martes, 3 de enero de 2012

El taxi fantasma

Frank tomó las uvas y se vistió de modo elegante para despedir el año. Bebió champán, mucho y volvió en taxi. Amaneció tardíamente, los pelos alborotados, la cara marcada por el pliegue de la almohada, somnoliento. Se tiró en el sofá vio el pronóstico del tiempo. Se durmió de nuevo. Se despertó. Ya era de noche. Fue a la nevera, cogió unas cervezas, puso música. Cuando estaba borracho, fue a tropezones a la cama y se durmió. A la mañana siguiente, se levantó con resaca. Se miró en el espejo. Igual que el día anterior, tenía el pelo tieso por detrás, el mismo pijama, la misma cara pálida. La leve náusea. Fue al sofá vio el pronóstico del tiempo. Idéntico. Soporífero. Se quedó tostado. Otra vez, tras horas y horas de siesta, ya noche cerrada. Fue a la nevera, miró en su interior y pensó Zurg; siempre pensaba eso cuando abría la nevera. Decidió que no tenía hambre, cogió unas cervezas, puso música y se emborrachó exactamente igual que el día antes. Ni Frank ni yo sabríamos decir, cuántos días pasarían así. Frank, el mismo pijama, los mismos pelos enmarañados y tiesos, la misma resaca, el mismo largo tiempo de siesta. El sopor. La cerveza de la noche, la música. Frank pensó que el año no quería empezar. Soñaba que los días no pasaban. Le preocupaba tan solo que se acabase la cerveza. Al día siguiente, a pesar de la resaca, y sin saber muy bien cómo, aseado, vestido, sentado en el borde de la mesita del café, miraba el pronóstico del tiempo, decidido a salir y dar al año la oportunidad de empezar. O quizás obligarlo, forzar las cosas, para que el año se echase a andar.
Se iba a levantar, cuando sonó la puerta. Dejó que quien fuese entrase, el salón a media luz, como entre brumas por el humo de los cigarrillos y la mala ventilación. Los tipos que eran varios parecieron no verlo. Se taparon la cara, una mueca de asco, pasos rápidos; pasaron a su lado, con un amago violento de echarlo a un lado, sin decir palabra. Uno llamó desde el baño. "Aquí", dijo seco. Y todos se adentraron en el pasillo alejándose de Frank, entrando en su cuarto de baño. Salieron. Sacaron los teléfonos. Comenzaron a moverse de forma extraña. 
Frank se convenció de que estaba de nuevo soñando. Sin ninguna razón salvo el desconcierto, se acercó sigiloso y observó. Dentro de la bañera había un cuerpo en descomposición, sangre seca mal tapada por una pequeña sábana. Frank dio un salto hacia atrás y se golpeó contra la puerta. Gritó: "Joder". Casi vomita. La manera de empezar el año, joder. Pero ¿cómo ha llegado esto hasta aquí? Uno de los tipos llegó alertado por el golpe probablemente, miró con desprecio, asco. Frank pensó que lo atravesaba con la mirada. Y sintió pánico. Estuvo seguro de que lo culparían a él, que pensarían que aquel cadáver de su baño era una víctima suya. Quizás una mujer. Quizás un marica. Y lo peor: no recordaba nada. Demasiadas lagunas, resacas y borracheras, largas siestas llenas de sueños, que podrían no haber sido sueños. Encendió un cigarrillo. Se tranquilizó. 
Frank pensó que lo mejor sería largarse sin hacer ruido ni dar explicación. Tomó sus llaves, su billetera, la gabardina y el sombrero y se marchó escaleras abajo. Llovía, cómo no, a cántaros. Se caló el sombrero, Subió el cuello de la gabardina y desapareció de su vida con el cigarrillo mojado colgando de sus labios.

Frank Miller

6 comentarios:

Riforfo Rex dijo...

Grandioso, Cartaphilus. Me ha encantado.

Pine Apple dijo...

Es genial.

Calamardo dijo...

Muy bueno. Y muy buena también la ilustración de Frank Miller.

Anónimo dijo...

Muy bien lograda la rutina somnolienta, y la resaca. Saludos.

Unknown dijo...

GRANDIOSO es correcto. Reafirmo lo opinado.

Pilar dijo...

Gracias, R, Piña (un besito), Calamardo, Yun y Carlos.
Un abrazo para todos