Mientras las autoridades desbarran, nubes negras se ciernen sobre nuestro
cielo y todo parece haberse tornado oscuro e incierto, trato de escribir algo
que mantenga un aspecto de optimismo. Porque hace mucho tiempo que no lo hago. Porque no quiero poner en tu muro un trozo de tristeza que haga del mundo
un sitio aún peor.
Pienso entonces en el momento en que, tras un día de locos, egoísmos y
situaciones ridículas, he visto cómo los alumnos tomaban la Facultad.
Pienso también en que toda la sensación de desencanto se evapora al leer un
cuento de mi hijo de 7 años al volver a casa; en el momento mágico en que me
asomo a saludar a Venus que se pone cada noche frente a mi ventana como
diciendo “yo no voy a cambiar”.
Me embarga la tranquilidad. El hogar acalla las
voces chillonas de la crispante realidad: me pongo cómoda, leo algo, acuesto a
mi niño-futuro espléndido- y regreso a mí, para ver que no hay nada de cierto
en todo ese malestar.
6 comentarios:
¡Bien! Bien.
Gracias por intentar ser optimista.
al final, se llega al sueño de la esperanza
saludos
Menos mal que nos quedamos a nosotros mismos para animarnos, si no fuwera así...
Gracias, amigos por estar aquí :)
Serafín, un fuerte abrazo. ¡Cuánto tiempo!
Bello atardecer vivificante, y otra vez a la mañana siguiente, desmotivación y agovio. Y así nos vamos en nuestra eterna bipolaridad hasta morir.
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