miércoles, 29 de junio de 2011

La barbacoa

Ya tenía yo ganas de hacer una barbacoa, mucha carne, montones de cerveza y buena compañía. El problema es que tengo amigos musulmanes y no comen cerdo, amigos judíos que no comen cordero y amigos hindúes que no comen vaca. Y yo paso de asar sardinas que luego apesta la casa. Así que planeé cuidadosamente el evento para no obligar a pecar a nadie y aun así comer carne. La cuestión es que hacía mucho que le tenía echado el ojo a un poeta guapo y muy, muy, muy joven. Cada vez que pasaba, yo, desinhibida y casi siempre borracha, le decía: "Cualquier día te como" y él se reía. El pasado jueves le dije: "No te rías tanto" y lo maté. Tentación de comémerlo crudo y yo sola superada, lo llevé como pude a casa y lo troceé siguiendo las instrucciones del blog de unos carniceros profesionales. Y he aquí que tuvimos carne, no diré que de sobra, porque el muchacho estaba bien rico pero flaquito, pero eso sí, tras la comida una inspiración como un halo de dulce ebriedad nos llevó a culminar el festín con una lírica e idílica, elegiaca e inspirada orgía sexual.

4 comentarios:

Elisa dijo...

En barbacoas terribles hemos coincidido, aunque la tuya, al menos, termina bien :).

Sucede dijo...

Me encantan las barbacoas!!! y esta más!! jaja, menuda fiesta!!!
Abrazos!!

Anónimo dijo...

Es excelente, ¡se antoja! Sólo me pregunto si los invitados estaban enterados del origen de la carne, ya que aceptaron la invitación sin objetar.

Pilar dijo...

Estaba rica. Pensaron ¿cómo no? que era pollo. Ya sabes todo sabe a pollo, incluso los poetas :)
Un abrazo Elisa, Suceda, Yun.