sábado, 27 de agosto de 2011

¿Cómo sabías que era sábado?


Y tú, cómo sabías que era sábado. Llueve otra vez. Cada día es igual que el anterior. Todas las visitas se parecen. Todas las mujeres. Todos los enemigos. Si mentimos a cada paso, cómo sabías que era sábado. Todos recuerdan a alguien que ya se nos ha cruzado, a alguien que hace tiempo conocimos. Milagro es que recuerde tu nombre. Que recorra los vericuetos que nos separan intuitivamente, sin pensar por dónde voy. De algún modo desemboco en tu puerta. En tu mar. Una y otra vez.  



El camino es un laberinto y llueve. Está soplando un viento helado que alivia el dolor y hace olvidar. Aquí no hay ciudades. Solo lugares separados de otros lugares por kilómetros y kilómetros de nada. Uno se aventura y cruza los fríos caminos del laberinto a ver dónde para. A ver si al otro lado existe una puerta que lo saque de donde está. Si, al menos, hay alguien con quien hablar, con quien compartir libros, música, vino. Alguien que, sin estar desesperado o loco, o estando desesperado y loco, te invite a entrar, a resguardarte de los lobos. Y resulta que un día encuentras a alguien y te acomoda en un sofá caliente y mullido, con la promesa de lo imposible. Puedes dudar. Después de todo, es tan posible que sea un sueño, un espejismo, un engaño. Si te niegas, al menos serás el dueño de tu destino. Y de pronto conversas ¿por qué no? Desconfiado y medio tímido. Lleno de miedo y de frío. Aceptas ese vino, antes de partir. Hablas de las lecturas y de la cárcel. De la  maleta que perdiste un día y de la mujer que se perdió con la maleta. Haces esto, con un ojo en la puerta, sentado en el filo del asiento. Decidido a marchar antes de desear quedarte. Entonces ella dice que es sábado. ¿Qué puede pasar? Un sábado por la noche está permitido disfrutar, relajarse, dejarse llevar. 
-Y cómo sabes que es sábado, si no hay calendarios y cada día es igual. Esto es el exilio, el infierno, la antesala de la muerte. Eres casi un cadáver y yo lo soy ya. No nos está dado dejarnos llevar. Cargamos demasiado detrás.
Ella enmudece. Has vencido. Saldrás de allí en breve, victorioso. Lleno de razón y razones, triunfante. Mientras apuras tu trago, ella sale a mirar las estrellas para no tener que despedirse. Lo habría pasado bien, habría echado su cabeza en tu hombro y te habría escuchado sin esperar nada más. 

1 comentario:

Anónimo dijo...

Sé que es sábado porque tú has venido. Es una pregunta fácil, no habiendo calendario. Sé que es noche porque no estás. Se que hace frío porque no tengo tus brazos. Es fácil. Sé que es soledad porque se me seca la garganta de silencio. Sé que amanece porque estás yéndote. Sé que es vida porque aún tengo esperanza.