Digamos, por decir algo,
que salgo de la esquina
y le veo como parte de la noche,
como trozos de mi miedo.
Y pienso que podría
pasar de largo por su estela,
mirando abajo la huella
de otros transeúntes.
Pasar de largo,
atravesar su verbo,
alejarme de usted.
Pero decido no salvarme
y pararme en frente de su sombra.
No salvarme y darle lo suyo,
de mi parte,
de mi redonda parte,
de mi efímera parte.
No salvarme y romperle la madre.
Darle en el hígado con un mazo.
Romperle la cara y no.
Entonces vería complacida
que usted muere.
Mas tampoco crea a pie juntillas esto,
no crea, nunca crea esta falsa paliza.
Soy incapaz,
definitivamente, enteramente incapaz
de matar a una mosca.
De cualquier modo,
en cada todo y a pesar de esto,
es una lástima que no esté usted muerto
cuando miro el reloj y son las dos.
2 comentarios:
Me llama la atención. Para no decir que me gusta y no tener que explicar por qué.
Como en la leyenda mexicana de Don Juan Manuel: "¡Dichoso usted que sabe la hora en que muere!".
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