerzo porque es cuesta abajo si la bajas y cuesta arriba si la subes.
Si finalmente bajas, llegarás a una plaza. Puede que haya una librería o una papelería o una cafetería o una tienda de informática o telefonía móvil. Allí puedes descansar. Toma algo con el duende (o no). Siente la libertad de no ir a ningún lugar, la angustia de estar totalmente perdida, el viento dulce y templado de la tarde primaveral o la fresca lluvia otoñal.
Cruza la calle doce veces. Cuando esté el semáforo en verde, si quieres seguir, o en rojo, si decides desistir. No será por posibilidades.
Corre, date prisa. Planea qué será lo próximo. Mientras caminas, canturrea, mira al suelo: no pises los charcos. Igual ya a esas alturas estás en el centro de algún lugar y podríamos decir que ya llegaste. Aunque yo no me atrevería a afirmar algo tan rotundamente.
Sigue paseando si así lo quieres o vuelve sobre tus pasos y regresa.
Toma cualquier autobús, o quizás un taxi. O puedes hacer autostop. Vuelve a donde perteneces o busca un nuevo lugar para vivir.

7 comentarios:

Luna dijo...

Sentir la "...libertad de no ir a ningún lugar..." es un buen ejercicio.

Saludos y buena semana.

Pilar dijo...

Hola, Luna. Un abrazo
:)

artistalight dijo...

Me ha encantado tanto que lo le he leído un par de veces, sólo para disfrutar de tan exquisita forma de escribir, me han hecho gracia todas esas instrucciones extrañas y llenas de magia :) Felicidades es precioso!

Torcuato dijo...

...podríamos decir que ya llegaste.
Creo que no.
Un beso.

Pilar dijo...

Artista, gracias!
Un abracito mágico para ti.

Anónimo dijo...

Pss, psst,shh, no lo dije. Pero me gustó este mucho.

Riforfo Rex dijo...

Me veo siguiendo estas instrucciones -en realidad ya lo he hecho, las mechas me quedaron de escándalo, y lo que me dieron tus amigos fue un cilindro de papel relleno de orégano, me lo comí y no pasó nada, así que subí la calle, que era cuesta abajo al principio, pero luego cambio. Arriba estabas tú, vestida de conejito blanco y te seguí, pero desapareciste pronto. Cuando me metí por el agujero, me quedé trabado en la entrada porque estoy muy gordo. Y ahí acabó todo, algún alma caritativa llamó a los bomberos. Me salvaron, los muy desgraciados.