Serían las cinco menos cuarto de la mañana cuando por fin apareció. No era más que una sombra. "Mi musa. Mi amor". Borrosa por todo el vino que había bebido: “Ya estoy cansado, preciosa niña mía, de ser un personaje mudo movido por las cuerdas de otro. Inspírame al menos hoy. Hazme escribirte un poema, una canción. Deja que me sienta un hombre por una noche. Ven, mujer-prozac, hazme el amor”.
Ella no era el genio de la lámpara, tan solo la alucinación de un muñeco ebrio y pretencioso. Si embargo, habló: “No existo, pelele sin piernas ni alma ni corazón; pero aunque existiera nunca iría a la cama con alguien que no me amara de verdad”.
Aquella noche el payaso encontró la inspiración.
5 comentarios:
Pilar, te doy el premio ahora mismo.
Muy bueno.
Besos.
Precioso y orgulloso momento ante el decepcionante enemigo.
Dénle el muñeco de trapo a una cabra que éstas comen lo que sea.
Un muñeco ebrio, pretencioso y cansado, muy cansado.
Es genial.
Torcuato, Carlos, muchas gracias. Un enorme abrazo.
Pine Apple: en realidad no eres una piña, más bien creo que eres un sol.
Besos.
Publicar un comentario