miércoles, 27 de julio de 2011

Madame Serenizza

Por fin llegaron las fiestas patronales y con ellas la feria del pueblo. Este año la novedad era un tenderete donde la Adivina Serenizza te leía el porvenir y te aconsejaba por solo 5 euros. La cola daba la vuelta al Pulpo gigante y a la Serpiente loca. Tras dos horas y cuarto allí, por fin me toca.
-Pasa, -me dice una voz ronca, sin duda de hombre, con fuerte acento mexicano. Entro en la tienda, pequeña, oscura, una mesa con mantel rojo sangre, una bola de cristal encima, velas por doquier y con un intenso olor a ámbar y ¿jazmín? Un ser con turbante, ojos achinados, té moruno entre las manos y piel morena me interroga:
-¿Cuál es tu pregunta para Serenizza?
-¿Es usted la adivina?
-Sí, la misma que viste y calza, chava.
-¿De dónde dijo que era?
-De Costa de Marfil.
Abro la boca, mucho. Los ojos, más. Pienso: Di algo, Pili. Di algo. Pero no digo nada. Tic tac. Me he bloqueado. Proceso con dificultad. Tic tac. Me dice tan pancha: "El acento extraño nomás es por los años que pasé en Sierra Leona". Tic tac, tic tac. No se me ocurre nada. Le digo que yo he ido a la Universidad. Y me dice, hábil e imperturbable que eso ya lo sabe porque para algo es adivina.
-¿Tú quieres saber algo de tu porvenir, quieres algún consejo o quieres escribirme una biografía?
Decido pasar por alto lo absurdo de la situación, que por otra parte quién sabe si es normal. 
-Verá tengo un amigo que ha desaparecido.
-Y quieres saber si lo ha atropellado un coche tuneado con reggaetton a todo volumen, ¿a que sí?
¡Joder, pues es verdad! Qué fuerte, qué pedazo de adivina.
-Eso no es lo que ha pasado.
¡Mierda, qué pena!
-Y sabe usted si le ha dado una embolia, le ha mordido un oso, ha perdido a algún ser querido.
-No, que más quisieras. Es sencillamente un ser malvado. Pasa de ti. Te ha engañado. Piensa que eres imbécil. Nunca debiste contarle tus secretos.
Empiezo a creer lo de Sierra Leona. Y, aunque a estas alturas la admiro profundamente,  busco un bate de béisbol con el que darle bien.
-No te enojes conmigo. Yo te ayudaré.
Qué admirable mujer africana, me digo. Quiero preguntar algo más aunque no me atrevo. Pero Madame Serenizza me lee la mente:
-Sí, mijita linda. Lo quieres. Lo quieres pero ya se te pasa. Por veinte euros te doy unas yerbas que tomadas treinta y dos veces al día te ayudarán a olvidar al tipo sucio ese. A partir de ahora procura no ir con mala gente, que preveo una úlcera. Ah, y no tires la bufanda a la basura, la veo en tu futuro para bien.
Antes de salir de la tienda, sorbiendo mocos y limpiándome las lágrimas con las mangas, me giro y le pregunto: "¿De qué son las yerbas?". 
-De un arbusto sin nombre, rarísimo y único de la Sabana. Me lo trae cada miércoles un amigo de Tanzania.
Claro. Ya me lo imaginaba.

3 comentarios:

Elisa dijo...

Uf, qué humor te gastas, chiquilla, no sabe uno si reír o llorar. Pero de malo nada, lo disfruté un montón.

Pilar dijo...

Y esto no es nada, Elisa, os he ahorrado lo peor: Madame Serenizza cuyo nombre real es Francisco Villa Tse, mexicano de ascendencia china, tras cruzar ilegalmente a los EEUU, fue a la guerra de Afganistán y lo pasó fatal. Pero fatal-fatal.
Un saludo agridulce ;)

Riforfo Rex dijo...

Conocí esa adivina cuando estuvo en Sierra Leona. También te conocí a tí en la universidad. Eras mala estudiante y te enamorabas de los tipos equivocados. Pero al menos eso me permitió viajar.