No
hay que desestimar el poder de las palabras: ni por asomo un acto de violencia
o una acción, cuya valoración pueda ser falseada por los medios de comunicación
al servicio del sistema y/o del que más paga, será más claro que una
declaración como la de Günther Grass. De las reacciones o la falta de ellas de
unos y otros se ha puesto en evidencia un torrente de miedo que es el que
gobierna el mundo, y no solo el occidental. Cada palabra escrita por el poeta
tiene sentido y valentía y no encierra nada que todos ya no supieran y algunos
ya habían dicho. La intención, además, trasciende al ataque de las mentiras
conocidas y silenciadas, pues es un mensaje de paz.
La
diferencia y lo que ha despertado el malestar o la algarabía de unos y otros (que
evidentemente no saben leer) es que lo dice Günther Grass, un premio Nobel,
alguien cuyas palabras van a ser escuchadas por muchas personas. La repercusión
de algo dicho por una persona de reconocido prestigio intelectual es algo que
temen los que tienen algo que ocultar. El siguiente paso es silenciarlo
mediante las interpretaciones bastardas y la difamación.
Lo
que ocurre a continuación es peor. La falta de interés del común de los
ciudadanos de occidente cuyos gobiernos acogen las mentiras y las miman y
alimentan como si de un bebé enorme de sus mismas entrañas salido se tratase. Hace
unos días esto fue un arrebato mediático. Después se ha comenzado a olvidar. Ha
dado lugar a unas tertulias anoréxicas y al hablar por hablar de siempre. El
mismo tono para esto que para las declaraciones del entrenador de un equipo de
fútbol.
Coincide
que en este tiempo ventoso, amparados por una crisis económica que —quizás—
ellos mismos han creado y magnificado, hay un “recorte” de las libertades que
incluye, por supuesto y principalmente, la libertad de expresión. Y no es nada
que nos sea ajeno pues por aquí ya se empieza a bajar la voz para decir
determinadas cosas.
A
la capacidad de relacionar cosas diferentes por algunas circunstancias
parecidas lo llamamos analogía. Hagamos un ejercicio y asimilemos estos hechos
con los que nos rodean en nuestra rutinaria y pequeña vida. No estamos sordos
ni ciegos. Podemos aprender a decir lo que debe ser dicho y sin más armas que
las palabras justas veremos el mundo cambiar, o al menos los lobos con piel de
cordero se mostrarán.
2 comentarios:
buena nota, lo que me resulta injusto es que debas ser premio nobel para que te quieran o te odien,
debería ser más sencillo ¿verdad?
saludos
Nunca es sencillo, Omar, pero creo que ellos, los "grandes" hombres, tienen una responsabilidad y es urgente que se apliquen a ello.
Los demás siempre podemos aportar un grano de arena, no creas. Pero un poeta es siempre la guía, el que puede traernos la mirada nueva...
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