miércoles, 25 de enero de 2012

Cabalgandoaloslobos

Dijo que podíamos hacer algo más. Algo más que tener sexo a todas horas. Escribir algo, mujer, que me duele hasta el alma. Yo, algo desencantada, puse mala cara. Él, que sabe cómo tratarme, dijo: "Hay que meter sexo, droga, terror, misterio y una caravana de Sioux". Y ahí ya me enganchó. Yo, pensativa, le dije al cabo que podíamos hacerlo mientras él me tocaba. Pero para entonces el tío ya no estaba. Me dejó unas cuartillas, unos lápices y una caja de botellas de litro de cerveza Alhambra. "Maricón", pensé. Pero quién se resiste a semejante chanza.
En fin, yo no sé escribir mientras uso las manos para otros menesteres, pero tengo una grabadora e iba dando pinceladas a la historia de los sioux-camellos que, borrachos perdidos, pasaban de un pueblo al otro, desde un lugar ignoto (porque no existe, vaya) vendiendo y consumiendo su merca. 
El grupo, formado por nueve hombres jóvenes y bastante atractivos, cada noche cumplía un ancestral y respetabilísimo ritual bien conocido por los cazadores de la Edad de Bronce cuando pasaban lejos del poblado y sus mujeres varias lunas. Ya saben: fornicaban unos con otros, todos con los ojos abiertos, cada cual con el compañero que le tocara. Ah, cuánta compenetración y cuánta distensión en un ambiente parte naturista, parte química pura.
Pero no era aquella época en que llegados a un lugar, vendían y se marchaban. Entonces ya los cabrones del FBI les seguían de cerca. A estos les traía al fresco la injusticia, lo que de verdad les jodía era el descaro y el modo infesto en que estos indios hacían lo que les daba su puta gana, sin entrar por el aro de dejarse retratar e informatizar, de comprar móviles y estar localizables para cualquier eventualidad político-social. Coño, que ni declaraban hacienda ni pagaban impuestos ni se habían empadronado en ningún lugar. "Escoria", pensaban. Además, simbolizaban un resto inmundo de un pasado vergonzoso que ellos mismos consideraban una derrota personal. Un insulto a su gran Nación, un peligro para sus lindas, rubicundas y blanquitas niñas cubiertas de nata: un estorbo, una provocación, una aberración. Por lo tanto, su persecución era una misión que de entrada no llevaba más intención que la exterminación: la gesta y el sabor de estar bajo el auspicio del Señor.
Como ocurre con frecuencia, uno de los cazadores de recompensas tenía sangre india, que corría por sus venas para su vergüenza y para su bien ya que entró en las filas de la benemérita legión gracias a una estratagema del sistema llamada discriminación positiva: en cada promoción colaban a algún tipejo de raza inferior, del mismo modo que consentían con la entrada de alguna mujer, negra para más perfección. 
Allí estaba él: Tom Wolfe, cuyo nombre sioux, Cabalgandoaloslobos, solo era conocido por su familia materna y usado únicamente por su abuela, Lindaflordesflorada, que era la que le había enseñado la lengua y las costumbres y la que le había dado un gavionazo cuando se enteró de que se había alistado en las filas de la inmunda Agencia.
En fin, detalles insignificantes aparte, a Tom le encargaron que se infiltrara. 
-¿Cómo?
-Tú verás. Te vas preguntando por ahí y les ofreces tu destreza con los rifles, tu buen paladar con el jaco y tu lindo aspecto que seguro les apetecerá. 
Humillado e indefenso mas absolutamente deseoso de vivir ciertas aventuras, el más bruno de los Wolfes de Minnesota fue en busca de los Nueve de Cheyenne River, diciéndose pertenecedor a la reserva de Shakope de donde se había largado por malentendidos que no pensaba aclarar, por ser lo natural que quedaran sin entender, para no perturbar la esencia de su espíritu de malentendido
La verdad es que sin comerlo ni beberlo, una buena tarde se topó con los Nueve en un descampado donde le habían explicado que se mercadeaba con enseres, viandas, brebajes y sustancias tradicionales de la venerable tribu Santee. 
Y allá que fue el agente Wolfe, indocumentado y más moreno, delgado y rabiosamente atractivo que nunca, dispuesto a todo. Tras tomar seis vasos de whisky casero indio, comenzó a largar una trola enorme sobre su ascendencia directa: uno de los ultrajados por el maldito mil veces General Sibley. Sí. Uno de los indultados por el mismísimo Lincoln. 
-Como os lo estoy contando. Mi abuela me decía que todo lo que les achacaban era cierto, raptos, matanzas, violaciones y rituales en las achicharradas aldeas de los asentamientos blancos. Hasta los huevos (*traducción libre del idioma sioux en su variedad santee). Ya les daba todo igual. Se liaron a matar y a arrasar y se pusieron ciegos de sangre; la venganza les supo a gloria hasta que les cortaron el rollo, claro. 
La historia, tan bien contada, había atraído la atención de muchos entre los que se encontraban algunos de los Nueve, mientras el resto seguía en el puesto de "Polvos, líquidos y grageas indígenas alternativas".
-Pero ¿esa historia es cierta?, -preguntó el más joven y lampiño de los Nueve.
-Un hombre que desconoce su historia está condenado a repetirla, -parafraseó o plagió Wolfe (*la disyuntiva se debe a las dudas al respecto del narrador). 


Tras impresionar muy favorablemente a parte del grupo de forajidos-traficantes, Wolfe se quedó con ellos, alargando la noche en una frondosa arboleda cercana a Pine Ridge, cristalizando una amistad mediante un rito iniciático que lo hizo recordar cada una de sus reencarnaciones como orgullosa águila lakota, astuto cuervo ladrón y oso pardo danzante. 
Los Nueve pasaron pronto a ser diez y Wolfe se integró en cuerpo y alma al grupo, cumpliendo con su misión gubernamental al tiempo que se descubría como el lobo de corazón que su abuela había vaticinado.
Los cambios de ubicación continua y la completa libertad en que vivía le permitían salir a solas a caminar sin rumbo por poblados con una única cabina desde la que llamaba y rendía cuentas al jefe directo, único contacto posible con el FBI. Telefoneaba y daba noticias breves sobre ubicación y actividad del grupo, mientras en su fuero interno solo ansiaba regresar con los Nueve y violar todas las normas obtusas que había jurado vigilar.
Así surgió en él una dualidad anormal. 
Cada día disfrutaba más las noches de ternura y confidencia, los viajes, los peligros, la bruma del colocón casi perpetuo en que se movían. Espació las salidas a escondidas y los chivatazos y dejó de lado su obligación en pos de un destino que le reclamaba espiritual y físicamente. 


Es posible que en la confusión de la vida enturbiada por drogas y alcohol, naturaleza, compañerismo y amor, pasaran muchas semanas. Es posible que en su fuero interno, la lucha por lo que aprendiera de su casta paterna le torturase e hiciera que un momento de su persona renegase de aquel dulzor. Es posible también que una tarde de ventolera y polvo levantisco fuera a una oficina de telégrafos. Es posible que en una cita encubierta acuchillase brutalmente a su contacto de FBI y en un pasaje oscuro le arrancase el corazón y se alimentase con él. 
Eso podría haber sucedido, y quizás lo hubiera hecho, si en el momento en que yo acababa mi cerveza numero mil y escribía enfervorecidamente, él no hubiese entrado de nuevo, fresco, descansado, buscando mi calor, olvidado de su encargo literario, olvidado de su hartura de mí. 
Hicimos el amor sobre la grabadora y las garabateadas cuartillas; las destrozamos; manchamos el fin de la historia con sangre y semen de modo que lo que fuera de Tom Wolfe y los Nueve de Cheyenne River quedó defenestrado, perdido y olvidado. Mi placer se antepuso a cualquier deseo de acabar como Dios manda una historia que no ocurrió ni en la ficción ni en la realidad ya que nadie la escribió jamás.


*Notas del traductor.

7 comentarios:

Anónimo dijo...

¡Magnífica! Ya me hacía falta venir por aquí. Me gustó eso de los malentendidos, y más el ritmo silvestre y embrutecedor del texto.

Riforfo Rex dijo...

chorros de imaginación, esto es lo que es.

Pine Apple dijo...

Me ha gustado tanto, tanto, tanto...el marco, la historia (con su humor y su metáfora), la paradoja final...¡¡¡te has superado!!!

I. dijo...

Como te la estas pasando Tom Wolfe!!

Calamardo dijo...

Hay una historia dentro de otra historia. A mi la historia del agente Cabalgando a Lobos me trajo a la memoria una novela de Philip K. Dick, "Una mirada a la oscuridad".

omar enletrasarte dijo...

Enhorabuena Tom
saludos

Pilar dijo...

Gracias, amigos, por pasar. Los comentarios son mejores que el texto :D
Cel, Yun, R, Antonio, Omar, un abrazo individualizado para cada uno. EV, Hola!