Quisiera dejarme envolver en la manta perfecta, con la suavidad y el olor reconfortante del recuerdo de algunos días imprecisos y tergiversados. Un abrazo, una lluvia de besos podrían conformar esa manta durante un momento que quisiera eterno, o al menos muy largo. Un abrazo caliente y suave. Un susurro al oído como el crepitar de la manta, el sonido del roce de tu voz en mi piel, de las palabras perfectas, del peligroso y dulce cobijo de una verdad en la que querría hundirme y desaparecer.
Uno de esos instantes húmedos, uno de esos en los que morir tendría sentido.
Y evitar estorbar a los sentidos con mis flacos pensamientos: evitar explicarte y explicarme cómo son las pasiones humanas que tú desconoces; cómo el sufrimiento o el delirio; cómo los celos o el éxtasis; cómo el principio y el fin del entusiasmo y la ilusión que te levanta y te inflama; cómo el dolor de la muerte, el miedo a perderte, cómo la locura.
Callar y callarme; ser solo parte de tu cuerpo, objeto de los besos. Dejarme llevar por el tiempo de tus caricias y que venga el sueño. Sentirme a salvo de tantas verdades, lejos de los salvajes indefinidos del mundo real en el que nos movemos. A salvo de mí, de la enfermedad, del insomnio, del vértigo del deseo y la muerte.
3 comentarios:
Pues será el invierno, sí:(
Es muy íntimo, y al mismo tiempo los demás podemos apropiarnoslo. Dan ganas de ser el acompañante, la escritora o incluso la propia manta.
Gracias amigos por leer.
:)
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