martes, 17 de abril de 2012

Muerte de Murakami en cocina floreada



Una ensalada como debe ser tiene que tener lechuga de hoja verde, nada de esas icebergs porquerías insípidas. Después de lavar con cuidado una lechuga orejona de hojas largas y verdes, toca picar un tomate bien grande y rojo sangre, que los verdosos saben a rayos... Tras esa base imprescindible, no se puede olvidar el pepino, es sano, rico, y se debe pelar dejando finas hebras de piel, después de esa parte, se corta en rodajas y ¡adentro! Cebolla, maíz, atún blanco en aceite, aguacate de piel rugosa y maduro troceado de cualquier modo. Y un huevo duro.
 ¡Mejor que sean dos! 
¿Me perdonas la ida de pinza? 
...
¿No? Pues que te den.

El joven llamado Cuervo me hace notar que picando la cebolla me he rebanado el dedo. Ah, ni me dolió. Pues ten más cuidado. Vale. Sigo con la ensalada. Ya lo hecho es delicatessen: con esto yo como dos días. Saco cuadraditos de pan tostado. Troceo un queso de bola en dados, pongo aceite de oliva y sal.
—La sangre sale a borbotones —me dice el joven llamado Cuervo— vas joder la ensalada.
—Sí, es verdad.
Pongo cuidado en cubrirme el trozo de dedo que queda y del que la sangre brota cual eyaculación tántrica.
—Vale, no ha caído sangre en la ensalada. Ahora lárgate, Cuervo. Qué narices haces aquí, el joven Kafka te necesita más.
—Lo sé, pero eso no es del todo verdad.
—Mira, tío, me sé vuestros trucos. Empezáis a decir cosas raras y sembráis el desconcierto y la curiosidad. Paso.
Me pongo aloe vera fresco y yodo. Me lío el dedo en gasa y sigo en la cocina pensando ¿qué narices hago? Nunca me ha gustado cocinar. Ni de broma incluyo yo un pepino en un relato. ¿Qué me pasa? La influencia de todos esos inútiles con hambre. Venga, Murakami, mándame una maldición, una piedra, una tormenta, lluvia de sanguijuelas. No hay huevos
El joven llamado Cuervo me dice que no hable con alguien que no me va a escuchar. Que atienda a la ensalada. Yo le digo que se vaya a la mierda. 
A las cinco de la mañana. Con el aguacate oxidado, empiezo a comer con ansiedad, los oídos taponados con algodones mojados. Hambre, joder, hambre canina. Como, mirando el trozo de dedo que se me ha caído junto a la tostadora. 
Pienso que es una cocina pequeña, como de pega, donde nunca se debe cocinar. Por eso me he cortado el dedo. Tendría que ir a urgencias pero quiero escribir y sigo con el portátil abierto en la encimera, escribiendo mis impresiones sobre mi ausencia y mi falta temporal de memoria y mi nula retentiva, mi ansiedad y el consumo masivo de antidepresivos. La sangre me salpica.
Como con una mano, con la otra escribo, con la otra me hago cosas censurables. El joven llamado Cuervo insiste en hablarme.
—Ve a urgencias con el cacho de dedo ese ¡pero ya! 
Y yo, cabreada, le digo: “Déjame en paz”.
—No.
—Sí.
—No.
—Pero ¿por qué no vas a molestar al adolescente japonés desdichado ese?
—Porque... —empieza él y ya no oigo más. Pongo Moloko a toda pastilla. Jódete, aparición. Eres cosa de locos, ve a ayudar a otro, ve a ayudar a Kafka. ¿Por qué no vas a ayudar a Kafka? Suena Passing by de Zero 7 que va mucho más lenta y el volumen súbitamente se baja, lo que permite al joven llamado Cuervo responder:
—Porque la sangre de la que estás cubierta no es de otro, es la tuya: te vas a desangrar.
No me queda otra. Es que no me queda otra: salgo de la cocina con el goteo de la sangre persiguiéndome, penetro en la biblioteca y cojo el ejemplar de Kafka en la orilla. Lo llevo hasta la cocina, lo meto en el horno, cierro la puerta y programo 180º durante tres cuartos de hora. 
Es que no me queda otra.

8 comentarios:

Calamardo dijo...

Es evidente que te está gustando el libro de Murakami, ya has conseguido incluso hablar con el amigo imaginario de Kafka. :)

omar enletrasarte dijo...

'el gato escucha pero sigue comiendo'
tal pasa aquí con la herida y la cocina de una ensalada,
saludos

Juanjo Rodríguez dijo...

Yo debo ser corto porque no le cogí el hilo a aquello. Creo recordar que había gatos que hablaban, niños que se desmayaban al subir a una montaña, adolescentes que buscaban a su padre, ¿pasaban días en una cabaña aislada?. Todo revuelto.

Me cansé y me fui.

Pilar dijo...

Juanjo, seguramente no era lo que te apetecía leer en ese momento. Yo creo que es un libro magnífico, como si lo hubiera escrito para mí. Y se me hace muy fácil leerlo. Quizás deberías darle otra oportunidad o seguir con Bolaño que ya he visto que lo estás leyendo ;)
Otro ese del que seguramente tendremos una impresión diferente.
Un abrazo.
Omar, Antonio, más abrazos.

Calamardo dijo...

JJ, ¿Cómo lees tu los libros? La estructura de este libro es casi cartesiana, con dos historias que van ocupando capítulos alternos, y que se desarrollan hacia adelante en el tiempo.

El desprecio de tu comentario hacia este magnifico libro me hace un profundo daño. ¿Cómo puedes ser tu mi amigo?

Juanjo Rodríguez dijo...

Yo estropeo los libros al leerlos, lo sé. Tengo que probar a que me los lean, a ver si así se salvan. Ya sin bromas, dos cosas:

1) Soy un poco bestia con las críticas, lo reconozco. Tengo que aprender a moderarlas.

2) Calamardo (y otros) no admiten que algo que a ellos les gusta no le guste a un amigo. Nada grave, se puede solucionar con un duelo a muerte en un plis plas.


Lo de los momentos. Me parece a mí que yo sólo tengo un momento de amplitud mental para leer, cuando estoy de vacaciones. El resto del año el caño se estrecha bárbaramente.

Un caso curioso: El Evangelio según Jesucristo. Lo empecé a leer tropecientas veces y no había manera y no sé por qué lo seguía intentando. Un día, lo empecé y seguí, y seguí y seguí. Me pareció un tremendo libro.

Calamardo dijo...

Estimado JJ.

Usted y yo somos amigos desde hace mucho tiempo, tenemos mutuo conocimiento de nuestras virtudes y defectos. La amistad es una relación en la que prima la lealtad, pero que nunca está exenta de conflictos; no ahondemos, por lo menos ahora, más en estos conflictos con un duelo.

Me duele su comentario porque lo noto despreciativo, y porque pienso que usted no le ha dado ninguna oportunidad a esta novela, no porque no le haya gustado. Admitiría que usted hubiese leído la novela y dijese que le parece una porquería porque no le gusta el argumento, el estilo le parece simple o demasiado lineal, o porque el recurso a hechos mágicos e irreales lo encuentra un poco tramposo y simplón. Admitiría gustoso que usted disentiera de mis gustos desde su propia experiencia. Pero tengo la impresión de que no es así. Tengo la impresión de que usted comenzó a leer esta novela con la idea preconcebida de no darle ninguna oportunidad, tanto es así que la califica de revoltijo despectivamente.

Acabo este mensaje con dos afirmaciones sentenciosas que nadie me ha pedido. Debe usted saber que a veces para decir que a una película le sobran 120 minutos han de verse completamente los 127 minutos del metraje. También ha de saber que algunos libros son hermosos no por su portada y los capítulos iniciales, que su verdadera belleza, encanto e interés se encuentran cuando se toma uno el trabajo de leer los capítulos interiores.

Un Abrazo, su amigo.

Juanjo Rodríguez dijo...

No hagamos de este blog campo de batalla, que su dueña no tiene culpa y se lo vamos a dejar perdido de sangre y vísceras.