miércoles, 15 de febrero de 2012

Los sutiles disfraces del reproche

Está la noche fría y desierta;
y en vano espero algo de belleza
que, apenas serena, se escapa
sobre el filo que resbala:
el gélido y brillante tramo de hielo
que nos separa.

El frío arranca trazos extraños,
en el ocaso helado y solitario.
Hiende sus zarpas, 
me araña,  
me hiere y mi piel sangra. 

Mas no indulta del turbio recelo
que amor no da perdón ni consuelo.


Yo lo sé que hay estrellas que rugen
y avisan a la torpe rosa del tiempo;
estrellas oscuras que vienen
viajando en una nave de silencio,
cruzando inútiles universos
para salvarme de la nada que crece.

Luceros en la noche robada,
brillantes mentiras doradas
que manchan cual tinta antigua 

al pergamino;
crujiente montón de versos
como el sonido de cada beso.

Y sí que estuvo preciosa la noche
y oí el rugido de la estrella;
y, aun, fui feliz en mi quimera.

Mas ahora, vencida, de vuelta,
en silencio, asumo la enmienda:
los sutiles disfraces del reproche.

No hay comentarios: