martes, 23 de diciembre de 2025

Postas de camellos



Sube ahora tú, mercurio viejo. 

Ponme un sombrero que parezca de lava 

y sea de fuego 

Como luz de enero. rebaja de invierno.

Inventa otro anuncio,

Con canciones de anhelo y mucho cuento.

Que me explote ya el pecho de sufrimiento.

 Y que mientras, afuera, siga lloviendo.

No quedan ya ni gatos ni callejeros.

Mientras me peino frente al espejo, 

El estropajo este te está mintiendo.

Cómete lo que queda ahí en el suelo.

Fruta de temporada de otro tiempo.

De cabello rizado y gesto tierno. 

Sube en silencio, y pasa dentro. 

Aprovecha que abajo todo está abierto.

Arrancaron las puertas, yo he puesto el fuego

para que entren las reinas y sus camellos.


  

lunes, 22 de diciembre de 2025

Ver

 En otro capítulo de la vida de A., entraba en la vieja tienda recomendada por su amigo, el médico. Acababan de quitar el polvo a las vitrinas y todos los artefactos y sus minúsculos complementos quedaban visibles bajo las luces recién instaladas so pena navideña. Los músculos de los ojos se aflojaban,  quedando al arbitrio de las sombras móviles su percepción. El tiempo se había resistido y seguía resistiendo. Pero tocaba caminar hacia el fondo para ser atendida, o mínimamente escuchada, en su petición. Habrá que gastar dinero. Pagar para ser vista y oída por hombres alquimistas y filósofos reunidos en torno a una mesa. Se quitó el abrigo. Algunos pares de ojos sonrieron beatíficamente, el resto de ojos medio entornados, sus propietarios encorvados, las bocas llenas, el mantel pintado de rojo, las barbas de grasa y los dientes oscuros. A. comienza a abrir la boca con intención ilocutiva. No da tiempo. Suena un cállese resonante e insospechado de uno de los videntes. Hablan sus mayores. Toca esperar. Esperar a que coman ruidosamente (ni una tilde y dos momentos tónicos en una brillante pirueta histórico lingüística) y acaben el festín. Este vino es magnífico, disfrutar un banquete es lo que nos diferencia de las bestias, el universo son matemáticas. Llegan los postres. A A. le duelen las piernas de estar de pie, la cabeza y el pecho no le duelen de estar de pie. Le toca, por fin. 

-¿Qué deseaba? 

-Ver. Ver mejor. Ver un poco más lo que se viene. 

(No dirá ver el futuro porque sabe que es una trampa verbal). Uno, el pequeño, arrastra la silla para poder sacar su rotondo cuerpo de muñeco de ventrílocuo. Un cuerpo, por así decir, caducado en sí mismo y por propia voluntad. Lee sus pensamientos, cómo no: "Acompáñame en silencio". Salen al pasillo de las vidrieras y él elige un artilugio apropiado, según su experiencia, para una cabeza llena de repelente suficiencia y vacía de aplomo, tradición y principios.  

-Cuánto, -dice ella.  

-Todo. Todo lo que has tenido, tienes y tendrás. 

-[...] 

-No sabes de lo que hablo. Nunca lo sabéis... En principio, firma aquí, deja todo sobre esa cama y saca tu cabeza de aquí.  




viernes, 12 de diciembre de 2025

Una hache y una coma

          Me regala una lupa. Para que vea las cosas pequeñas. Como si no tuviese yo una visión perfecta para el cerca, lo diminuto:  hormigas, motas de polvo, agua sostenida en aire poniente, brisas de marejadas, arena levitando... Veo perfectamente el viento, rizos de pájaros en el cielo nublado de mi perspectiva líquida. Ostras, champán y primavera. Un bumerán que no vuelve.

Me regala una lupa hecha de añicos. De pasados presentes y de olvido. Una lupa para no ver el horizonte. Una lupa negra como ceños fruncidos. Como un cliché de mis abrigos. Como metáfora de cientos de pelusas. Como ese vestido lleno de arrugas. Como la bolsa de prendas sucias. Para ver lo invisible e inexistente. 

Va la lupa, ahora, volando, como una bicicleta en un tornado. Como los papeles manuscritos, pintados de mapas y mapaches, de peces raros fuera del río. Como el brazo roto. Como yo bocabajo. Como ojos cerrados y sucios albergues. Como chicles pegados bajo su mesa. Como imanes mangados de su nevera. Como yo lanzando la lupa contra la chimenea, llena de románticas llamas descaradas y mantas compradas en mercadillos.

Lupa líquida, derretida por infantil y desgraciada. Como el corazón fragmentado. La lupa de los miopes niños perdidos.

Una lupa que son tambores de guerra. Que asalta ojos como a pobres. Que desvela misterios insondables. Que me importan lo mismo que las ganas. 

Y el mar se cabrea embravecido de plásticos. De uves por bes, de jotas por haches. La lupa sigue su viaje. El viaje a la nada que significa.

Una lupa borracha de mentiras, hecha de impuestos irreales y tontos con costa, de unidades de medidas y huracanes, de vicios de mascar y puentes rotos. 

Pagadas las multas de regalos, presentes que duran lo que duran. Vestigios de sueños rotos, poetas muertos y transgresiones.



domingo, 7 de diciembre de 2025

los pájaros entrometidos

Donde no queda nada, 

nada puede crecer.



Bajo mis ojos puede anidar una entera colonia

                                              de pájaros entrometidos.

Gorriones con cresta que han emigrado;

han entrado por algún lugar,

han hecho como que cantan en lengua de aquí

y se han metido en los nichos más oscuros

para disimular que, de donde vinieron, 

allí fueron alegres y descuidados.


Aquí el aire es siempre caliente,

espeso y pesado, brillante.

 (Les gusta eso).

A esta hora, que es siempre,

rosado y oscuro, va andando el aire

por el fondo de los ojos,

donde está la línea del final de la mirada,

andando, digo, por el azul hasta que acaba.


Y ya, casi terminando el día,

inútil y cremoso,

(pero, sobre todo, inútil),

florece la luna cual tonto antojo,

avisando aves, intrigantes y cotillas,

que vuelven volando debajo de mis ojos.



sábado, 6 de diciembre de 2025

Peor para el sooool 🎶

 Querido Byung-Chul:

De verdad que ya no sé qué hacer. Me quedo en casa en pijama sin peinar ni lavarme la cara como acto de rebeldía y resistencia. No hago nada. Me tiro en el sofá, cansada. Pienso en ti. En otros. En mí. Leo un poco. Hoy le tocó al Salinger. Me da por ahí y me sigo la corriente. No consumo, pero como. Espero que lo entiendas. Me da palo confesar que son precocinados para microondas, consecuencia en parte de la política hostil contra la autoexplotación, osea, para no hacer nada de nada. Cuando me harto, me arrastró al lavabo a hacer pis, me quedo sopa ahí sentada, despierto con dolor de nalgas y vuelvo al sofá. Pongo la TV. De verdad que lo siento. No estoy segura de qué es resistencia y qué consumismo y qué estupidez ni de si puedo o no leer tu perfil de Instagram sin traicionar mis/tus principios. Así que pienso alamierda y pongo una serie, basada en un bestseller, de desapariciones misteriosas y una detective que fue la novia del sospechoso, ahora desaparecido, e hija del finado por voluntad ajena. Es una porquería. Penosa. Mala hasta decir basta. Voy por el capítulo 4. La he parado un momento para preguntarte si sigo o me voy al centro a ver las luces de Navidad (que es bromaaa!) o si salir a correr con tenis Nike se consideraría totalitario, emplán, que me esclavizo y encima valoro positivamente que los demás me vean correr como algo positivo y, por si nadie me ve, me hago una foto o le ordeno a un desconocido que me la haga él, estirando o dando saltitos, para subirla a todas mis redes. Pie de foto: para bajar los aguacates 😉. Ya. Ya. Mejor cambio de postura y le doy al play. 

Soy muy muy fan.

XOXO 

Citizen X (Transparencia cero)


domingo, 30 de noviembre de 2025

Sin paraguas

  Va a llover. Va a llover muchísimo. No viene a nada en concreto, pero creo que debería volver a leer la broma infinita o irme de viaje para siempre. Mejor pruebo con la broma. A pesar de que a David no le fueron de utilidad los antidepresivos, y que al final hizo lo que podría hacer una misma, en sus páginas hay un atisbo de cura para lo nuestro. El problema es que quiero leerlo en mi libro, subrayado, con mis palabras de entonces en el margen, quizá ya apuntando la futura deriva de la vida que ha pasado como un tornado, rápido, sin orden, descontrolado, destruyendo todo.

El libro en cuestión no lo tengo. Aquel tocho con cientos de notas al pie, algo manchado, pasó de mano en mano y ahora anda por ahí con un niño perdido, probablemente en la misma isla donde están la mayor parte de mis particulares tránsfugas. Es posible que ambas cosas sean irrecuperables y que tenga que ir a una librería y tener un encuentro con los pensamientos de los desesperados de AA, héroes de una guerra que no tiene fin, a ver si se me pega algo. Quizá es más que ingenuo esperar que una historia te salve, pero si algo tenía David es que no era cínico y probablemente creyese en eso también.  

lunes, 24 de noviembre de 2025

A derrota

 El viejo Erik lo sabía. Recordaba su nombre, casi olía su aliento. Estaban siempre en los mismos sitios, el mismo hueco dentro de un hueco, con la chaqueta impermeable, aislante de tantas cosas. Como imanes de una nevera que estuviera en todas partes, se atraían y allí se encontraban. Frente a frente. Uno hablando, el otro recordando dientes más limpios. Se remontaban al exilio, uno, a su madre, otro. Cambiaban a veces. Anécdotas borrosas: el hermano de su madre, su hermano, finalmente, su tío, realmente, su padre. La poética de los parecidos razonables, de la negación y la miseria. Cuartos separados por sábanas raídas. Raskolnikov, desquiciado. Insistir en que no eres tú el del espejo, en que el tiempo no permea, en que cada momento es la perfección o no es nada. Perseverar en el vacío de las estrechas vías que conducen al otro. En la oscuridad que llevan dentro. En la ebriedad que lo moja todo, que huele a mar enfurecido y después te acuna hasta dormirte empapado, pringoso de algas terrestres y medicinales. Erik escucha poco, pero a veces también se estremece. Ve aquel milagro de supervivencia como despojo. ¿A qué animal rechazan hasta las alimañas hambrientas? Cambia de lugares para empezar de cero, para no encontrarlo más con su risa forzada, sus frases hechas y anécdotas manidas. Pero siempre aparecía, con otro nombre, disfrazado poco sutilmente, echando su brazo por la espalda de Erik, palmeando sin pudor. No había escapatoria. Aquella era su vida verdadera en esencia. La noche traía ese rostro hasta su orilla más o menos lejos de Norte. El compás parece sonreír y susurrar falsas soluciones locativas. Mira la brújula, enloquecida como él mismo, mientras de fondo esa máquina de halagos empalagosos y bromas de mal gusto indica una ruta de escape con forma decreciente. Pero eso Erik ya lo sabía.

sábado, 25 de octubre de 2025

Lo del trío

 Estaba el Chandler flirteando descaradamente (igual tocarle los senos suavemente no es exactamente flirtear, no sé, los tiempos cambian y el lenguaje con ellos), en fin, eso,  que estaba flirteando con Phoebe en frente de Mónica, en casa de Mónica, en el sofá de Mónica, antes de lo de dar a luz a tres hermosos gringos (la rubia) y regalárselos a su hermano🤷🏻‍♀️ para compensar lo de ser rubia, alta, delgada y tener piel de terciopelo🧜🏼‍♀️. Mónica, falsa permisiva, tragaba orgullo con hiel de avispas del Himalaya y limpiaba, como siempre. Porque Mónica siempre está limpiando. Es bajita, plana como una tabla y se pasa el día jugando a las casitas. 

A Phoebe no le gusta Chandler porque es feo y está medio gordo y no le pilla la gracia, pero el morbo es el morbo y sin querer se sintió interesada en pasar a mayores.  Chandler, encantado, ya iba a bajarse los pantalones allí mismo, mas Phoebe, amiga de sus amigas, lo frenó con dulzura y tuvo la deferencia de invitar a Mónica y la superdeferencia de decirle que era idea de él lo del trío. Así se salía con la suya, y él más, y no perdía una amiga con un apartamento en pleno centro. Por lo visto, pasó: 45 minutos (hey, Chandler, good job!) estuvo Mónica asistiendo a un coito, como la que asiste un parto, entre el amor de su vida (también esta tiene tela) y su sexi amiga a la que, todo sea dicho, sobó lo suyo tirando a bastante tirando a mucho tirando a igual-muchísimo. 

Como siempre, y en esto reconocemos y aplaudimos el realismo ejemplar universal paradigmático total-literal-osea, todos cuentan en secreto a todos el épico suceso, si bien en cada versión la iniciativa del asunto en cuestión partía de fuentes diferentes, mayoritariamente de Mónica, bulo, como sabemos bien, propagado por la misma 🤥 y solo negado por Ross que, conociendo a su hermana, sabía que ella no compartía ni un chicle.

Al final, todo fue una risa porque Joey no se enteraba de nada y se quedó una tarde muy buena. Aplausos.  Decepción porque no sale el polvo en el episodio (un triste rótulo de 45 minutos después). Telón. Mónica hizo despedir a un guionista 🔪 y se puso a limpiar el sofá, que, 🤢, estaba llenito de largos cabellos dorados. Por mi parte, estoy segura de Mónica y yo (y más gente) bloqueamos a Chandler de por vida en los móviles cuando los inventaron. 

viernes, 24 de octubre de 2025

Pulp - Common People or 𐐒orn to Puᴎʞ (🤯)


Para amantes sofisticados, aquellos que esperan una vida en minúsculas escritas del revés (ͻͻͻ), o mayúsculas si son tal 💣✊(ЯЯͷͷ), vida presupuesta sin presupuesto, crestas y pantalones rotos, sin comas ni tildes; aquellos con 300 apellidos, sofocados, acalorados, muertos de deseo por lo guay que es ser de barrio😎😎😎. O, igual,  para los que son todo lo contrario, deslumbrados por los ascendentes del personal👸👸, por las marcas de las ropas, por los contables incontables🏦, por los nombres compuestos, los puntos y comas, las etimologías en camisetas de varios ceros 👚👚👚.
Nos vamos al cine, a la disco, al supermercado, al armario, al baño (con pestillo). Cogemos un tren, un bus, alquilamos una furgo, dormimos en un saco, sacamos la basura o la punta al lápiz del otro, ponemos la música más alta cada vez. Lo que sea para dejar atrás cada cual su 💉👪,...

Y al final siempre llega el final y todo son fiestas en la que no pegas, post con ¿poemas?, palabrejas, amigosdeamigos; todo es Netflix, paseos cuesta arriba, hablar medio tirado cruzando las piernas cada uno en una silla en un escenario y/o ser uno de los pacientes del 🎪. Y al final -->HERE


lunes, 13 de octubre de 2025

Chaleco antibalas

 Pasa a veces que te disparan con flores o con dibujos de flores y frases de Paulo Coelho, con buenas intenciones de ositos Haribo y tarta de chocolate y con piropos que son directamente proporcionales en fuerza ilocutiva al nivel de alcohol en sangre del proferidor. 

Y empiezo a pensar en intermitencias e interferencias y en ondas sonoras agudas y saco el chaleco del FBI que me regaló el amor de su vida, que cuando decidió que no habíamos ido bastante al campo,  tardó en reemplazarme un par de horas de esas de dormir la siesta abrazando al gato.

Ya. Bueno, me pongo el chaleco. Para siempre. Algo es algo. Salir con un loco con su búnker y su perímetro de trampas de osos tiene sus cosillas también, pues, al ser bipolar, la mitad del tiempo eres la más guapa, la más lista y el amor de su vida y de la vida de todo el mundo. Yo creo que eso no está mal como average. Echas cuentas y has sido la hostia un año y medio. Pero el chaleco me viene mejor. Un osito Haribo a 200 km/s es muy peligroso. Y unas flores con leyenda ya te matan.

jueves, 9 de octubre de 2025

Corteza de ámbar

 

Sabes, porque todos lo sabemos, qué es ser motivo de fuga, el sitio de donde salir pitando, la cárcel, el manicomio, el círculo, el laberinto del que alejarse para no volver ni en canciones. Así, heredamos los collares, pendientitos, cinturones y rebecas, frases hechas, refranes y muletillas. Efemérides que no pueden ser velorios, pero lo son. Piensas, mala en todos los sentidos, que aquesos tránsfugas estarán en un lugar mejor, donde todos son iguales, hacen y dicen las mismas cosas y palian el aburrimiento con tristes ingenios dominicales que incluyen desplazamientos, degustaciones, experiencias sensoriales con exquisitos tintes culturales. Dios les dé salud para tanto estímulo. Tanta homogeneidad, tanta naturalidad atributiva. Que, al salir, encuentren sus abrigos de entre el montón de abrigos idénticos y a sus acompañantes de entre ídem.

Después está el amor, que te hace ver las diferencias de esas personas que son tu debilidad, cuya risa se te contagia como un virus de 48 horas, cuyo dolor te enferma durante más tiempo del que cabe contar. Ves sus esfuerzos por no ser excepcionales y te revienta. Calladamente. De todas formas, contigo siempre son distintos, los mismos que fueron. Y ves en eso una inédita dicha de exclusividad.

Así que, a pesar del horror a la excepción que tienen por alguna extraña razón alumnas listísimas, me parece que voy a salir por esa puerta y seguir en mi línea ya cansada pero impertinente, extravagante, repelente para llegar a tiempo a despedir a los que parten desde el andén que se anunciará en el panel correspondiente. Podría no ir, pero entonces no acabaría de enterarme de quienes se marcharon y quienes solo desaparecieron. No me gusta nadita andar años buscando a la gente que, por su voluntad o no, hace mutis por el foro. 

Cuando tenía 32 años pasé una poco luminosa etapa de misión docente en Katowice, Polonia, tras la cual volví a casa deseando abrazar a todos y cada uno de los miembros de mi familia y los de otras familias. Tanto abrazo desembocó en un muy deseado embarazo que abrió las puertas a una frenética carrera para "terminar" artículos, capítulos, asistir a congresos, dar conferencias y  todo lo que pudiera ocurrírsele a alguien lo bastante gilipollas antes de mi nueva vida. En noviembre dejé de tener 32. Di a luz el 2 de diciembre, con 33 años. El 2004, lleno de intensas emociones, malísimas muchas de ellas, decepcionantes hasta decir basta, terroríficas algunas, acabó cuando 15 días después de dejar de tener 32, todo lo anterior pasó a ser un borroso acabarme, aunque reconozco abiertamente que no hubo fuga por mi parte.


lunes, 6 de octubre de 2025

Vaguada retrógrada

 Los problemas son muy pegajosos. Cambiar de ciudad, piso, pueblo, país, novios, amigos, idioma no los suele remediar. Y lo que padeces va contigo contaminando, contagiando, infectando nuevos barrios, economías emergentes, enteras familias de clase media alta de izquierdas,... El resto de pasajeros del avión, repentinamente, gritando por la nariz, estornudando lágrimas, sudando penas. Emigras tu malhumor contigo. Casas tu raquitismo económico con otra 💍. En la maleta, la misma barriga redonda y dura, el mismo color de dientes, el neceser de paliativos. El nuevo cielo te parece diferente 10 minutos, después llueve igual que en todas partes🌬 y te duele la espalda por tantas horas sentado y han prohibido fumar en todos lados. Los carteristas, hábiles, te calan hasta los huesos y pasan de largo. Aun así, tienes ilusión porque el piso "nuevo" tiene horno y te puedes comer una pizza mientras gorroneas Netflix del vecino que, incauto, te dio la contraseña a cambio de nada. Conversación intrascendente,  dada de razón torera, ofrecimentos, generalizaciones,  peloteo. La gente está muy sola. Y siempre habrá quien se apunte a eso del tardeo el viernes. De ahí al reseteo,  un paso. La cuestión es que borrar la memoria no te borra a ti. Y el lunes al café del desayuno🎶, o sea ahora, vuelve lo que siempre estuvo en pretérito anterior, indefinido, imperfecto (so sad), presente y, me temo, futuro. 

Quizás lo suyo no sea tanto huir como ponerse en condicional. No sé. Esto va en contra de todos los memes positivos que recomiendan cambiardeaireshacercosasnuevashablarconmuchasesesmetiendopalabraseninglés y otros ilustrativos y luminosos consejos. Hemos entrado en Libra. Vamos.

sábado, 27 de septiembre de 2025

Entonces

 Era entonces cuando todo estaba perdido, cuando era y estaba sola y la insensatez del mundo me dejaba muda. Entonces era que el mundo del revés me dejaba sin memoria,  cuando las piedras azules se desvanecían, cuando  estaba tan lejos y las eses no me querían ya y los peces me evitaban y era un mito sin máscara. Sola sin clarividencia, sin recachitas donde resguardarme del dolor ajeno, sin un cuerpo que fuese recuerdo y consuelo. Sin zapatos que me entrasen. Sin novelas ni poemas. Sin nada más que recuerdos y puestas de sol y risas genéticas, risas de nacimiento,  risas gratis, risas de ingenio,  risas sin prisa, risas aceleradas, risas nostálgicas. Desnuda excepto de risas. Y era entonces que solo quedaba el mar, enorme, gigante, ahí enfrente,  retándome, calmándome. Era entonces que, borroso, te recordaba. Bohemio. Imposible.  Sin brazos que me abrazasen. Era yo sin impostura. Entonces.

viernes, 12 de septiembre de 2025

Un golpe de suerte

 Amaneció no tan tarde como siempre. Había algo raro. En su cuerpo. Tardó en apreciar la falta de dolor. De sed. De cansancio. Recordó los días anteriores. Cogió aire varias veces. Sí. Llegaba. Hasta el fondo. La barriga subía y bajaba, el pecho se llenaba entero y se vacíaba. Fue a la ventana. Todo estaba precioso. El mar en su sitio. Las flores, más cerca. El cristal, limpio. Abrió la ventana. Olía un poco a jazmín. Aire fresco de levante. Ruido amortiguado de olas rompiendo. Fue con cuidado por las escaleras. A la cocina. El gato apareció por la gatera estirando su lomo elástico antes de acercarse y buscar con su cabeza las manos de ella. Con el gato en brazos, fue habitación por habitación comprobando que estaban todos en sus camas respirando, cada cual con su olor, cada cual con su desorden. Miró el calendario por si acaso. Una semana. Y sin cambios. Una semana con coche, con gato, con tres hijos, sin dolores, lejos de hospitales. Una semana con la casa pagada, sin discusiones familiares, sin que nada falte, sin que nadie sobre. Se quedó muy quieta controlando el miedo.

Besó al gato. Todavía no iba a ponerle nombre. Antes probaría a conducir el coche.

sábado, 30 de agosto de 2025

Manchas de insecticida

 Y la piedra fue y, después, la hormiga. Nació, sin motivo, la mentira. La hormiga bajo la roca. La roca en movimiento. El viernes fue domingo. Y el domingo, lunes. Llegó el hombre y su ruido. Tomó una piedra y mató cientos de hormigas. No hubo duelos. Vinieron muchas más. Sin intenciones salvo prever no morir de hambre, porque, entre una cosa y la otra, fueron las estaciones. El verano. Las cucarachas. El invierno. Las chimeneas. El otoño. El bosque con sus setas. La primavera. Sin adjetivos. Los hombres hicieron casas de piedra. Las hormigas, guaridas bajo tierra. La roca observa sin ganas el cambio, la desesperación de las hormigas cuando acaba el verano, los hombres y sus abrigos y sus paraguas. El mar y su abismo. A la roca le gustaría no ver, no oír, no saber, no sentir cuando la pisan. Pero, como cada cosa, excepto quizás el hombre, no puede cambiar su naturaleza.

martes, 12 de agosto de 2025

De uma praia deserta

 Esta vez seremos barcos. Estaremos varados uno junto al otro en algún lugar solitario, tras cada cual haber cruzado el mar y realizar su viaje. Los hombres que nos usaron habrán desaparecido.  El tiempo transcurrirá lento y se estropearán nuestras carenas, las quillas hundidas en la arena, las cubiertas pidiendo un calafateo que no llegará. Seremos triunfales objetos obsoletos, juntos, en un sitio remoto. Seremos mudos y raros. Supervivientes desinformados. Memoria pura. Naturaleza muerta. Veremos música y oleremos colores, secretamente. Por suerte, nadie nos recordará. Por suerte, no importaremos a nadie. Como un milagro de nuestro siglo, no nos sacarán fotos donde el relato impostado de nuestras astillas y nuestro abandono le valdrá a alguno un halago. De algún modo, habremos llegado a un cementerio donde solos, tú y yo, nos comunicamos. A veces, se nos posarán en las espaldas agrietadas desconchadas huecas, inútiles gaviotas perdidas. En una ocasión, un ave te desparasitará y yo lo notaré sin inmutarme. Como conchas de madera bocabajo. Sin problemas, sin dueños ya, sin horarios. Bajo un manto de estrellas fugaces.

miércoles, 6 de agosto de 2025

Haters

Hay un lugar en Siberia cuyo nombre no pienso mencionar porque, si lo hiciera, se llenaría de turistas de inmediato (los occidentales parecemos tontos, la verdad). Es, según los expertos, el sitio más frío del mundo. Puede que lo sea. Los climatólogos son lo que son, pero ese melón no seré yo quien lo abra. Algunos dicen que tiene 2000 habitantes; otros, que unos 920, habitante arriba, habitante abajo; mil y pico colegas de diferencia, ahí lo dejo (otro melón). Para llegar allí hay que cruzar una carretera larga y recta debajo de la que están los huesos de los presos que la construyeron. Iban muriendo y quedaban ahí, mientras el progreso progresaba sobre ellos. La anécdota favorita de los "periodistas" que llegan (porque es un notición lo del frío) para entrevistar a una entrañable pareja que no para de sacarles comida y té, es que, por las bajísimas temperaturas, las casas no tienen cañerías (reventarían por el agua congelada) y que los retretes suelen estar fuera. Pues vale. 

Los habitantes de tan inhóspito lugar insisten en que tienen de todo: gimnasios, restaurantes, bibliotecas, que lo pasan bien, que su vida es normal. Y, sí, tienen bares. Y, sí, tienen clubes. Y lo sé porque yo me mudé allí por motivos que solo me incumben a mí. Y, sí, voy todos los días a los bares e, incluso, trabajo en uno (cómodo porque tengo mi cuarto con cocina en la planta superior, ja). Y, sí, fundé el Real (esto tiene su explicación, pero no la doy) Club de Haters de Anna Karenina. También voy los lunes al Trivial Ruso del Bajísimo Sajá, con los demás haters.  

No diré que estar a -50º sea lo ideal, pero tampoco es para tanto: los precios de la vivienda están tirados, no hay que tener casi ropa (solo un anorak o una parka inuit normalmente de segunda mano; ya debajo lo que sea: da igual), y todos te conocen porque, para ellos, tienes los ojos como un personaje de anime. 

Pues bien, estamos un lunes de enero, con toda la mala leche del no dormir y el mono de ensalada con tomate y lechuga y boquerones fritos, añorando los colores y esas cosas, listos los seis para jugar al trivial y petarlo, aunque tengamos que celebrarlo a base de arenques y vodka. Lo importante es 1) ganar, 2) emborracharse, 3) poner a la Karenina a caer de un burro con nuevos motivos que no faltan, desde luego, pero que requieren cierta técnica argumentativa para que la tuya sea la mayor y más despreciable muestra de egoísmo, estupidez, orgullo, falta de lucidez, hipocresía, histeria, falsedad, indignidad, victimismo, obsesión, etc. de las que se puedan mencionar en una ronda con dos oportunidades. Voto secreto. En caso de empate, penaltis. Puede pensarse que es fácil. Mas, ojo: primero está el Trivial del Sajá y, después, la obligada borrachera, así que se podría decir que no lo es. Fácil, digo. 

Y ahí estamos nosotros, dando saltitos, calentando, preparando mentalmente nuestras estrategias, cuando, increíblemente, entran con sus camisetas a juego y sus caras iguales los Haters de los haters de Anna Karenina. Claramente, a buscarnos la boca. Ya. No hay nada peor que Internet y la noche polar. Incapaces de inventarse su propio club, ajenos a la originalidad y a la clase, porque no tienen clase, ya os lo digo, estos mendrugos, hooligans sin equipo, sucios ignorantes, nos plagiaron y le dieron una vuelta. Lo peor. Ni siquiera son un club-club, ni Real, ni Imperial, ni tantito Asociación, ni nada: directamente "haters" y camisetas. ¡Ni han leído Guerra y Paz, cojones! Y allí en el H4rbyn II, tras disculparnos con la camarera por escupir en el suelo en un subidón descontrolado, nos encontramos cara a cara sin nada que decir. Venimos a jugar al Trivial. Y ¿por qué aquí, eh?, ¿no hay más sitios? No. Ah. Mmmm. Igual en Yakutsk, los miércoles. Pero eso es en abril. Ah. Mmmm. Bueno. Esta es nuestra mesa. Vale. Nos sentamos allí (allí es otra mesa, al lado de los dardos, el billar americano y el karaoke de los martes). 

Les dejamos en paz porque empezó el Trivial y, entre ambas mesas, la tercera mesa en discordia la ocupaban unos presuntos periodistas estadounidenses con su supuesto locutor rubio, su supuesto cameraman calvo y su supuesta redactora políglota y sabihonda que desequilibró la balanza del juego a pesar de las voces que cruzábamos. ¿Cómo se llamaba el padre del director de cine británico que llevaba gafas sin necesitarlas? Ella no se suicidó, se acojonó y resbaló. Claro que se suicidó, la inspiró el accidente que la impactó al inicio... ¿Cómo que impactarla? Si la muy egoísta esa no lo volvió a pensar. Esto lo dirás tú. Entre Vlad y un tal Semen nació una animadversión animal que iba más allá de lo, digamos, grupal. Sus gritos e improperios nos desconcentraron a todos, menos a la redactora americana maldita gafotas. Y, sí, perdimos. Todos. Contra los americanos. Californianos, o algo así de desagradable, pero no tontos, en un descuido de ambos grupos -el de los Haters y el de los Haters de los haters- se piraron sin beberse el vodka recompensa. Cobardes, dijo Vlad; cobardes, dijo Semen. Lo justo es lo justo y hubimos de compartir el vodka. Resulta que sí que habían leído a Tolstoi y a muchos rusos y no rusos. Resulta que lo que ocurre es que no le gustan los haters en general; no nosotros concretamente, salvo por nuestra ignorancia manifiesta de la psicología de la Karenina... QUÉ?! Otra vez improperios que Semen y Vlad zanjaron con un ¡vamos fuera! Tíos, ¿fuera? Vlad me mira y dice sí. Esto lo solucionamos nosotros como se ha hecho siempre. ¿Te importa que te apoyemos desde aquí dentro, vigilando a estos?, pregunté. No. Lo prefiero.

Bien. Bien, ¿no? Y todos sí, sí, bien. Seguimos desglosando la sarta de preparados momentos en los que aquella infiel desagradecida mala madre iba deteriorando su ser, cayendo bajo y más bajo, mientras los otros nos refutaban cada cosa sin mucho acierto, a mi pequeño entender. Pasados unos heroicos 15 minutos, volvieron nuestros colegas con las pestañas blancas de nieve y sonrosados y sonrientes y aliviados y tranquilísimos. ¿Resuelto? Mucho. Guiños. Bien. Por mí también. Por mí, igual. Y por mí. Mmmm. Yap. Entonces, ¿qué? Habrá que irse. Sí, sí. La camarera: sacad vuestros culos sucios de aquí (es un modo siberiano de despedir a la clientela vip). Nos fuimos sin dejar propina (es un modo siberiano de dar las gracias). Y quedamos para el siguiente lunes a condición de que 1) el Trivial cada grupo con el suyo, excepto Semen que ya era de los nuestros, 2) la borrachera no era opcional, y 3) el debate sobre la Karenina, incluiría a otras damas: la semana siguiente Madame Bovary, otra queeee...

Y, bueno, FIN.


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jueves, 31 de julio de 2025

Drogi pamiętniku (querido diario)

A un tal D., que insiste en que respire.

Y, por qué no, a J. C., que ha abierto la jaula.



 Último día de julio. ¿Qué día es hoy? Jueves. Nada en la agenda. No me fío... Siempre hay algo en la agenda, aunque sea recordatorio de vitaminas, compra de 13:00 a 23:00 (o por ahí), llamar a la tita que es su santo, u otras cosas igualmente tontas o importantísimas de vida o muerte.

Así que hoy la agenda no vale para orientar a nadie. Bien, bien. Me alegro. Es solo que pasar la página y afrontar un entero mes de colorines y límites de entrega requiere de un valor del que carezco. Ni agosto ni vacaciones médicas. No me fío... 

Hay en el ambiente un fondo de ondas eléctricas, un rumor de falso silencio, como un aviso de que algo hay, ocupando espacio, posiblemente traspasándome, invisibles intrusos espías cancerígenos. ¿Pasarán de largo? ¿Qué día era? Jueves, sí, sí, sí. Jueves. Es verdad. No hay nada hoy, último día de julio.

Querido diario (tradiciones textuales se imponen entre la libertad de pensamiento, palabra, obra y yo misma, creada carne por la inercia de la costumbre, venida a este mundo, donde lo primero fue el Verbo, hecha a la imagen y semejanza de un molde discursivo, como por decir).

En fin.

Querido Diario:

Ayer me olvidé de comer. Después me dolió mucho la barriga y dormí fatal. Quise escribir, pero me salía todo en portugués y no entendía bien bien lo que decía. Puse el aire acondicionado (a ver si era eso). Y nada. Me comí medio plátano y 4 arándanos sin lavar (a ver si era eso). Y nada. 



Acabé de nuevo en la cama, consolándome con que no es Hans, es Miecszylaw y es Olga, no Thomas. Quién me iba a decir a mí que iba a regresar a Silesia veinte años después, entrar dócilmente por una puerta abierta un poco a medias por una tramposa traductora y sus compinches locos. La cosa es que no deja de ser curioso que la marea, el tsunami ese, haya echado el polvo venenoso y haya traído un bosque lleno de metamorfosis, como el que me lanza un salvavidas. Y todo por unas setas, -bueno, muchas- y por Irena y Emi y hasta por Alexis.



Fue un día, ayer, anodino y horrible. Ay, Diario. Y yo que pensaba que un día anodino sería la paz. Cómo se puede ser tan mema. El horror anda siempre detrás, en la sombra de una, haga sol o granice, te griten o te ignoren.


Perdona. Me he ido, porque increíblemente había olvidado tomar las pastillas. Y ha sido un poco lo de siempre de dudas y preguntar al I Ching y todo eso que tú y yo sabemos. Y, claro, se me ha ido el hilo.

Ya hoy. Muy hoy. Llevo pensando horas en que las nubes tóxicas, caóticas como son, se dirigen a alguna parte lejos, muy lejos de aquí. Espero que no se asfixie nadie, vaya esto por delante. Pero lo que llevo pensando horas es que ya puedo poner el modo respirar al 100% y no lo pongo. 

Entra D. Le hablo del aire, que es menos denso. Ya lo sabe. Sale D. Se cierra el telón. Me quedo detrás del telón, pero es verano. El telón es como de terciopelo de algodón verde oscuro y te echas a sudar solo mirarlo, así que, como puedo, repto buscando la salida, evitando quedarme entre bastidores por mono que haya quedado el escenario de casa. No sé si lo conseguiré. Ya te contaré mañana (y, si no, mejor para todos).

domingo, 13 de julio de 2025

El sillón

 La puerta se abre empujando, sencillamente, hacia dentro. Hay que hacer un poco de fuerza, aunque eso ya depende de las ganas de entrar que tengas y lo que se haya comido ese día. Lo mejor, las campanitas. Esas dos notas que avisan de que alguien está ahí. Lo segundo mejor, y por lo tanto, ya no sé si lo mejor es mejor-mejor superlativo o participa de una gradación que obliga gramaticalmente a... bueno, después lo pienso. Lo segundo, decía, el fresquito que, cuando la puerta -solita ella- se acaba de cerrar, no necesita explicación. Lo segundo mejor, también, porque ocurre al mismísimo tiempo, es la visión del orden desajustado de libros y cosas pequeñas de colores y sugerentes brillos, cartelitos que indican que por allí se abre un camino, pasillo especializado, recodo, espacio recomendado. Una voz, fuera del ranking, saluda desde el fondo. Un fondo lejano, piensas, o que parece lejano por la voz amortiguada por papel, paneles y una iluminación que pide a gritos silencio. Huele como debe oler, como huelen los libros que heredé de mi abuelo, como huelen algunas bibliotecas. Es el olor contrario al de la humedad, es olor del polvo entre las páginas de volúmenes gruesos. Tú respondes. Soy yo, Olga. Voy a echar un vistazo. Ahora paso. Traigo un amigo. Suena la misma voz con más vida. ¿Amigos tú? Vivir para ver. Sonríes. Te cuesta porque no es lo tuyo, pero Olga no hace bromas y los músculos de tu cara devuelven el favor. La cosa es que no vienes con nadie, pero de aquí a que llegues al mostrador que inocentemente está al fondo del laberinto diminuto que es la librería nos habremos olvidado.

Me meto por el recoveco que conduce al sillón de piel marrón (¿por qué son siempre sillones de piel marrón?), aparto el montón de libros que lo ocupa, me siento cómodamente y hojeo por enésima vez el volumen cuarto del diccionario de Roque Barcia que Dios sabe cómo llegó hasta allí. Busco las anécdotas, las equivalencias, la reseña de las letras. R. La letra canina. Hago tiempo. Porque me sobra. También vengo a contarle por fin a Olga lo del Kindle y mi decisión de donar ya oficial y abiertamente. Nada de venir e ir dejando libros por aquí y por allí a escondidas. No lo puedo postergar. A ver qué dice ella. Menos mal que Antonio ya no está. Digo Antonio hijo, porque la librería Hnos. Sánchez era del padre de siete hermanos y fue Antonio el único que no sé cómo admitió la herencia, la disfrazó como "Objetos de escritorio y librería básica" y se dejó un bigote como postizo y cortito. Antonio hijo tiraba del copo con mi abuelo los domingos, vino al entierro de mi padre y ahora está él también bajo tierra (es un decir, creo que lo incineraron). En fin. Olga me da miedo, pero Antonio me daba más.

Oigo las campanitas. Es Fred. No pierde el acento. Viene el hombre a buscar más libros de Geografía. El pasillo de Viajes, &ª está en la otra punta, cerca del mostrador. Para Fred es importante que nadie piense que es británico (inglés, como decís aquí), que es holandés. Un par de veces hemos estado por decirle aquello de peormenolopones, pero ni Olga ni yo estamos seguros de que tenga gracia la broma, de que Fred la pille y, además, Fred es Fred, sería Fred aunque fuese francés, aunque fuese chino, aunque fuese marciano. Otro dato que hay que aclarar sobre Fred, para serle fiel, porque él es muy claro al respecto con todos y cada uno de los personajes con que interactúa, es que los "materiales" que busca corresponden a estadios muy anteriores al actual. Vaya, busca los mapas y descripciones más antiguos que pueda rastrear. Lógicamente, para ello, de vez en cuando ha de salir de aquel pasillo y buscar en biografías, diarios y diccionarios enciclopédicos (como el que tengo en las manos, maldita sea).  Así que activo el modo silencioso plus, quieto como un gato, no paso páginas, apenas respiro. Espero. Pienso en mí como en un camaleón. Soy marrón, de piel marrón. Inmóvil. Pensamiento puro. He leído y practicado la meditación. Puedo solo ser. Lo hago. De hecho, lo hago.

Me despierta Olga. Que tiene que cerrar. Que recuerdos de Fred. Que dónde está mi amigo. Que si me llevo el Barcia o qué. Le digo la verdad: hoy, no, Olga. Otro día. Esto pesa lo suyo y tengo hoy la artritis revuelta. Noto que los ojillos azules de Olga apuntan al chisme que asoma por el bolsillo de mi chaqueta. No me gusta que se haya puesto el pelo rojo, pero ese no es el tema. El tema es que mi cara se ha puesto más roja. Me pasa eso. Eso y más cosas, claro. Se encoge de hombros, se sienta en el suelo. Dice yo también tengo uno. Dice sabemos que te echan. Dice te puedes quedar en el cuarto de mi padre. Dice anda deja a Roque descansar, y vete. Te dejo por hoy abrir y cerrar varias veces para oír la dichosa campanilla.

domingo, 22 de junio de 2025

A portagayola

 ¿Es esta la segunda taza de café? Mientras decide si lo es o no, si da igual y toma otra, si es posible que sea verdad la temperatura que marca el dispositivo prolongación de su mano, al tiempo que la campana de la iglesia recuerda la hora, cae en la cuenta de los días, que es probablemente domingo y que no ha recogido la ropa del tendedero y se pregunta por qué exactamente la han desterrado a este lado del muro.

Comete lo que considera imperdonable error diario de abrir periódicos, consultar las selectas noticias de Google, las consideradas de su interés en Instagram. Por qué, Señor, -ahora que oye las campanas, recuerda que se puede hablar con Él al menos-, dice, por qué aparece Donald Trump siempre y en todas partes, rompiendo la santidad del domingo.

Con la taza vacía en una mano y en la otra un dolor sordo como sordo está el mundo, como sordo el salón vacío, el sillón caluroso, la cortina gruesa, el teléfono y todos los que están al otro lado, va al balcón y se asoma. Abajo como diminutas muñecas, una multitud se extiende por la arena, salpica el mansísimo y paciente mar, pasea la orilla cual ejército sin (apenas) uniforme. ¿Pensarán siquiera en lo mismo que ella? Hoy, recuerda, llegaban los abuelos de D, sus tíos políticos, los vecinos del 18 y los del 24 y los del 101. Las estanterías de los supermercados arrasadas dan fe del masivo advenimiento. 

Tras el descuidado seto, justo al lado de una flor pacífica rosa clara, un núcleo de sombrillas rojizas delata la zona de los Sánchez, tres generaciones bajo quince sombrillas hablando al menos seis tipos de español diverso. Lo que no entienden de los otros, lo sustituyen con gestos, esperanto natural endémico.

Vuelve a lo suyo, llamada en realidad por la vibración insolente del pequeño dictador que se ha dejado sobre la mesa. Lo mira con ridícula urgencia: la vida en alguna parte se asoma con visos de cariño ocasional, alguien la piensa. Un atisbo de sonrisa y alivio minúsculo. El clavo ardiendo se desintegra. Misterios de la Física, quiere pensar.

¿Se ha tomado las pastillas? Diría que no, aunque no podría jurarlo. Hay que tener cuidado. Según qué dosis de alguno de esos medicamentos podría ser letal. Entonces, ¿se las tomó? Puede que cuando bajó a las 8 y media. ¿O eso fue ayer? ¿O antes de ayer? ¿O mañana? Echa de menos, brevemente, cuando el tiempo era lineal,... cuando lo fue. Porque lo fue, ¿verdad? ¿O solo era una sensación feliz de ella que pensaba en lo que venía porque entonces había más delante o entonces todo le importaba menos? Melancólicamente, lanza una moneda al aire, con cierta nostalgia, con cierta rebeldía también, y algo de superstición, además. Y, así, lanza la moneda y sale, rodeada de estrellitas, lo que parece una cara con su versal apellido y una pluma como pista de concurso televisivo. Decidido. La suerte ha hablado y es cara, aunque nada es lo que era, ni las monedas ni las palabras del hidalgo cuyo rostro no apto para hipermétropes ella, personal y subjetivamente, nota cansado. Cara, pues.

Hace otro café y se toma las pastillas a portagayola.


lunes, 5 de mayo de 2025

Ser madre es otra cosa

 Ser madre es otra cosa. Eso seguro. Además de que las madres también son hijas. Aunque algunas puede que ni lo recuerden. Hay muchos modos de ser madre, muchos de ser hija, muchos de ser familia. Madres dentistas, madres que van a la oficina, madres que trabajan cuidando de todos, de todo. Se celebra a veces, supongo, el dolor del parto, el sacrificio incondicional, la preocupación sincera. Olvidadas de obligaciones, sin jactarse de los oficios, ser madre es otra cosa, algo contrario a la guerra, a la bronca, a la mezquindad del mundo. La cúpula que protege del mal. Haber dado vida quizás no es suficiente,  porque hay vidas y vidas. Estos momentos del año marcados con rojo en el calendario entiendo que vienen como pergaminos donde rubricar tu agradecimiento. Pero hay más que poner un fondo musical y hacer ostentación pública de sentimientos obvios con voces de otros en la nueva plaza del pueblo. Habría que reivindicar el amor quedándose con el intento de ser un buen ser humano. De que tu aportación al mundo que te rodea sea lo más pacífica y generosa posible. De no alterar lo natural que es tener familia, enseñar a respetar, cuidar el verbo, eje vinculante. Dar alegría y abrazos y poner las menos normas posibles. Nacer, dar vida, amar sin más, dar paz, pasar lo mejor posible los días malos y disfrutar los buenos. Sentirse querida y respetada. Desde el nacimiento hasta la muerte. La madre desea que no te haga daño el mal que circunda, seas quien seas, que nadie te hiera, que acabes cada día ilesa, ileso. Es difícil cuidar, ayudar, alimentar el alma. Ser madre, ser mujer, ser tú con tu vida, llena, sin miedo. Proteger, seguramente. Ver en las otras madres aliadas sinceras. Porque no hay exclusividad. Ser madre es más que una frase. Es activismo. Del silencioso, del que no pide nada a cambio, del que no destruye, ni desilusiona. No necesita ser perfecto ni, menos, parecerlo. Si algo merece ser celebrado, si algo necesita aclaración y reconocimiento es el amor limpio y verdadero. Así que sí.  Un día o los que haga falta.

domingo, 2 de marzo de 2025

Espero que estés bien

Hace poco supe que la lluvia de las películas es leche. Imagino litros y litros de leche sobre un Gene Kelly intolerante a la lactosa. Una caricia por los cabellos pringosos de la amada en una romántica despedida: el héroe (o lo que sea) de pie en un andén. Ella, repentinamente seca, lo observa desde la ventanilla que, en ese entonces, se podía bajar si tenías fuerzas para ello. Las lágrimas de él se mezclan con las gotas de una tormenta que arrecia como metáfora de alguna mierda de esas de diferencias de clase: no tengo un duro y tú mereces algo mejor o nuestros países se han declarado la guerra o ya le di el sí a mi primo antes de estas vacaciones. Él llora bajo la lluvia y se relame como un gato. Alguien grita: ¡corten!

Papá de mi alma. Llegué a esta el 27 del corriente. Estoy bien, aunque el viaje fue accidentado. Los caballos no tenían fuerzas y tuvimos que hacer una porción del camino a pie en plena Sierra. Cerca de Puerto Lápice, volcamos. Cuando, por fin, los postillones y escoltas lograron recolocar el coche en el camino de forma que las ruedas volviesen a estar abajo y nosotros dentro del carro, nos sorprendió una tormenta breve pero espesa que los mozos aprovecharon para merendar sentados en unas resbalosas rocas que, por lo visto, señalaban las millas que nos separaban del "kilómetro cero del mundo", según contó uno de los pasajeros que volvía precisamente del futuro. Lanzamos unas onzas de chocolate a modo de agujetas para que los muchachos repusieran fuerzas y hubo un ligerísimo alborozo que, obviamente, mi tía y yo afeamos con un gesto para evitar confianzas poco apropiadas.

Solo espero que esté usted sin novedad, padre mío, porque ya se sabe que cualquier novedad es de temer, y más con los tiempos que corren, cómo están los caminos, la plaga de cólera y la guerra, claro, también la guerra con... ¿los franceses?

Da mis finas expresiones a primos, hermanos, tu cuarta mujer y mis sobrinitos, y manda a tu obediente hija, 

Galatea [rúbrica].

Amada e ignorante hija de mi corazón, Galatea. Siento que tuvieras un viaje tan poco afortunado. Es cierto que ese año llovía así: súbitamente, tormentas de pocos minutos y blancas como la nieve y cálidas como el Terral. Fue aquel un año extraño. Por aquí seguimos, a Dios gracias, sin novedad. Te escribe, a mi dictado, Rosa, con la que me casé tras la tristísima muerte de Carmencita a la que pude, a Dios gracias también, dar tus expresiones a tiempo. Pensándolo bien sí que ha habido alguna novedad. Te manda expresiones tu hermana Pilarica, la única que nos queda por colocar (mejorando lo presente). Sigue, claro, en casa. Si puedes y conoces algún joven de estatus y dignidad en aquella, da razón a Rosa. No dilates este encargo, hija mía Galatea, que ya sabes bien, tú mejor que nadie, que el tiempo corre en contra de las jóvenes y sus pacientes familias.

Siento mucho que falleciera tu tía. Las Clarisas de aquí rezan cada día por su alma y todos en la casa tuvimos una gran pena. Dios la tenga en su gloria y a ti te dé fuerzas para gestionar el patrimonio que tuvo a bien legarte. 

Se nos llena la vida de muertos.

Tu padre.